La mejor estrategia es prevenir las estratagemas

Un estratagema se define como astucia, fingimiento y engaño artificioso.
Una estratagema se define como astucia, fingimiento y engaño artificioso.

 

La estrategia tiene un origen militar donde se requerían una serie de destrezas y habilidades para organizar las operaciones que tenían como objetivo la victoria de los ejércitos. Actualmente se habla de estrategia para un sinfín de temáticas, que poco tienen que ver –aparentemente- con el antecedente militar. Quizá guardan en común que la necesidad de ser estratégico viene del coste, a veces inasumible, de perder. Dicho de otra forma, la estrategia surge porque se buscan los mejores, y más idóneos, medios que garanticen el objetivo final, ya sea la victoria militar o el éxito en los negocios, la política o en la vida.

En los anteriores posts, he analizado cuatro modelos éticos asociados a la estrategia: deontológico, consecuencialista, maquiavélico y virtuoso. Es el momento de hacer un pequeño balance. Para ello me ayudaré de la distinción entre estrategia y estratagema. Sobre el primer término, hay varias posibles definiciones según la especialidad (militar, negocios, política, teoría de juegos,…) Adoptaré una definición que pueda servir a efectos explicativos. Estrategia es un arte y una ciencia en elaborar un plan y elegir los medios idóneos para alcanzar las metas propuestas.

En cambio, la Real Academia define estratagema como, en su primera acepción, “ardid de guerra” y, en su segunda acepción, “astucia, fingimiento y engaño artificioso”. Como se ve, también la estratagema tiene un origen militar. El término “ardid”, es definido por la Real Academia  como “artificio, medio empleado hábil y mañosamente para el logro de algún intento”.

Una posible conclusión parece que, según estas definiciones, el artificio hábil y mañosamente empleado estás más justificado en la guerra que en otros ámbitos. Dicho de otra forma, la estratagema en contexto militar es un ardid y fuera de ese contexto, es un engaño artificioso.  La respuesta puede venir de que el objetivo de la guerra es la victoria, pero si no se tiene éxito, ocurre la derrota militar y sus nefastas consecuencias. También porque en términos militares se suelen hablar de enemigos y se plantean escenarios, de lo que en Economía llaman, suma cero: lo que ellos pierden, nosotros lo ganamos y al revés.

La vida es más rica en matices que una guerra. Las personas se sitúan en escenarios de cooperación y conflictos y desarrollan su planes de vida para desarrollar sus objetivos profesionales o personales. En ese sentido, ya comenté en un post anterior, que todos somos filósofos –nos hacemos preguntas, situamos nuestro alfa y nuestro omega- y que nos iría mejor si todos fuéramos estrategas. ¿Qué papel juegan las estratagemas?

Aquí se verá la funcionalidad de los modelos éticos analizados en posts anteriores.  El estratega deontológico condena el uso de estratagemas porque tienen un componente de engaño. Las dos máximas del modelo deontológico son decir siempre la verdad y mantener las promesas. Quizá alguien podría encontrar una delgada línea para encontrar un ardid que cumpla con estas dos máximas y que conduzca al éxito.

El estratega consecuencialista  valora las acciones por los resultados o por la maximización de una variable elegida –bienestar, utilidad, dinero, felicidad…- Según este modelo, las estratagemas serán válidas según las consecuencias que produzcan. La cuestión clave es si un engaño artificioso puede ser estable en el tiempo. Cabría distinguir entre interacciones que se producen una vez o en una duración de tiempo más prolongada o son para toda la vida. El uso de estratagemas no perdura en el tiempo porque aumento el riesgo de ser descubiertos y, entonces, ya no producirían las consecuencias deseadas.

El estratega maquiavélico es un especialista en estratagemas, pero el maquiavelismo auténtico consiste precisamente en que no se note. Su visión es un arte de la simulación y el disimulo que tiene como regla máxima el deseo de éxito. Los medios serán adecuados si consiguen los fines que se propone. El estratega maquiavélico hace uso abundante de la astucia y el fingimiento para conseguir sus objetivos. Sin embargo, al igual que el consecuencialista, el paso del tiempo aumenta el riesgo de que puedan ser descubiertos su verdadero proceder e intenciones.

El estratega virtuoso tiene una posición ambivalente con las estratagemas. Puede desarrollar habilidades y disposiciones que forjen su carácter que tengan que ver con el fingimiento o la astucia, pero con los límites conocidos. Según la ley de término medio, la virtud está en la moderación, nunca en el exceso. Además según está visión no todo puede recibir el nombre de virtud, es una visión pluralista, pero no relativista.

En resumen, el estratega deontológico condena las estratagemas; el estratega consecuencialista valora las estratagemas según las consecuencias que produzcan, con temor a ser descubierto a lo largo de tiempo; el estratega maquiavélico utiliza habitualmente las estratagemas mientras simula no hacerlo; el estratega virtuoso puede utilizar estratagemas, de forma moderada, pero siempre que puedan considerarse virtudes.

Después de estas reflexiones, se puede decir que la mejor estrategia es estar prevenido ante las estratagemas.

 

Modelo ético virtuoso

Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente.
Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente.

 

El último modelo que analizaré es el modelo ético virtuoso. Esta visión se compone de algunos principios. En primer lugar, para conocer la acción correcta en un caso se debe pensar cómo actuaría una persona virtuosa en ese caso. En segundo lugar, una persona virtuosa es aquella que posee virtudes. En tercer lugar, las virtudes son hábitos o disposiciones que forjan el carácter de los seres humanos y que muestran la excelencia de una determinada práctica.

Existe una confusión con el lenguaje de las virtudes desde el enfoque religioso y el enfoque ético. Las virtudes para la religión cristiana son fe, esperanza y caridad. Sin embargo, el enfoque de la ética de las virtudes es anterior al cristianismo y está identificado con la obra de Aristóteles. En Etica a Nicómaco, considera como virtudes la prudencia, el coraje, la justicia y la templanza.

Es relevante el componente educativo en la ética de las virtudes. Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente. O dicho de otra forma, repitiendo los hábitos que son virtuosos, nuestro carácter se convierte en virtuoso. De ahí que este modelo sea tan importante en la educación y que las virtudes, en términos generales, se pueden aprender.

Pero ¿qué es una virtud? Este modelo ético es más flexible que el modelo deontológico. El modelo ético virtuoso es más contextualista y pluralista. Cada uno puede encontrar cuales son sus modelos de excelencia –virtudes- e intentar actuar de acuerdo con ellos. Pero no todo puede ser una virtud, no es un modelo relativista. Existen comportamientos más cercanos a los vicios que a las virtudes y aunque existe un componente contextualista, existen algunos casos claros que no pueden ser virtudes. La maldad, el asesinato o la envidia no pueden nunca ser consideradas virtudes.

¿Cuáles son las virtudes de un estratega? Por lo visto hasta ahora, la virtudes se aprenden, comportándose virtuosamente y existe un elemento contextualista donde cada cuál encuentra sus modelos de excelencia, con algunos límites. Inspirándose en Aristóteles se puede considerar que existen, al menos, tres perspectivas interesantes sobre las virtudes para los estrategas: a) La ley del término medio; b) La importancia de la experiencia; c) La virtud de la prudencia como sabiduría práctica.

Una virtud es el término medio entre dos excesos o vicios, uno por defecto y otro por exceso. Esto básicamente es lo que sostiene la ley del término medio. Es una llamada a la moderación en las diversas acciones. El análisis que se puede realizar es que dados unos concretos objetivos, se debería determinar cuáles son las acciones virtuosas –dentro del término medio- y cuáles son acciones excesivas –por defecto o exceso-.

El enfoque de la ética de las virtudes da mucha importancia a la experiencia. Se aprende a ser virtuoso, se aprenden las virtudes de la estrategia. La mejor manera de aprender, desde unas bases adecuadas, es la experiencia. Es en la práctica donde cada uno encuentra sus modelos de excelencia, lo que permite ver que las virtudes dependen del contexto. La experiencia también permite valorar si realmente nos encontramos ante una virtud o un exceso.

De entre todas las virtudes, Aristóteles destaca la prudencia, donde considera que es un sinónimo de la sabiduría práctica. Este autor se refiere a la palabra phronesis para considerar que es la virtud central de los seres humanos. También para los estrategas la prudencia es una virtud central. La prudencia lleva a sopesar siempre todas las alternativas, a pensar los diferentes costes de oportunidad, promover métodos de comprobación imparcial, acudir a terceros o expertos y, especialmente, pensar bien -y no precipitarse- ante las diferentes operaciones.

Del modelo ético virtuoso se puede concluir: que las virtudes del estratega se pueden aprender; que uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente; que la experiencia nos enseña el camino; se ha de hacer un balance para encontrar virtudes y excesos y la virtudes están en la moderación y, finalmente, que la virtud central para los estrategas es la prudencia, que es la sabiduría práctica. El camino a la virtud es un aprendizaje hacia la excelencia a partir de la experiencia y la prudencia. ¿Nos atrevemos a caminar?

 

 

Modelo ético maquiavélico

La regla fundamental de Maquiavelo es el deseo de éxito
La regla fundamental de Maquiavelo es el deseo de éxito

 

El siguiente es el modelo ético maquiavélico. Es una versión extrema y particular del modelo ético consecuencialista. Está inspirado en la obra de Nicolás de Maquiavelo. Es curioso como de un pensador ha surgido un término maquiavelismo que la Real Academia define como “modo de proceder con astucia, doblez y perfidia”.  Maquiavelo no ha tenido demasiada buena prensa, pero el método ético maquiavélico es más común de lo que parece.

El lema más conocido de Maquiavelo es el fin justifica los medios pero esta atribución no es del todo adecuada porque esa frase no aparece en ninguna de sus obras.  Sin embargo, en El Príncipe, afirma:“(…) y en las acciones de todos los hombres, y máxime en las de los príncipes, cuando no hay tribunal al que reclamar, se juzga por los resultados. Haga, pues, el príncipe lo necesario para vencer y mantener el Estado, y los medios que utilice siempre serán considerados honrados y serán alabados por todos.” (Maquiavelo, El príncipe, XVIII).

El modelo ético maquiavélico afirma, como regla fundamental, el deseo de éxito y, en ese contexto, los fines elegidos son más importantes que los medios. Pero eso no significa que automáticamente el comportamiento deba ser inmoral. El Príncipe es un tratado sobre la naturaleza humana donde podemos aprender que el príncipe si quiere conseguir el éxito tiene que simular y disimular, pero finalmente actuar de acuerdo con la regla que le lleve al éxito.

Esto puede suponer una adhesión aparente a los valores, pero finalmente actuar de acuerdo con el pragmatismo. En uno de los pasajes más conocidos, Maquiavelo se plantea por “de qué forma tiene que mantener su palabra un príncipe” y ofrece una respuesta que está en su línea: “un señor que actúe con prudencia no puede ni debe observar la palabra dada cuando vea que va a volverse en su contra y que ya no existen las razones que  motivaron su promesa. Y si todos los hombres fuesen buenos este precepto no sería justo; pero puesto que son malvados y no mantendrían su palabra contigo, tú no tienes por qué mantenerla con ellos. Y a un príncipe nunca le han faltado razones legítimas para excusar su inobservancia” (Maquiavelo, El príncipe, XVIII).

Desde el modelo ético deontológico se replicaría que se deben mantener siempre las promesas y se debe decir siempre la verdad.  Si analizamos el escenario según Maquiavelo, deben darse tres circunstancias que aconsejan no cumplir una promesa:  a) Se pueda volver en contra de quién la formuló; b) No existen las razones que la motivaron; c) Los hombres son malvados y no cumplirían su palabra contigo. El segundo motivo es el más fuerte y podría ser invocado si realmente  ya no existen los motivos que originaron la promesa. El primero debería haber sido previsto adecuadamente y sobre el tercero, se podrían encontrar ejemplos que afirmen lo contrario.

Existen varias interpretaciones sobre Maquiavelo. La versión maquiavélica de Maquiavelo nos sitúa a un autor diabólico, inmoral, anticristiano, que justifica cualquier acción para conseguir sus objetivos. La versión republicana de Maquiavelo afirma que era un patriota, que quería defender ante todo el Estado y consideraba que el Príncipe debía tener virtudes civiles y políticas y no religiosas.

Por este motivo algunos consideran que es el fundador de la Ciencia Política, porque considera que la política tiene sus propias reglas, distintas de la ética y la religión.

Desde la visión estratégica, Maquiavelo ofrece lecturas, dudas y reflexiones interesantes. Por ejemplo, encontramos este interesante consejo para estrategas: “hay que ser un zorro para conocer las trampas, y un león para amedrentar a los lobos” (Maquiavelo, El príncipe, XVIII). Pero quizá el elemento clave dentro de la estrategia es cómo actuar frente a alguien maquiavélico.  La primera y más difícil tarea será identificarlo por que como afirma Aranguren “un maquiavelismo confesado se anularía en cuanto tal: para ser eficaz tiene que se hipócrita y rendir tributo a la virtud” (Aranguren, José Luis, Ética y Política)

El estratega debe estar alerta y, por ejemplo, establecer mecanismos de comprobación imparcial de las diferentes operaciones. Se podría dar el caso de alguien buscando su éxito, fingiendo conformidad, no cumpliera su palabra. Se deben desarrollar estrategias para prevenir estas situaciones. Maquiavelo nos señala que si aprendemos de las cualidades del zorro y del león nos podemos acercar más al éxito.

 

 

Modelo ético consecuencialista

El utilitarismo sostienela mayor felicidad para el mayor número.
El utilitarismo sostiene la mayor felicidad para el mayor número. 

 

Frente al modelo ético deontológico se sitúa el modelo ético consecuencialista. Este considera que el objetivo de la ética es conseguir las mejores consecuencias. Existen varios tipos de éticas consecuencialistas, la más conocida es el utilitarismo. Es famosa la formulación de que la ética debe buscar la mayor felicidad para el mayor número.

El utilitarismo afirma que se debe maximizar una variable, ya sea la felicidad, la utilidad, el placer o el bienestar. Surgió en el contexto anglosajón, en la época de la industrialización, donde había gran optimismo en aplicar los métodos de la Ciencias puras a las Ciencias sociales. El utilitarismo parte de que la ética se puede básicamente reducir a una variable, y su maximización, y que esa variable puede conocerse.  Existe algo así como una máquina de la felicidad que mide cómo de felices son las personas.

Esto puede sonar extraño, pero a un economista algo le debe sonar. El modelo de hombre en el que se basa la Teoría económica tradicional afirma que la racionalidad es la maximización de una variable. Ese modelo se conoce como homo economicus. Esta visión adopta como premisa indiscutida el utilitarismo y, en general, el enfoque consecuencialista.

¿No es la estrategia la correcta adecuación de medios y fines? Anticipar que consecuencias tendrán nuestras acciones es algo propio de toda estrategia. Pero la cuestión es si las consecuencias pueden ser el único criterio para la toma de decisiones. Imaginemos un caso donde tenemos detenido a terrorista, que sabe dónde va a explotar una bomba en un lugar céntrico dentro de dos horas. La pregunta desde el consecuencialismo sería ¿es lícito torturar a este terrorista para evitar que explote la bomba? He planteado muchas veces a mis estudiantes este caso, explicado en un Manual del Etica. Las respuestas están bastante divididas entre estudiantes más deontológicos o más consecuencialistas.

Como la máquina de la felicidad no existe, los economistas inspirados en el utilitarismo, a veces suelen considerar la variable a maximizar, el dinero. Este planteamiento puede ser contrastado desde una visión ética más robusta que afirme que los bienes humanos son plurales y complejos. Un ejemplo de esta argumentación lo ofrece Sandel en su libro Lo que el dinero no pueden comprar, donde da ejemplos de los límites morales del mercado. Las relaciones de amistad y amor no se reducen nunca, o así debería ser, a términos monetarios. Pero más allá, ¿es lícito vender un riñón? ¿es lícito ser madre de alquiler? ¿todo se puede comprar y vender? ¿se puede contaminar a cambio de dinero? ¿es lícito comprar la residencia o la nacionalidad?

Este fenómeno que alude Sandel se denomina técnicamente inconmensurabilidad en sentido débil y significa que no se pueden reducir los valores a una sola variable. En general, los casos aluden a reducir todo a términos monetarios. Los valores son más plurales y los seres humanos más complejos.

Desde el punto de vista de la estrategia, quizá habría que hacer una evaluación más completa de los fines. Concebir un plan para maximizar una variable puede hacer perder de vista otros bienes implicados. El acuerdo puede surgir precisamente porque las partes tengan intereses distintos. Pero es necesario explorar esos intereses.

Anticipar las consecuencias de las acciones es algo que marca la prudencia. La estrategia busca la victoria, pero ésta no siempre viene de maximizar una única variable. La vida es más plural y compleja.