Maimónides, Guía de descarriados

Maimonides escribió en 1190 una obra llamada Guía de Perplejos o también traducida como Guía de descarriados.


Moisés ben Maimón, conocido entre los cristianos como Maimónides, nació en Córdoda en 1135 y murió en el Cairo 1204. Fue un médico, rabino y teólogo judío del Al-Andalus. También dio una serie de conferencias filosóficas -en descanso de sus tareas médicas- que le consagraron su fama. 

Escribió una Guía de perplejos (1190), también llamada Guía de descarriados. Algunos la consideran la Suma teológica de la filosofía del judaísmo. Tiene influencia de Aristóteles y del que se aparta si no es compatible con creencias y dogmas judíos. Es considerado un pensador independiente, con influencias clásicas, con un enfoque racionalista. Su erudición es sólida y amplia, en el contexto de vivir como un judío en territorio musulmán.

De su obra Guía de descarriados, se analizarán a continuación, algunas de  “Las doce proposiciones fundamentales del sistema de los motacálimes”–teólogos musulmanes-. Son en su mayoría afirmaciones de gran calado metafísico y algunas con relevancia teológica.

En la primera proposición afirma la existencia del átomo, que son pequeñas partículas que, por su sutileza, no se pueden dividir. Epicuro ya había hablado de los átomos. La segunda proposición afirma la existencia del vacío, para que esas partículas se puedan unir y separar y para que pueda verificarse el movimiento. 

La tercera proposición afirma que el tiempo está compuesto de instantes. Que se conciben como muchos tiempos que por su breve duración son indivisibles.

La cuarta proposición sostiene que la sustancia no puede separarse de los numerosos accidentes. Este proposición está inspirada en la distinción aristotélica entre sustancia y accidente. En la sustancia se puede encontrar su generación y su corrupción y, en cambio, los accidentes son cantidad, cualidad, relación, modo, hábito… 

Es interesante porque esta proposición tiene que ver con un extremo de la polémica liberal comunitarista. En concreto, la crítica de Sandel a Rawls, donde éste afirma que el “yo es anterior a los fines” mientras Sandel crítica que los fines son definitorios y constitutivos de la identidad de los individuos. Rawls alegaría que el sujeto siempre realiza elecciones sobre sus fines y éstos pueden cambiarse. Esto me recuerda algo importante sobre lo que formar consensos es saber distinguir entre que es lo realmente principal y lo accesorio en la vida.  

La quinta proposición afirma que en la sustancia simple (o átomo) existen los accidentes de que hablaré, de los cuales es inseparable. Dicen que cada uno de los átomos que Dios crea tiene accidentes, de los cuales es inseparable, como por ejemplo, el olor y el color,  el movimiento o el reposo.

No se sigue que los átomos necesariamente reproduzcan a nivel micro los accidentes a nivel macro. Pueden darse unos accidentes como átomos, pero no ser lo mismos a nivel macro.

La sexta proposición dice que el accidente no dura dos instantes. “La características del accidente es no durar ni subsistir dos tiempos, es decir dos instantes; el accidente, una vez creado, no permanece, se va, y Dios crea otro accidente de la misma especie.”

Esta proposición metafísica es bastante discutible ya que significa que los accidentes sólo duran un instante, nunca dos. Y cuando se acaba un instante se crea otro, ¿con los mismos accidentes?  Es una noción extraña de tiempo e implica una renovación constante, a cada instante, de los accidentes.

La décima proposición afirma que lo posible no está determinado por la conformidad de la cosa con la representación. Esto significa que son del parecer de que “todo lo que es imaginablees también admisible por la razón”. Esta afirmación metafísica es también bastante discutible ya que se pueden imaginar cosas irracionales o contrarias a la razón puesto que se trata de un simple ejercicio de la  imaginación. 

También se afirma que “la reunión de dos cosas contrarias en un mismo sujeto y un mismo instante es un absurdo, que la razón no puede admitir”. Este es el principio de no contradicción que se afirma en los sistemas de lógica clásica. 

La undécima proposición afirma que en cuento a la inadmisibilidad de lo infinito, lo mismo da que éste se en acto, en potencia o accidentalmente, es decir, que lo mismo da que las cosas infinitas existan simultáneamente o que se reputen compuestas de lo que es y lo que ya no es – esto es, ser accidental- todo eso, dicen es igualmente inadmisible.

El negar la existencia del infinito es una afirmación que realiza Maimonides de gran calado, aunque luego matiza su alcance. Tiene implicaciones sobre las dimensiones o accidentes del mundo o, incluso, el concepto de Dios. Desde nuestra perspectiva, el concepto de infinito puede tener suficiente poder explicativo. 

La duodécima proposición sostiene que los sentidos inducen a error, por escapar a su percepción muchas cosas, y que, por consiguiente no se debe admitir su testimonio ni tomarlos de un modo absoluto como principios de un demostración. 

Así Maimonides afirma que “muchos objetos sensibles se les escapan o lo sentidos engañan en sus percepciones”. La Historia de las Ideas tiene como uno de sus ejes la controversia entre idealistas y empiristas donde, mientras los primeros han desdeñado los sentidos –como hace Maimonides-, los segundos basan su percepción de la realidad en los sentidos.

Esta Guía de descarriados de Maimonides advierte que el mundo se manifiesta para nosotros en unos accidentes y unas circunstancias determinados/limitados y que éstos se muestran indisociables de sus sustancias.