Gorgias, el arte de la persuasión

Gorgias era un maestro de oratoria que utilizaba múltiples recursos para convencer con sus argumentos
Gorgias era un maestro de oratoria que utilizaba múltiples recursos para convencer con sus argumentos

 

Gorgias nació en Leontinos y fue enviado en 427 a.C. a Atenas. Allí ejerció una profunda influencia en su vida intelectual, como se comprueba en las obras de Tucídides o los Diálogos de Platón. Recibió la influencia de Empédocles. Como buen sofista, era un maestro de retórica, de la que escribió varios manuales.

Como se recoge en la Suda: “fue el primero que dio a la vertiente oratoria de la educación fuerza expresiva y una base teórica: hizo uso de tropos, metáforas, alegorías, hipálages, catacresis, hipérbaton anadiplosis, epanalepsis, apóstrofes, parisosis. Cobraba a cada discípulo cien minas. Vivió ciento nueve años y compuso muchas obras” (Suda, s.v. Gorgias).

El arte de la persuasión

En un diálogo platónico se atribuye a Protarco la siguiente afirmación: ”Pude oír decir…muchas veces a Gorgias que el arte de la persuasión difiere mucho de todas las artes. Porque todo queda sometido a la esclavitud que ella le impone, por medios voluntarios, no por violencia” (Platón, Filebo 58a).

De esta forma, Platón atribuye una gran poder -que denomina esclavitud- sobre las personas al arte de la persuasión, por medios voluntarios y no violentos. Es decir, las personas voluntariamente se convierten en esclavos de los demás gracias al uso de determinados argumentos persuasivos. Ante lo cual cabe dos estrategias:

La primera estrategia –ofensiva- es dominar el arte de la palabra para conseguir los objetivos propuestos. Desarrollar la capacidad para hacer un discurso atractivo, fiable y entusiasta. Hablar en el nivel racional y en el nivel emotivo, también con el lenguaje corporal, para convencer a los demás de la idoneidad de nuestras propuestas.

La segunda estrategia -defensiva- es detectar el uso de la persuasión en los demás y ser capaz de analizar separadamente el fondo y la forma del discurso. Estar especialmente atento al uso del lenguaje emotivo o de figuras retóricas. Analizar fríamente las alternativas de los diferentes cursos de acción posibles. No realizar ataques directos, pero tampoco adhesiones inquebrantables. Mantener siempre la independencia de criterio frente a usos retóricos persuasivos.

El poder del humor

En su obra Retórica, Aristóteles afirma que “Gorgias, en una recomendación acertada, afirmó que hay que destruir la gravedad de los adversarios con el humor y su humor con gravedad” (Aristóteles, Retórica, III, 18, 1419 b3).

Recordando el argumento de El nombre de la rosa de Umberto Eco donde el poder del humor jugaba un elemento clave, podríamos afirmar que el humor puede jugar el papel destacado para eliminar tensiones. Algunas teorías sostienen que decimos con humor lo que no nos atrevemos de decir en serio. Así el humor funcionaría como válvula de escape.

Pero la segunda parte de la afirmación es también digna de análisis: destruir el humor de los adversarios con gravedad. El sentido del humor es la capacidad de reírse de uno mismo y, a partir de allí, hacerlo de los demás. Sin embargo, existe un humor fácil que redunda en estereotipos sociales y fomenta estigmas, especialmente con los que pertenecen a las minorías. Ese humor de trazo grueso, refuerza los tabús, se le combate con educación, inteligencia y sentido común.

¿Nada existe?

Una de las afirmación más famosas de Gorgias es la siguiente: “en el libro intitulado Sobre lo que no es o sobre la naturaleza desarrolla tres argumentos sucesivos. El primero es que nada existe; el segundo, que aún en el caso de que algo exista, es inaprehensible para el hombre; y el tercero, que, aun cuando fuera aprehensible, no puede ser comunicado, ni explicado a otros” (Sexto Empírico, Contra los matemáticos, VII 65 ss).

Parece ser que estas tesis de Gorgias era un ataque a las visiones de Parménides. Aquí se unen la capacidad retórica, atribuida los sofistas, con el uso del sentido del humor. Aunque cada uno de estos argumentos va acompañado de una serie de razonamientos justificatorios, se podrían analizar como ejemplo de una fina ironía.

Cabe, no obstante, hacer una reflexión sobre Teoría y Práctica. Si se aceptan estas premisas de Gorgias se cae en el solipsismo, la creencia de que lo único que se puede estar seguro es que “solamente yo existo”.

La cuestión es que para fundamentar unos valores éticos es mejor partir de otras bases –intersubjetivas u objetivas-. O desde el punto de vista pragmático, la cooperación con los demás se conseguirá mejor si se tiene en cuenta el punto de vista de los Otros.

Una Teoría que aboca al solipsismo es una mala estrategia para la Práctica. Es preferible una Teoría basada en valores intersubjetivos, abierta al diálogo, a aprender de los demás y construir juntos un futuro mejor.

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