Tucídides, el poder negocial en el Diálogo de los melios

En es una caso de "real politik" donde se muestra la relevancia del BATNA, la mejor alternativa a un acuerdo negociado.
Este es una caso de “real politik” donde se muestra la relevancia del BATNA, la mejor alternativa a un acuerdo negociado. 

 

En la obra Historia de la Guerra del Penopoleso, Tucídides narra los conflictos que sucedieron en la Antigua Grecia entre las polis de Atenas y Esparta. Destaca el famoso Diálogo de los melios donde hablan los atenienses –que detentaban un imperio- y los melios –que habitaban la isla de Milos- sobre su futura relación.

Este diálogo se caracteriza porque los melios apelan a argumentos de justicia, igualdad y neutralidad, mientras los atenienses utilizan la amenaza de la fuerza y la desigualdad de recursos. Sería un ejemplo, entre los clásicos, de lo que se denomina real politik.

Los atenienses distinguen, de esta forma, entre argumentos de justicia –entre iguales- y apelación a la fuerza –entre poderosos y débiles-. Así, los atenienses afirman que “la justicia prevalece en la raza humana en circunstancias de igualdad, y que los poderosos hacen lo que permiten sus fuerzas y los débiles ceden ante ellos” (V.89).  Entonces, según los atenienses los melios deben ceder.

Los melios intentan deliberar, defendiendo una posición de neutralidad entre Esparta y Atenas, pero ofreciendo la amistad. De esta forma, los melios sostienen que “¿y no aceptaríais que, permaneciendo neutrales, fuéramos amigos vuestros en vez de enemigos, pero no aliados de ninguno de los dos bandos?” (V. 94).

En una respuesta propia del realismo político, los atenienses marcan sus prioridad respecto a los melios: 1.- Odio/Vasallaje ; 2.- Enemistad; 3.- Amistad/Neutralidad. Permitir a una isla ser neutral y amiga es un mal ejemplo para los intereses del imperio anteniense.  Desde esta perspectiva,  los atenienses afirman que “vuestra enemistad no nos perjudica tanto como vuestra amistad, que es para nuestros vasallos un signo manifiesto de nuestra debilidad, mientras que vuestro odio lo es de nuestro poder” (V.95).

El argumento de los atenienses es la apelación al poder y la fuerza. No intentan convencer de las ventajas, para los melios, de aceptar su posición. Más bien, realizan una seria amenaza, que dado el contexto debía ser creíble. Los atenienses sostienen  “no es éste para vosotros un certamen para medir el valor en igualdad de condiciones a fin de no sufrir un deshonor, sino que la deliberación versa más bien sobre vuestra salvación, que consiste en no hacer frente a quienes son mucho más fuertes. “ (V.101).

La respuesta de los melios es relativizar el poder de la otra parte y dar más valor a la alternativa de un enfrentamiento que a la de la rendición. Los melios afirman “las guerras presentan vicisitudes que se reparten con más igualdad de lo que haría suponer la desproporción de fuerzas. Y a nosotros el ceder inmediatamente no nos reserva ninguna esperanza, mientras que entregándonos a la acción todavía hay esperanza de mantenernos en pie” (V.102).

Este Diálogo de los melios permite abordar la cuestión del poder negocial. En concreto, según la terminología del Método de Harvard en Obtenga el sí, de Fisher y Ury, del BATNA. Son las siglas de Best Alternative to Negotiated Agreement. El elemento clave  de las negociaciones es cual es la mejor alternativa al acuerdo que se propone. Lo relevante es identificar este BATNA y utilizarlo como el criterio para medir  cualquier posible resultado negocial.

El BATNA marca el peor resultado aceptable de la negociación. La línea roja en la que es mejor no ceder. La clave es que cuanto mejor BATNA se tenga, mayor poder negocial tiene un parte. Si una parte cuenta con una alternativa potente, podrá tener mayores demandas a la otra parte.

Analizaré, a continuación, el Diálogo de los Melios, desde la perspectiva del poder negocial de las partes. Los atenienses consideran que su BATNA es alto ya que son poderosos y fuertes. Esto significa que pueden conquistar la ciudad a pesar de la voluntad de los melios. Las alternativas que contemplan son la rendición de los melios o su derrota militar.

Los melios intentan deliberar y convencer a los atenienses en términos de igualdad y justicia. Su BATNA es una alianza con Esparta que les proteja de Atenas.  Su alternativa es una guerra solitaria y heroica,  una alianza con Esparta, rendirse a Atenas o llegar a un acuerdo con Atenas.

Desde el punto de vista de la estrategia, los atenienses fallaron porque únicamente amenazaron con la fuerza, pero no intentaron convencer a la otra parte de las ventajas de ser aliados. Buscaban una relación de vasallaje y la querían imponer por la fuerza. La negociación consistía en saber si habría que luchar para conseguir sus objetivos. Desde una visión actual, se podría decir que sería mejor tener aliados que vasallos a la fuerza.

Desde el punto de vista de los melios, la alternativa a negociar es aliarse más fuertemente con Esparta. El problema de esta negociación es las alternativas que proponen  son rendición voluntaria o derrota militar. Estos términos les parecen inaceptables a los melios. La forma de mejorar el BATNA es consolidar y hacer creíbles las posibles alternativas, en particular al alianza con Esparta. También debería intentar deliberar y convencer a la otra parte basándose en principios.

El mismo Tucídides cuenta que finalmente Atenas cumplió su amenaza. Desde esta perspectiva, “los atenienses ejecutaron a todos los melios en edad viril que cayeron en sus manos y redujeron a esclavitud a los niños y mujeres” (V.116).  El Diálogo de los melios no tiene un final feliz. Vence el poderoso cumpliendo su amenaza de uso de la fuerza. La lección, desde la estrategia, es que las negociaciones deben permitir a las partes mejorar su poder negocial y que se obtienen mejores resultados, a largo plazo, de los argumentos basados en principios y con poder de convicción.

De ‘ama a tu enemigo’ a la balanza de Hobbes

La balanza de Hobbes sirve para aplicar su versión de la Regla de Oro
La balanza de Hobbes sirve para aplicar su versión de la Regla de Oro

 

La Regla de Oro de la Humanidad ha recibido diversas formulaciones a lo largo del tiempo. La mayoría de religiones suelen incorporar algún principio similar y también ha habido formulaciones laicas en las obras de algunos pensadores. Suele interpretarse como una apelación al principio de reciprocidad y apertura a la empatía. Sin embargo, no todas las formulaciones de la Regla de Oro tienen los mismos matices e implicaciones.

En nuestra cultura, es influyente la versión religiosa de la Regla de Oro que se ofrece en los Evangelios. En el Sermón de la Montaña, Jesús da la versión cristiana de la Regla de Oro. De esta forma, afirma: “tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Lucas, 6, 31). Esta es una formulación clásica de la regla, pero el mensaje va más allá. Esta versión no se queda en la mera expectativa de reciprocidad, sino que apela a una forma de altruismo más extremo.

En este sentido, en el Sermón de la Montaña, Jesús afirma “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra“ (Lucas, 6, 27-29).  Esta visión ha de contextualizarse como un mensaje para los creyentes, donde las acciones buenas de hoy serán recompensadas en el Cielo después de la muerte. Algunos podrían sostener que este enfoque es ingenuo y requiere de cierto grado de heroísmo.

Desde el punto de vista de la estrategia, se pueden hacer dos reflexiones. La primera es que, desde el punto clave de las relaciones entre ética y estrategia, la estrategia comprometida con la ética, puede no funcionar a corto plazo, pero suele funcionar a largo plazo. Dicho de otra forma,  una estrategia ética es una forma de hacer frente a las estratagemas.

La segunda reflexión es que no hay enemigo pequeño y que una forma de valorar a quien te odia, es aprender de él. Una de las primeras reglas de la estrategia es conoce a tu enemigo. Esto significa que deberías tener la mayor información sobre tu adversario. Además, has de reconocer sus méritos y valorarlos. Deberías identificar sus estrategias y, especialmente, sus estratagemas. Y de esta forma la mejor estrategia es aprender de tu enemigo. Y, esto, podría interpretarse quizá como una forma de valoración.

Una versión laica de la Regla de Oro la ofrece Hobbes en el Leviatán. En concreto, afirma su versión negativa cuando sostiene No hagas al otro lo que no quisieras que te hiciesen a ti. Es una regla relacionada con la consistencia lógica, la coherencia entre ideas y acciones y una aplicación del principio de reciprocidad.

En concreto, Hobbes utiliza la metáfora de los platillos de la balanza para comparar las acciones de los demás y las propias. De esta forma, afirma: “bastará con que,  cuando pondere las acciones de otros hombres para con él, si le parecen demasiado rigurosas, las ponga en un platillo de la balanza, y que ponga las suyas en otro, a fin de que sus propias pasiones y su amor propio no entren en el peso” (Hobbes, Leviatán, XV).

Parece que la balanza de Hobbes es una herramienta interesante para juzgar las acciones de los demás y las propias. Puede ser una forma imparcial de calibrar males. Pese al pesimismo de Hobbes sobre la naturaleza humana, él considera que esta balanza es un principio moral de gran relevancia.

La Regla de Oro tiene diferentes versiones e implicaciones. Es una apelación a la coherencia entre ideas y acciones. También señala una relación equilibrada entre el individuo y los demás basada en la reciprocidad. De la versión cristiana de ‘ama a tu enemigo’ se puede concluir que, en el ámbito de la estrategia, una estrategia ética es una forma de hacer frente a las estratagemas y se debe aprender de los adversarios. La balanza de Hobbes permite calibrar las acciones de los demás en función de nuestras propias acciones.  A la hora de actuar, la Regla de Oro es un criterio a tener en cuenta.

Regla de Oro de la Humanidad

La  Regla de Oro afirma "trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti"
La Regla de Oro afirma “trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti”

 

Han habido algunos intentos de encontrar las normas morales que se repiten en diversas sociedades. Sería algo así como el mínimo común denominador de la moralidad humana. Es curioso observar como existen principios que efectivamente se repiten en las diversas religiones y códigos morales.  Uno de esos intentos fue la Declaración por una Ética Mundial aprobada por el Parlamento Mundial de la Religiones acordada en Chicago en 1993.

Uno de los principios centrales en los que se basa la mencionada Declaración es la Regla de Oro de la Humanidad. Esta regla tiene dos formas. Una positiva que establece trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti. Esto merece varias reflexiones. Algunos consideran que es una aplicación más del principio lógico de consistencia. Una forma de ser coherente con los demás y contigo mismo. Sin embargo, las cosas suelen ser más complejas.

De alguna forma, la Regla de Oro se basa en una expectativa futura donde los demás corresponderán a tus actos con el mismo comportamiento que tu has realizado. Es algo vinculado con el espíritu de reciprocidad. Sin embargo, es una expectativa que no tiene por qué cumplirse. La otra parte debería darse cuenta que estás siguiendo la Regla de Oro. O en otras palabras, que eres alguien con expectativa de reciprocidad.

La Regla de Oro tiene una formulación negativa que afirma no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Esto implica no hacer daño en la forma que no se quiera ser dañado. En este caso, la expectativa futura es que los demás no te dañarán en cierta forma ya que tu no les has dañado de esa forma. Parece que la cooperación social se basa en este tipo de expectativas. Sin embargo, alguien podría descolgarse y no cumplir estas expectativas.

Por eso, algunos defienden que frente a las buenas intenciones de la Regla de Oro, se debe sostener una Regla de Plata que establece trata a los demás como los demás te tratan.  Esta regla se basa estrictamente en la reciprocidad, y no en expectativas. Es la solución de Axelrod al Dilema del Prisionero, del TIT for TAT. O conocida como el ‘ojo por ojo’. La explicación es que alguien que en el Dilema del Prisionero utilizara la Regla de Oro, conseguiría buenos resultados al principio, pero sería explotado por quien optara por la traición.  La regla del TIT for TAT recompensa o castiga según el comportamiento específico de los demás.

La conclusión es que, aunque están vinculadas, la Regla de Plata es el reverso de la Regla de Oro. La Regla de Oro se basa en una reciprocidad de expectativas y la Regla de Plata se basa en un reciprocidad de actos. La Regla de Oro se basa en el futuro y la Regla de Plata se basa en el pasado.

Se suele afirmar que la Regla de Oro también es un compromiso con la empatía, con ‘ponerse en el lugar del otro’.  Este es un principio ético de gran relevancia. Sin embargo, si se analiza un poco la Regla de Oro se basaría en la falsa suposición de que todos tenemos los mismos gustos y necesidades.

Si tengo un amigo vegetariano y a mí me encanta la carne, la forma de tratarle como me gustaría que me trataran a mí, sería prepararle un gran banquete de carne. Pero eso a él no le gustará, ni lo agradecerá e incluso, se molestará. Esta Regla de Oro parece centrada en el agente, donde éste determina que es lo correcto. Pero esto, aunque puede ser adecuado a veces, no siempre funciona.

Por eso hay quienes defienden una Regla de Platino que afirma trata a los demás como les gustaría que les trates. Esta regla sostiene que debemos actuar con los demás según los intereses o gustos de los demás. De esta forma, mi amigo vegetariano tendría una magnífica ensalada conforme a sus gustos.

El problema de la Regla de Platino es que los gustos e intereses de los demás también son particulares y, a veces, pueden llevar a situaciones paradójicas, como si alguien es adicto o masoquista. Esta Regla es más exigente que la Regla de Oro y la Regla de Plata. Es una visión altruista, que puede llegar a ser heroica.

La clave está en la reciprocidad. Si mi amigo vegetariano quiere agradecerme la ensalada, la Regla de Oro le lleva a preparar un gazpacho y la Regla de Platino a cocinar un solomillo. Por eso es importante la información entre las partes y poder aclarar los términos de la reciprocidad.

La Regla de Oro es un principio moral reflejado en múltiples textos religiosos y laicos de la Humanidad. Es un buen principio para juzgar una acción moral. Se basa en las expectativas, el futuro y el espíritu de reciprocidad. La principal crítica es que el agente se muestra como el criterio de corrección moral.

Promoción de la cooperación

La forma de fomentar la cooperación en el presente es dar peso al futuro en la tomare decisiones
La forma de fomentar la cooperación en el presente es dar peso al futuro en la toma de decisiones

 

Las implicaciones y reflexiones sobre el dilema del prisionero son múltiples. Es un juego del que se puede aprender  nociones de estrategia. Robert Axelrod en La evolución de la cooperación realiza un  análisis desde la perspectiva del reformador social. De esta forma, se plantea cómo mejorar las circunstancias para que sea propicia la cooperación.

No es la visón de un jugador en una situación dada, sino más bien es la visión desde las reglas y condiciones del juego. Esto tiene aplicación para múltiples escenarios donde se busca fomentar la cooperación y que ésta sea considerada la mejor estrategia de cada jugador. Analizaré a continuación estas propuestas de promoción de la cooperación:

1.- Magnificar la sombra del futuro: La mejor forma de fomentar la cooperación en el presente es que el futuro tenga un peso importante en la toma de decisiones. Esto se puede conseguir por dos vías. La primera vía es “hacer más duraderas las interacciones”. El ejemplo clásico es la boda que es un acto ideado para asegurar la perdurabilidad de la relación. La cuestión es que el futuro de la relación sea indeterminado, no tenga fecha de caducidad. Esto fomenta la cooperación y frena posibles traiciones.

La segunda vía es “hacer más frecuentes las interacciones”.  Una forma de conseguirlo es tener apartados a los demás. La conclusión es que las interacciones frecuentes garantizan la estabilidad de la cooperación.

2.- Cambiar los pagos: En contexto del dilema de prisionero, se prevé un resultado más cooperativo si se cambian los incentivos. Ese suele ser en papel del Estado que con leyes garantiza que la cooperación tendrá mejores incentivos que la traición.  El ejemplo típico es el evasor de impuestos. La lección del dilema del prisionero, desde las instituciones, es que se deben premiar actitudes de los ciudadanos que cumplen y se debe castigar ciudadanos que traicionan, como los free-rider o polizones sociales. Esta es la lectura del dilema conecta con las bases del Contrato Social.

3.- Enseñar a la gente a preocuparse los unos por los otros: Es relevante que los padres y maestros a la hora de educar niños desarrollen actitudes y valores sobre la situación de los demás.  Esto suele recibir el nombre de altruismo. Se suele decir que los seres humanos no son complemente egoístas, o completamente altruistas. Se suelen desarrollar actitudes altruistas hacia quienes se siente amor, amistad o algún tipo de lealtad.  Existen estudios que hablan de que existe un componente genético del altruismo, que se daría también en primates superiores.

Lo relevante, desde el punto de vista de la estrategia, es que no siempre la actitud egoísta es la más indicada y que en la mayoría de situaciones se da interdependencia de los jugadores. 

4.- Enseñar reciprocidad: Se puede distinguir la regla del ‘ojo por ojo’ de la Regla de Oro que dice ‘trata a los demás como te gustaría que  te trataran a ti’. Si se aplicara la Regla de  Oro en el dilema del prisionero, se debería cooperar siempre y esta haría susceptible de ser explotado por la otra parte.

La regla de TIT for TAT que se basa en la reciprocidad es más justa que la moralidad del egoísmo. Dificulta que la estrategias explotadoras puedan sobrevivir y no pide para uno mismo lo que está dispuesto a conceder para otros. Es una buena, aunque algo ruda, alternativa cuando no hay una autoridad superior. Ayuda a mantener el orden y debería educarse en esta visión de la reciprocidad.

5.- Mejorar la capacidad de reconocimiento: La capacidad de identificar al otro jugador y recordar sus interacciones pasadas es de vital importancia.  También es importante darse cuenta de cuando se produce una traición. La información es un elemento clave en cualquier interacción estratégica y tener la mejor información del otro jugador ayudará en gran medida a tomar las mejores decisiones.

Estas reglas para mejorar la cooperación, en el contexto del dilema del prisionero, muestran como la cooperación se fomenta por el peso del futuro, el cambio de los incentivos, la enseñanza de la reciprocidad y mejorar el reconocimiento. Aprender que en la cooperación de ambos jugadores existe beneficio mutuo y de la traición de ambos, un resultado mediocre. La cuestión es, entonces, cómo construir acuerdos estables, cooperativos y mutuamente beneficiosos.

Superando el ‘ojo por ojo’

La regla del 'ojo por ojo' se basa en la reciprocidad de las partes.
La regla del ‘ojo por ojo’ se basa en la reciprocidad de las partes.

 

“¿En qué casos debe una persona cooperar con otra, y en qué casos ser egoísta, en el curso de un relación que puede durar mucho tiempo? ¿Debe un amigo continuar haciendo favores a otro, que nunca se los hace a él? ¿Debe una empresa prestar diligente servicio a otra próxima a quebrar?” Estas interesantes preguntas las formula Robert Axelrod al inicio de su obra La evolución de la cooperación. Este libro está dedicado a analizar, de forma ágil, las consecuencias, implicaciones y tácticas vinculadas con el dilema del prisionero. Como ya se ha visto, este es un caso clave de la teoría de juegos y permite análisis sobre estrategias de cooperación o de conflicto

El equipo de este profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Michigan, Axelrod, realizó una serie de experimentos, con personas y ordenadores, para encontrar una solución al dilema del prisionero. La conclusión a la que llegó, después de jugar muchas veces con diferentes jugadores, es que la mejor estrategia, la que producía mejores resultados, era lo que denominó TIT for TAT. Esto puede traducirse por TOMA y DACA.

Esta estrategia tiene un componente de reciprocidad y está dentro de bagaje de sabiduría de la Humanidad. Quizá ha tenido más divulgación como la ley de talión o el ‘ojo por ojo’. En el año 1760 a. C. el Código de Hammurabi estaba inspirado en estos principios. De esta forma, al autor de un robo se le cortaba la mano. En diferentes pasajes bíblicos del Antiguo Testamento (Éxodo 21: 23-25, Levítico 24: 18-20 Deuteronomio 19:21) se alude al “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”. Cabe precisar que, en alguno de ellos, esta ley es un principio que debe ser aplicado por los jueces, no por los individuos. Esto ha dado origen a una forma de justificar el castigo denominada justicia retributiva. Actualmente estos principios de justicia penal se aplican en algunos países musulmanes.

El principio del ‘ojo por ojo’ en el contexto de la estrategia significaría responder con la misma acción -cooperación o competición- que la otra parte realice.  Esto está en contra de la visión simplista de que la mejor solución es el comportamiento egoísta de competir siempre. Como recuerda Axelrod, “la cooperación existe y nuestra civilización está basada en ella”.

En este contexto, Axelrod propone una serie de reglas para superar el ‘ojo por ojo’ como forma de  elegir eficazmente:

1.- No ser envidioso:  El defecto moral de sentir pesar por los bienes ajenos puede provocar muchos sufrimientos. En la dinámica del dilema del prisionero es contraproducente.  Medir los propios beneficios en función de los beneficios del otro no es buena estrategia. La traición provoca traición y deserción mutua. La envidia es autodestructiva.

2.- No ser el primero en no cooperar: La cooperación es rentable en tanto el otro jugador esté cooperando. En los experimentos del equipo de Axelrod acuñaron el término de regla decente para aquellas que predicaban no se debía ser el primero en no cooperar.  En sus experimentos, las reglas decentes siempre estaban mejor clasificadas que las no decentes.  Cabe dos excepciones a este principio general: a)La brevedad de la interacciones; b) la cooperación por nuestra parte no vaya a ser correspondida.

La lección general, para Axelrod, es que no ser decente puede parecer prometedor en un principio, pero a la larga acaba por destruir el ambiente mismo que se requiere para el propio éxito.

3.-Corresponder a la cooperación y a la competición:  Esta regla incluye un consejo simple, pero sumamente eficaz: practicar la reciprocidad. Tras iniciar el juego, cooperando, se debería responder con la misma acción que el otro jugador haya realizado en la jugada anterior.

La regla del ‘ojo por ojo’, en el contexto del dilema del prisionero, es colectivamente estable. Esto significa que si todos los jugadores la aplican, el mejor consejo para un jugador concreto es aplicarla también.

4.- No ser demasiado listo:  las reglas más complejas no tuvieron mejores resultados que las más simples. Esto se debe a que el dilema es un juego de interdependencia constante y mutua adaptación de los jugadores. Tampoco función tácticas como la represalia constante –cooperar sólo hasta la primera traición de la otra parte- o utilizar la probabilidad para elegir jugadas.

Es interesante ya que el dilema del prisionero no es un juego de suma cero –donde lo que uno gana, lo pierde el otro-, sino más bien un juego mixto de cooperación y conflicto. Como la mayoría de situaciones en las que se encuentran los individuos. Se debe aprender a fomentar la cooperación y a no ser explotado. La conclusión a la que llega Axelrod es que la mejor estrategia está basada en la sencillez y reciprocidad. Consiste en un visión que va más allá del ‘ojo por ojo’.

La manipulación del riesgo

La competición sin fin entre dos adversarios puede ser una pérdida de recursos y no conseguir los fines propuestos.
La competición sin fin entre dos adversarios puede ser una pérdida de recursos y no conseguir los fines propuestos.

 

En el discurso de aceptación del Premio Nobel de Economía en 2005, Thomas Schelling sintetizó: “la prospectiva de una represalia nuclear hace que cualquier iniciación sea insensata excepto en la peor emergencia militar imaginable, y ese tipo de emergencia militar nunca ofrece la tentación.” Al hablar de armas nucleares, la Humanidad se encuentra en otra dimensión de la capacidad de destrucción y el elemento clave es que es un elemento estratégico el que condiciona su uso y su potencial.

El equilibrio de disuasión es una noción clave en el planteamiento de Schelling donde se produce la estabilidad al desincentivar el inicio del conflicto debido a la seguras y costosas represalias de la otra parte. En las armas nucleares, el problema es que la escalada de destrucción, de grandes dimensiones, no tendría fin. Como afirmó Schelling en el mismo discurso, “las armas nucleares, una vez introducidas en combate, no podrían, o probablemente no serían contenidas, confinadas, limitadas. ….una vez estuvieran permitidas armas nucleares seria imposible parar su escalada.”

Es conocida la contribución de la teoría del juegos y a la aplicaciones estratégicas al desarrollo y final de la Guerra fría.  Algunos, por ejemplo, vinculan este escenario con el dilema del prisionero y sus consecuencias. Otro enfoque relacionado tiene que ver con el fin de la carrera armamentística. La visión de Schelling, en Arms and inflluence, aporta luz en este aspecto.

Sobre los años 60’s, dos potencias mundiales, Estados Unidos y la Unión Soviética, estaban inmersas en una carrera donde competían por tener más y mejores armas.

En esa época, se empezó a hablar de control de armas donde se buscaba remodelar los incentivos y capacidades militares con una visión de estabilizar la mutua disuasión. El desarme, en cambio, eliminaba las capacidades e incentivos militares.

Dado el equilibrio de disuasión de la era nuclear,  por las irreversibles y desastrosas consecuencias del inicio de un conflicto, ¿tenía sentido que las potencias invirtieran recursos en más y mejores armas en una competencia atroz? ¿o podrían llegar a un acuerdo favorable para ambas partes que mantuviera el equilibrio de disuasión?

La obra Arms and influence, está escrita en plena carrera armamentística de la Guerra Fría. En este contexto, Schelling realiza algunas reflexiones estratégicas sobre el feedback en la competición de armas, cómo se ve a la otra parte:

a) Hay cierta dosis de pura imitación y poder de sugestión; b) Las acciones del enemigo pueden simplemente recodarnos cosas que hemos ignorado o enfatiza en desarrollos que hemos dado poca atención; c) La actuación del enemigo puede tener algún “valor de inteligencia” en proveer información sobre que puede hacerse; d) Muchas decisiones en los gobiernos resultan de negociaciones entre servicios o entre cargos; e) Muchas decisiones militares están motivadas políticamente, inspiradas por el interés de congresistas particulares o provocadas por un comentario de prensa.

Estas reflexiones van en la línea de considerar que se aprenden cosas del adversario y que es relevante la información que se pueda extraer sobre sus motivos o valores. Eran tiempos donde había un teléfono rojo entre Washington y Moscú para comunicarse las alertas militares y donde había batallas en el espionaje y contraespionaje por diferentes partes del globo.

La carrera armamentística no siguió porque las dos potencias comprendieron que acumular armas no era el mejor camino para su objetivo y ambas compartían que había una alternativa mejor. Schelling explica el dilema al que se enfrentaban Estados Unidos y la Unión Soviética: “maximizar la disuasión pareciendo incapaz de ninguna cosa excepto una represalia masiva, o asegurarse contra la posibilidad de guerra tomando seriamente restricciones y limites.”

Lo que se puede aprender, hablando en general, de la aplicación estratégica en la carrera armamentística, es que la competición sin fin entre dos adversarios puede ser una pérdida de recursos y no conseguir los fines propuestos. Los escenarios suelen ser de cooperación y competición y es posible llegar a un acuerdo que ponga fin a la escalada competitiva, siempre que se garantice un equilibrio de disuasión. Es decir, que se garanticen las condiciones que desincentiven el inicio del conflicto. Eso lo saben bien algunas empresas, que optan por no entrar a competir en una guerra de precios y pactan, entre ellas, los precios. Los consumidores no suelen estar de acuerdo con estas prácticas y, además, cabe que venga un nueva empresa sí quiera competir en el mercado y no entre en el pacto de precios.

El arte del compromiso

La disuasión se basa en influenciar las expectativas de los demás.
La disuasión se basa en influenciar las expectativas de los demás.

 

En plena Guerra fría, en 1966, Thomas Schelling escribió un interesante libro, titulado Arms and influence, sobre relaciones internacionales desde los planteamientos esbozados en la Estrategia del conflicto.  En esta nueva obra, se traza una distinción entre la pura fuerza, o la estrategia militar que busca la victoria, y un tipo de diplomacia, que llama coercitiva, donde el potencial militar es utilizado para influenciar a otros países, su gobierno o su pueblo por daño que podría hacérseles. Schelling considera que este no es el enfoque habitual , sino la parte más fea, más negativa y menos civilizada de la diplomacia. El considera que pese que podría parecer episódico, este enfoque es central en las relaciones internacionales de Estados Unidos por las ultimas dos décadas.

El interés de estos argumentos es que los elementos estratégicos de determinados campos se pueden trasladar, salvando las distancias, a otros ámbitos. Se puede aprender de la inteligencia estratégica y extraer buenas consecuencias y juzgar los caminos más intransitables.

Diplomacia significa negociación mientras que la fuerza es una cuestión militar. La diplomacia coercitiva significa aumentar el poder de negociación por la posibilidad de daño a otro país. Schelling afirma que “la fuerza bruta tiene éxito cuando es utilizada, mientras que el poder de herir es más exitoso cuando se mantiene en la reserva. Es la amenaza de peligro, o que vendrá más peligro, que puede hacer que alguien ceda o cumpla.” Una amenaza seria y creíble sobre el uso de la fuerza puede hacer que alguien cambie de comportamiento. El punto relevante es que la amenaza tiene un componente estratégico en su formulación -que debe ser creíble-. Si tiene éxito, la otra parte cambiará su curso de acción y no hará falta hacer uso de la fuerza.

Esta forma de entender la diplomacia tiene como concepto central el de disuasión –deterrence-. Es una tradición en los planes militares atender a las capacidades del enemigo, no sus intenciones. Pero la disuasión es sobre intenciones –no sólo estimar las intenciones del enemigo, sino influenciarlas. La parte más difícil es comunicar nuestras propias intenciones.

Como afirma Schelling, “luchar es un acto militar, pero persuadir a tus enemigos o aliados que uno lucharía, bajo circunstancias de gran coste y riesgo, requiere más que capacidad militar. Requiere proyectar intenciones. Requiere tener esas intenciones, incluso deliberadamente adquirirlas, y comunicarlas persuasivamente para que otros países se comporten.” El elemento relevante es que este tipo de diplomacia se basa en proyectar las propias intenciones e influenciar las intenciones de los demás. De esta forma, se consiguen los objetivos previstos.

Una paradoja de la disuasión consiste en que si quieres hacer una amenaza creíble no ha de haber una diferencia crítica en la posible respuesta de la otra parte. Podría darse una contra-amenaza que anulase la ventaja estratégica. Precisamente este punto es especialmente relevante en la guerra nuclear y en la carrera armamentística.

La diplomacia coercitiva, según Schelling, tiene elementos de disuasión y persuasión donde tienen perfiles distintos. La disuasión –deterrence–  comporta que la condiciones del escenario como no intrusivo, no hostil, no provocativo. El acto intrusivo, hostil o provocativo es habitualmente el que ha de ser disuadido, la amenaza disuasoria solo cambia las consecuencias si el acto en cuestión se realiza.

La persuasión -compellence-, en contraste, habitualmente comporta iniciar una acción -o un compromiso irrevocable a la acción- que puede cesar solo si el oponente responde.

Desde el punto de vista de la estrategia, generalmente hablando, se pueden extraer algunas conclusiones sobre estas ideas de Schelling: a) La disuasión se produce por la amenaza del daño potencial que se puede hacer a la otra parte, pero no por utilizar la fuerza; b) Las amenazas han de ser creíbles y serias y saber reaccionar a las posibles represalias de la otra parte; c) La disuasión se basa en proyectar intenciones e influir en las intenciones de los demás; d)  La disuasión se caracteriza por conseguir un objetivo con un escenario no hostil y no provocativo.

La mejor lección estratégica de la diplomacia coercitiva, según Schelling,  podría ser que para conseguir un objetivo, antes que recurrir a uso de la pura fuerza, es más adecuado proyectar nuestras intenciones e influir en las intenciones de los demás.

La estrategia del conflicto

El elemento clave es la disuasión, la explotación de una fuerza potencial
El elemento clave es la disuasión, la explotación de una fuerza potencial

 

En 1960, el economista Thomas Schelling publica su obra The strategy of conflict con un enfoque inusual hasta el momento y que abrió nuevos horizontes. Su apuesta era un nuevo análisis de las relaciones internacionales, y otros ámbitos, aplicando métodos de la teoría del juegos. Ésta es una parte de la Economía, que partiendo de la teoría de la elección racional, realiza simulaciones en forma de sencillos juegos de dos o más participantes.

Un de los puntos más interesantes del libro es el material conceptual que deja al lector y que permite múltiples aplicaciones. De esta forma, describe tres tipos de escenarios: puro conflicto, pura cooperación, conflicto/cooperación.

Las situaciones de puro conflicto se daría si los intereses de los antagonistas fuesen completamente opuestos, solamente “se produciría en caso de guerra, pero de una guerra que tendiese a la total exterminación del enemigo”. La situaciones de pura cooperación son planteadas como curiosos ejercicios para coordinarse sin comunicación entre las partes. Por ejemplo, dónde quedaría con alguien en Madrid –o Barcelona- que ha recibido la misma instrucción, con el que no se puede comunicar. O imagine que ganará 100 euros si apunta en un papel la forma de repartírselos que coincida con la otra parte, donde es imposible la comunicación.

El mensaje de Schelling es que la mayoría de escenarios entre seres humanos son de cooperación y conflicto donde se da un interés común y mutua dependencia entre las partes. Se busca gestionar el conflicto con soluciones aceptables para los intereses mutuos. De ahí que el autor concluya que la mayoría de situaciones de conflicto son escenarios de negociación.

El cambio que supuso este libro es de su nuevo enfoque de la estrategia aplicada a la relaciones internaciones y los temas militares. De esta forma, la estrategia no se refiere a “la aplicación eficiente de la fuerza, sino a la explotación de una fuerza potencial”. Esto significa que la función de los ejércitos tiene un significado eminentemente estratégico, más que puramente combativo. En otro orden cosas, esto significa que la victoria no esta en el combate –cuerpo a cuerpo- de la fuerzas respectivas, sino más bien la victoria está en las expectativas de las partes y la posibilidad de influencia respectiva.

Desde esta perspectiva, Schelling dedica su atención a la noción de “disuasión” –deterrence– como elemento importante de las relaciones internacionales. En este sentido, afirma “cabe hacer aquí una importante distinción entre la aplicación de la fuerza y la amenaza de la fuerza. La disuasión hace relación a la explotación de una fuerza potencial. Su finalidad es la de persuadir a un enemigo en potencia de que, por su propio interés, debe evitar ciertos modos de actuación”.

La conclusión es que no es el uso de la fuerza militar, sino la amenaza –seria y creíble- del uso de la fuerza, lo que llevaría a disuadir a la otra parte de actuar.  Aquí se daría la paradoja de que esta teoría de la disuasión seria “una teoría del hábil no uso de la fuerza militar, para cual se necesita algo más que ingenio puramente militar.” Esa es la vía para el desarrollo de la estrategia como arte y ciencia y para trasformar algunas visiones sobre las relaciones internacionales y la función de los ejércitos. Pero también tendría aplicaciones en los negocios, en los política e, incluso, en la vida cotidiana.

En un pasaje de su libro, Schelling ofrece una definición de estrategia basada en varios elementos:

a) Presupone la existencia de un conflicto; b) pero da por sentado un interés común de ambos adversarios; c) supone un modo de conducta racional; d) fija su atención sobre el hecho de que lo que para cada participante se presenta como la forma mejor de actuación depende de lo que el otro haga; e) la “conducta estratégica” trata de influir en las decisiones del otro actuando sobre sus expectativas de cómo se relacionan la conducta de éste con la suya propia (Schelling, Thomas, La estrategia del conflicto)

¿Cómo gestionar los conflictos? Parece que esto es algo a lo que todos hemos de hacer frente en los diversos ámbitos de la vida. En La estrategia del conflicto, Schelling ofrece una visión que fue innovadora para su tiempo, construyó un marco analítico, desde la teoría de juegos, para afrontar las relaciones internacionales. En un momento, propone varios nombres a esta teoría, como teoría de la asociación precaria o teoría del antagonismo incompleto.  Pero quizá el que ha tenido más éxito es cuando la denomina teoría de la decisión interdependiente. Esa es la clave de la estrategia del conflicto.

Insistir en utilizar criterios objetivos

Fisher y Ury aconsejan que nunca se ceda a presión, solo a principios.
Fisher y Ury aconsejan que nunca se ceda a presión, solo a principios.

 

La cuarta regla del Método del Proyecto de Negociación de Harvard de Fisher y Ury se basa en la relevancia de los acuerdos basados en principios y en no ceder a la presión. Las negociaciones deberían ser escenarios para desarrollar buenos argumentos y se debería estar abierto a la razón, pero cerrado a las amenazas.

En la obra Obtener el sí. Como negociar sin ceder, Fisher y Ury señalan que el objetivo de las negociaciones es llegar a acuerdos inteligentes e imparciales y una buena forma de conseguirlo es acudir a principios establecidos, precedentes o prácticas de la comunidad. Estos tienen un poder de atracción inusitado cuando las partes deben ponerse de acuerdo.

En este punto cabe plantearse dos cuestiones: “¿Cómo desarrolla Vd. criterios objetivos?” y el segundo, “¿Cómo los usa Vd. en la negociación?”.  Sobre la primera cuestión, Fisher y Ury consideran que los criterios objetivos necesitan ser independientes de la voluntad de cada parte y necesitan ser legítimos y prácticos.  Estos criterios vendrían a cumplir una función de anclaje en la negociación y su legitimidad sería independiente de las partes.

Aquí cabe hacer una reflexión sobre algo en lo que ha incidido el filósofo Jon Elster que denomina la función civilizatoria de la hipocresía donde la parte más poderosa defiende argumentos con el lenguaje de la imparcialidad, donde de hecho apela a sus propios intereses. Elster considera que, a pesar de todo, este ejercicio de convertir los argumentos en el lenguaje de la imparcialidad favorece a las minorías.

El Método de Negociación de Harvard  sostiene que se debe enmarcar cada tema como la búsqueda conjunta de un criterio objetivo. Para conseguir esa imparcialidad del método es importante insistir en compartir las búsqueda. El ejemplo clásico es el de dos personas que se quieren repartir una tarta. El método imparcial es que uno parta el pastel y el otro elija el trozo que más le guste. Esto garantiza el acuerdo con el reparto final.

Las negociaciones suelen ser más complejas y acostumbran a incorporar la dimensión de precio. En la búsqueda conjunta de un criterio objetivo, un cuestión relevante podría ser  preguntarse la teoría detrás del precio.  En las compraventas habitualmente la teoría del precio se basa en las diversas ofertas y demandas alternativas, que están en el mercado,  a la específica propuesta de la otra parte. Esto aumenta o disminuye el poder de negociación de las partes y da argumentos para sus posibles demandas.

Lo relevante es construir un ámbito de deliberación con la otra parte para ver los argumentos a favor o en contra de cada posibilidad. Fisher y Ury recomiendan que ”razone y sea abierto a razonar sobre qué principios son más apropiados”.  Hablar sobre los principios, que subyacen a las posiciones, tiene mayor poder de convicción. Los negociadores deben estar abiertos a persuasión razonada sobre los méritos de cada visión.

Este enfoque para llegar a acuerdos inteligentes e imparciales es una alternativa atractiva de las negociaciones basadas en posiciones, amenazas o desinformación.  En este sentido, Fisher y Ury sostienen que “nunca ceda a presión, sólo a principios.” La mejor forma de conseguir que la otra parte haga algo no es obligándola, por la fuerza, sino convenciéndola con buenos argumentos en qué sentido la acción requerida también es de su interés.

Las negociaciones son, desde esta perspectiva,  ámbitos de persuasión que se basarían en la combinación de dos premisas: a) Estar abierto a razón; b) La insistencia de una solución basada en un criterio objetivo.

Esta es la última regla del Método de Negociación de Harvard. El enfoque de Fisher y Ury permite abordar las negociaciones desde una visión constructiva y cooperativa. Donde se considera que llegar a un buen acuerdo es una tarea conjunta de ambas partes donde se deberían explorar bien la diversas posibilidades y deliberar sobre los argumentos tras los intereses de las partes. Por que, a veces, obtener el sí no es una conquista en territorio enemigo, sino una tarea más cooperativa de sentar las bases de mutuos beneficios.

Inventar opciones para beneficio mutuo

Se deben explorar todas las  posibles soluciones y luego debatir su conveniencia
En la ‘tormenta de ideas’ se ha de separar el acto de inventar opciones del acto de juzgarlas

 

En la tercera regla del Método de Negociación de Harvard, Fisher y Ury proponen por un lado explorar las diversas posibilidades  que pueden darse y, por otro lado, hacer explícitos los intereses comunes. En este sentido, el primer consejo de los autores es “expanda el pastel antes de dividirlo”.

Frente a esta regla que demanda “inventar opciones para beneficio mutuo”, existen algunos obstáculos en forma de actitudes o inercias que inhiben el proceso creativo de inventar múltiples opciones.  La primera es el juicio prematuro cuando los negociadores se obstinan en determinadas opciones sin posibilidad de cambiar el escenario con múltiples opciones. La segunda es la búsqueda de una única respuesta donde se da por hecho que cada situación tiene una única posibilidad de solución. La tercera es asumir que el pastel es fijo y la única variable es repartirlo cuando pueden darse situaciones donde el pastel aumente en beneficio de ambas partes. La cuarta es pensar que “solucionar su problema es su problema” donde la cuestión es que la negociación se afronta desde una visión competitiva entre las partes y se olvidan los aspectos cooperativos. Precisamente de ese enfoque cooperativo, se puede –analizando las diversas opciones- aumentar el beneficio mutuo.

Frente a este panorama donde no se aprovechan la diversas posibilidades de la negociaciones, Fisher y Ury proponen diversas soluciones.  En enfoque principal parte de considerar que las negociaciones tienen un componente creativo donde se ha separar el acto de inventar opciones del acto de juzgarlas. Esto se puede conseguir con una ‘tormenta de ideas’ o brainstorming que es un proceso donde las partes se reúnen y, de forma desinhibida, plantean abiertamente todas las opciones posibles en un caso, sin posibilidad de censura de los diversos criterios. Es un proceso donde cuenta la creatividad y donde hay una regla de no crítica. Después habrá posibilidad de valorar e incorporar al curso de la negociación desde las múltiples opciones exploradas.

Transformar la negociación en proceso creativo y cooperativo de la búsqueda de las mejores soluciones para el beneficio mutuo. De esta forma, se deben inventar formas de hacer la decisión fácil para ambas partes. A veces se olvida que las negociones se producen porque las partes tienen unos intereses comunes. La mayoría de las ocasiones permanecen implícitos. El método de Negociación de Harvard afirma que se deben hacer explícitos estos intereses comunes e insistir en ellos como base productiva de la negociación.

Por otro lado, la diferencia de intereses de las partes tiene un gran poder estratégico para el buen curso de las negociaciones. En especial, pueden darse situaciones donde un tema tenga gran interés para ti y suponga poco coste para la otra parte y viceversa. Esto puede derivar en un acuerdo de concesiones mutuas. Precisamente la exploración de los intereses diferentes puede ser la clave de una negociación exitosa.

Las negociaciones se producen en escenarios de cooperación y conflicto entre los seres humanos. Una parte quiere algo de la otra parte y viceversa. Una manera de enfocar la negociación es como una competición de adversarios que luchan por posiciones. Fisher y Ury proponen un método para buscar acuerdos inteligentes a través de una proceso creativo de inventar múltiples opciones para beneficio mutuo. Las partes pueden tener intereses en parte comunes y en parte divergentes. Insistir en los intereses comunes, y gestionar creativamente los intereses diferentes, es la mejor forma de encontrar un acuerdo que sea el mejor para ambas partes.  Negociar bien también significa ser creativo.