Tomás de Aquino, sobre la esperanza

La esperanza se vincula con cosas posibles, pero arduas o difíciles de obtener

Tomas de Aquino nació en Roccasecca, en el Reino de Nápoles en 1224 y falleció en la Abadía de Fossanova en 1274. Fue un fraile dominico, teólogo y filósofo que ha ejercido una enorme influencia. Junto con Agustín de Hipona, son los autores más conocidos del pensamiento medieval. Es destacable su enfoque del Derecho Natural, que hoy en día sigue teniendo seguidores como John Finnis

De su monumental obra “Suma teológica”, nos centraremos aquí en su enfoque de las pasiones humanas, en concreto su tratamiento de la esperanza, una cualidad adecuada para tiempos convulsos.  

La primera aclaración que realiza Tomás de Aquino es que “el objeto de la esperanza no es el bien futuro en absoluto, sino en cuanto arduo y difícil de obtener” (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1-2, q.40, a.1).

Según Tomás de Aquino, Agustín de Hipona equiparó deseo y esperanza ya que “el bien que no es arduo se reputa como nada.” Ante un panorama con dificultades, surge la esperanza. Lo recomendable es conseguir la máxima información de diversas fuentes y tener un criterio para otorgar credibilidad a la información. Solo con información fiable, tiene sentido la esperanza. Por eso es tan actual el debate sobre la desinformación y las fake news.

Continua afirmando Tomás de Aquino: “aunque los animales irracionales no conocen lo futuro, sin embargo por su instinto natural se mueven hacia algo futuro como si lo previesen; pues este instinto les ha sido dado por el entendimiento divino, que prevé las cosas futuras (…) Aunque lo futuro no cae bajo los ojos, no obstante, por lo que actualmente ve el animal, se mueve su apetito a perseguir o eludir algo futuro” (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1-2, q.40, a.3). 

La sensibilidad por los animales no humanos, y su status, o sus pretensiones como titulares de derechos, ha sido objeto de atención académica recientemente en autores como Singer, Kymlicka y Nussbaum. Aunque ha sido un tema clásico de reflexión, como muestra Porfirio. ¿Tienen los animales esperanza? ¿Saben los animales qué es el futuro? Son cuestiones complejas, donde es difícil dar una respuesta. Para avanzar una respuesta, se puede recordar la distinción, que hace Nussbaum, entre el enfoque kantiano que se basa en caracterizar lo humano con la autonomía y racionalidad del enfoque aristotélico, que habla de lo humano como la capacidad de sufrimiento. Tomás de Aquino considera a los animales como irracionales, pero con instinto, que les lleva a gestionar el futuro, aunque no preverlo propiamente, ni conocer el concepto de futuro.   

En otro pasaje de la Suma teológica, Tomás de Aquino hace un importante matiz: “la desesperación no implica la sola privación de la esperanza, sino además cierto alejamiento de la cosa deseada, por estimarse imposible su consecución. De modo que la desesperación como la esperanza presupone el deseo; pues por aquello que no está al alcance de nuestro deseo, ni tenemos esperanza ni desesperación; y por lo mismo ambas se refieren al bien accesible al deseo” (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1-2, q.40, a.4). 

La Real Academia define esperanza como “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.” La desesperación sería desear algo imposible y la esperanza, algo posible. Obviamente, la clave está en qué se considera posible y en base a qué factores. Si es meramente una posibilidad fáctica o entran en juego otros factores circunstanciales, para determinar si algo es posible.  

Precisamente, la experiencia juega un papel en la esperanza. Así, Tomás de Aquino destaca “la necedad y la inexperiencia pueden ser incidentalmente causa de esperanza, a saber, descartando la ciencia por la cual se juzga como verdad que algo no es posible. Luego la inexperiencia es causa de la esperanza por la misma razón que la experiencia es causa de la falta de ella” (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1-2, q.40, a.5). 

Si algo es imposible, no corresponde tener esperanza. Si se da inexperiencia o necedad puede darse una “falsa” esperanza, que no se corresponde con la ciencia. Es interesante que aquí el enfoque de Tomás de Aquino tiene influencia de Aristóteles y la visión de la prudencia, en el trasfondo de que la vida ética es un aprendizaje moral, que tiene como objetivo último la felicidad. Se aprende, practicando, equivocándose, viviendo… Y esta experiencia moral ayuda a saber si algo es posible -y se puede tener esperanza- o es imposible – y la salida es la desesperación-.

Y añade Tomás de Aquino: “los jóvenes y los ebrios, aunque no tenga en realidad firmeza, la tienen en su propia estimación, pues creen firmemente conseguir lo que esperan. (…) aunque los jóvenes y los ebrios son débiles en realidad, mas en su opinión son poderosos, porque no conocen sus defectos” (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1-2, q.40, a.6). 

Los jóvenes viven con unas posibilidades tecnológicas diferentes de generaciones anteriores, pero esto en sí mismo no significa mucho. Los jóvenes deben aprender a valorar la experiencia y los resultados y enfoques de generaciones anteriores, aunque no sea en su formato o lenguaje más cercano. Es importante que los jóvenes tengan esperanza en el futuro, para lo que han de calibrar experiencias y enfoques anteriores y poder encontrar su papel. Las generaciones más maduras tienen la responsabilidad de que esto sea una esperanza frente a lo posible, más que una desesperación hacia lo imposible. 

Por último, Tomás de Aquino alude al valor estratégico de la esperanza: “la desesperación en la guerra se hace peligrosa a causa de alguna esperanza que le está unida; pues los que desesperan de la huida, se acobardan en cuanto a huir, pero esperan vengar su muerte. Y así, a causa de esta esperanza, pelean más encarnizadamente, por lo que se hacen más peligrosos a sus enemigos” (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1-2, q.40, a.8). 

En este párrafo de la Suma teológica, se ejemplifica la táctica negocial conocida como “quemar las naves”. Si una parte toma una decisión irrevocable -como quemar las naves, que permiten la huida-, la batalla será mucho más cruenta y, quien ha cancelado su huida, tendrá mucha más esperanza en su victoria, más motivos para luchar.  Para que funcione esta táctica, cuando se toma la decisión irrevocable, debe ser conocida por la otra parte de una forma fiable y creíble. 

La esperanza permite afrontar el futuro, con moderado optimismo, aunque con ciertas dificultades, si se cuenta con la información y la experiencia adecuados y se buscan objetivos posibles. Es el camino para la esperanza.

.

Zenón, las paradojas como argumento

Zenón utilizaba el poder de convicción de las paradojas
Zenón utilizaba el poder de convicción de las paradojas

 

Zenón de Elea fue discípulo de Parménides y ambos forman la denominada Escuela eleática, porque nacieron en Elea, Italia meridional. Se dice que Pericles fue oyente de sus lecciones. La tarea filosófica de Zenón busca defender las ideas de su maestro Parménides de una forma original. Utiliza los argumentos que describen las visiones opuestas como situaciones absurdas o inverosímiles, que denomina paradojas.

De esta forma, según Guthrie “la mayoría de argumentos de Zenón, de los que tenemos conocimiento, pueden dividirse en dos grupos, que se dirigen, respectivamente, contra las ideas de pluralidad y movimiento.” Zenón es un filósofo que para defender la unidad de ser –idea central de Parménides-, trata de argumentar, con paradojas, contra las nociones de pluralidad y movimiento.

Esta forma de argumentar es conocida como reducción al absurdo ya que defiende una posición a partir de concluir consecuencias absurdas de las visiones opuestas. Convertir las alternativas en paradojas. Como sostiene Parain, “la dialéctica de Zenón utiliza un estilo de argumentación que se hizo célebre. Consiste en afirmar el postulado del adversario para sacar de él proposiciones contradictorias.”

A continuación se analizarán las célebres paradojas de Zenón sobre movimiento y pluralidad y se comentarán desde una perspectiva más amplia de los temas de Estrategia Minerva Blog.

Aquiles y la Tortuga

“El corredor más lento no será nunca adelantado por el más rápido; pues es necesario que antes llegue el perseguidor al punto de donde partió el perseguido, de modo que es preciso que el más lento vaya siempre algo delante.” Aristóteles, Física, Z 9, 239 b 14

Otra explicación de la paradoja la ofrece Parain cuando afirma “Aquiles corriendo tras la tortuga: nunca le dará alcance, porque antes de alcanzar su primera posición, la tortuga habrá avanzado, y mientras llegue a su segunda posición, la tortuga volverá a avanzar, etc.”

No fue hasta el siglo XVII cuando el matemático escocés James Gregory demostró que la paradoja era falsa. Una demostración matemática se puede encontrar aquí. Aquiles alcanzaría, en realidad, a la tortuga según las leyes convencionales de la física. Sin embargo, Esopo explica la fábula de la liebre y al tortuga donde la arrogancia lleva a la liebre a dormirse y, finalmente, la tortuga es la que gana.

Pues bien, busquemos una moraleja a la fábula desde Estrategia Minerva Blog: la tortuga gana, aunque la liebre vaya más veloz. Las tortugas son símbolo de longevidad y de la buena suerte. Son animales apacibles y tolerantes, que van haciendo su camino, sin preocuparse de los demás.

La liebre pierde por vanidad, por confianza excesiva en sus capacidades, por menospreciar a la tortuga. Esto le lleva a dormirse. Cuando despierta, es demasiado tarde. Por tanto, no existe batalla ganada hasta el final, tampoco es bueno darla por ganada o por perdida. Cada uno ha de hacer su camino con confianza en sus posibilidades.

Otra interpretación –libre- a partir de la paradoja de Zenón podría ser que por buenas que sean nuestra cualidades, siempre nos vencerá alguna tortuga. El éxito completo en todos los ámbitos es difícil. Pero la victoria de la tortuga nos puede hacer aprender de sus cualidades: un vivir apacible y buena sintonía con su entorno.

La flecha y el tiempo

“Zenón argumenta con falacia, porque si, dice, todo está siempre en reposo, cuando está frente a lo que es igual y lo que está en movimiento está siempre en el ahora, la flecha en movimiento está inmóvil. Pero esto es falso: pues el tiempo no se compone de “ahoras” indivisibles, como tampoco ninguna otra magnitud” Aristóteles, Fis, Z 9, 239 b 30-33, 5-9

Otra explicación de la paradoja la ofrece Parain cuando afirma “la flecha que vuela: no se mueve; porque en cada momento presente, ocupa su sitio exacto; y en el momento presente posterior, sigue ocupando su sitio exacto, etc.”

Esta paradoja hace referencia a la noción de tiempo y velocidad. Según Zenón, la flecha está inmóvil en sucesivos ‘ahora’. La paradoja de Zenón, como ya mostró Aristóteles, no se sostiene. El movimiento y la velocidad existen para los seres humanos.

Pero pensar los objetos del ‘ahora’ como inmóviles puede hacer reflexionar en el peso del pasado/presente/futuro para la toma de decisiones. Especialmente aquellas que hacen idolatría del ‘ahora’, comprometiendo el futuro. Técnicamente esto podría estar vinculado a la ‘aversión al riesgo’. ¿Cuál es el peso del pasado en nuestras decisiones presentes? ¿Cuál es el peso del futuro en nuestras decisiones presentes? La flecha no está inmóvil, existe el movimiento.

A nuestro nivel, esto significa que se debe, en el momento presente, aprender de decisiones pasadas y no comprometer excesivamente las decisiones futuras.

Los objetivos de Zenón

Zenón quería defender sus ideas contra la idea de pluralidad y movimiento, a favor de la visión de su maestro Parménides. Sus paradojas buscan mostrar como absurdas las consecuencias de adoptar los puntos de vista con los que no estaba de acuerdo. Esto sería retomado por los sofistas.

Como recuerdan Kirk, Raven, Schofield un aprendizaje desde la visión de Zenón es: “No consideres precisamente las conclusiones: aplica tus facultades críticas a los argumentos que las originan.” El poder de convicción del mejor argumento. La particularidad de Zenón es que utilizó paradojas como argumentos y sus misterios llegan hasta nuestros días.