Insistir en utilizar criterios objetivos

Fisher y Ury aconsejan que nunca se ceda a presión, solo a principios.
Fisher y Ury aconsejan que nunca se ceda a presión, solo a principios.

 

La cuarta regla del Método del Proyecto de Negociación de Harvard de Fisher y Ury se basa en la relevancia de los acuerdos basados en principios y en no ceder a la presión. Las negociaciones deberían ser escenarios para desarrollar buenos argumentos y se debería estar abierto a la razón, pero cerrado a las amenazas.

En la obra Obtener el sí. Como negociar sin ceder, Fisher y Ury señalan que el objetivo de las negociaciones es llegar a acuerdos inteligentes e imparciales y una buena forma de conseguirlo es acudir a principios establecidos, precedentes o prácticas de la comunidad. Estos tienen un poder de atracción inusitado cuando las partes deben ponerse de acuerdo.

En este punto cabe plantearse dos cuestiones: “¿Cómo desarrolla Vd. criterios objetivos?” y el segundo, “¿Cómo los usa Vd. en la negociación?”.  Sobre la primera cuestión, Fisher y Ury consideran que los criterios objetivos necesitan ser independientes de la voluntad de cada parte y necesitan ser legítimos y prácticos.  Estos criterios vendrían a cumplir una función de anclaje en la negociación y su legitimidad sería independiente de las partes.

Aquí cabe hacer una reflexión sobre algo en lo que ha incidido el filósofo Jon Elster que denomina la función civilizatoria de la hipocresía donde la parte más poderosa defiende argumentos con el lenguaje de la imparcialidad, donde de hecho apela a sus propios intereses. Elster considera que, a pesar de todo, este ejercicio de convertir los argumentos en el lenguaje de la imparcialidad favorece a las minorías.

El Método de Negociación de Harvard  sostiene que se debe enmarcar cada tema como la búsqueda conjunta de un criterio objetivo. Para conseguir esa imparcialidad del método es importante insistir en compartir las búsqueda. El ejemplo clásico es el de dos personas que se quieren repartir una tarta. El método imparcial es que uno parta el pastel y el otro elija el trozo que más le guste. Esto garantiza el acuerdo con el reparto final.

Las negociaciones suelen ser más complejas y acostumbran a incorporar la dimensión de precio. En la búsqueda conjunta de un criterio objetivo, un cuestión relevante podría ser  preguntarse la teoría detrás del precio.  En las compraventas habitualmente la teoría del precio se basa en las diversas ofertas y demandas alternativas, que están en el mercado,  a la específica propuesta de la otra parte. Esto aumenta o disminuye el poder de negociación de las partes y da argumentos para sus posibles demandas.

Lo relevante es construir un ámbito de deliberación con la otra parte para ver los argumentos a favor o en contra de cada posibilidad. Fisher y Ury recomiendan que ”razone y sea abierto a razonar sobre qué principios son más apropiados”.  Hablar sobre los principios, que subyacen a las posiciones, tiene mayor poder de convicción. Los negociadores deben estar abiertos a persuasión razonada sobre los méritos de cada visión.

Este enfoque para llegar a acuerdos inteligentes e imparciales es una alternativa atractiva de las negociaciones basadas en posiciones, amenazas o desinformación.  En este sentido, Fisher y Ury sostienen que “nunca ceda a presión, sólo a principios.” La mejor forma de conseguir que la otra parte haga algo no es obligándola, por la fuerza, sino convenciéndola con buenos argumentos en qué sentido la acción requerida también es de su interés.

Las negociaciones son, desde esta perspectiva,  ámbitos de persuasión que se basarían en la combinación de dos premisas: a) Estar abierto a razón; b) La insistencia de una solución basada en un criterio objetivo.

Esta es la última regla del Método de Negociación de Harvard. El enfoque de Fisher y Ury permite abordar las negociaciones desde una visión constructiva y cooperativa. Donde se considera que llegar a un buen acuerdo es una tarea conjunta de ambas partes donde se deberían explorar bien la diversas posibilidades y deliberar sobre los argumentos tras los intereses de las partes. Por que, a veces, obtener el sí no es una conquista en territorio enemigo, sino una tarea más cooperativa de sentar las bases de mutuos beneficios.

Inventar opciones para beneficio mutuo

Se deben explorar todas las  posibles soluciones y luego debatir su conveniencia
En la ‘tormenta de ideas’ se ha de separar el acto de inventar opciones del acto de juzgarlas

 

En la tercera regla del Método de Negociación de Harvard, Fisher y Ury proponen por un lado explorar las diversas posibilidades  que pueden darse y, por otro lado, hacer explícitos los intereses comunes. En este sentido, el primer consejo de los autores es “expanda el pastel antes de dividirlo”.

Frente a esta regla que demanda “inventar opciones para beneficio mutuo”, existen algunos obstáculos en forma de actitudes o inercias que inhiben el proceso creativo de inventar múltiples opciones.  La primera es el juicio prematuro cuando los negociadores se obstinan en determinadas opciones sin posibilidad de cambiar el escenario con múltiples opciones. La segunda es la búsqueda de una única respuesta donde se da por hecho que cada situación tiene una única posibilidad de solución. La tercera es asumir que el pastel es fijo y la única variable es repartirlo cuando pueden darse situaciones donde el pastel aumente en beneficio de ambas partes. La cuarta es pensar que “solucionar su problema es su problema” donde la cuestión es que la negociación se afronta desde una visión competitiva entre las partes y se olvidan los aspectos cooperativos. Precisamente de ese enfoque cooperativo, se puede –analizando las diversas opciones- aumentar el beneficio mutuo.

Frente a este panorama donde no se aprovechan la diversas posibilidades de la negociaciones, Fisher y Ury proponen diversas soluciones.  En enfoque principal parte de considerar que las negociaciones tienen un componente creativo donde se ha separar el acto de inventar opciones del acto de juzgarlas. Esto se puede conseguir con una ‘tormenta de ideas’ o brainstorming que es un proceso donde las partes se reúnen y, de forma desinhibida, plantean abiertamente todas las opciones posibles en un caso, sin posibilidad de censura de los diversos criterios. Es un proceso donde cuenta la creatividad y donde hay una regla de no crítica. Después habrá posibilidad de valorar e incorporar al curso de la negociación desde las múltiples opciones exploradas.

Transformar la negociación en proceso creativo y cooperativo de la búsqueda de las mejores soluciones para el beneficio mutuo. De esta forma, se deben inventar formas de hacer la decisión fácil para ambas partes. A veces se olvida que las negociones se producen porque las partes tienen unos intereses comunes. La mayoría de las ocasiones permanecen implícitos. El método de Negociación de Harvard afirma que se deben hacer explícitos estos intereses comunes e insistir en ellos como base productiva de la negociación.

Por otro lado, la diferencia de intereses de las partes tiene un gran poder estratégico para el buen curso de las negociaciones. En especial, pueden darse situaciones donde un tema tenga gran interés para ti y suponga poco coste para la otra parte y viceversa. Esto puede derivar en un acuerdo de concesiones mutuas. Precisamente la exploración de los intereses diferentes puede ser la clave de una negociación exitosa.

Las negociaciones se producen en escenarios de cooperación y conflicto entre los seres humanos. Una parte quiere algo de la otra parte y viceversa. Una manera de enfocar la negociación es como una competición de adversarios que luchan por posiciones. Fisher y Ury proponen un método para buscar acuerdos inteligentes a través de una proceso creativo de inventar múltiples opciones para beneficio mutuo. Las partes pueden tener intereses en parte comunes y en parte divergentes. Insistir en los intereses comunes, y gestionar creativamente los intereses diferentes, es la mejor forma de encontrar un acuerdo que sea el mejor para ambas partes.  Negociar bien también significa ser creativo.

 

Centrarse en intereses, no en posiciones

Explorar los intereses comunes y divergentes puede ser una vía interesante
Explorar los intereses comunes y divergentes puede ser una vía interesante y mejor que aferrarse a posiciones

 

La segunda regla del Método de Negociación de Harvard establece: centrarse en intereses, no en posiciones. Muchas veces nos encontramos en situaciones, que se hacen interminables, donde las partes discuten duramente sobre una o dos variables. Allí cada parte fija su posiciones y cada cesión ha sido después de un arduo trabajo. Pueden haber negociadores más duros o más flexibles, pero lo que plantean Fisher y Ury es que el enfoque de estas negociaciones no es el más adecuado.

Los autores del Obtenga el sí. Como negociar sin ceder consideran que más que centrar las negociaciones en posiciones, es más inteligente analizar los intereses de las partes y buscar una solución que satisfaga a ambas partes. Los seres humanos tenemos diversos intereses que no suelen estar en la superficie los términos de una negociación. Además los intereses entre diferentes personas son múltiples y diversos y esto puede ser especialmente relevante en las negociaciones.

Un mismo objeto puede tener una utilidad muy distinta según los intereses de cada personas. Aunque normalmente las negociaciones se queda en la superficie, en la discusión desde posiciones que parecen irreconciliables, renuentes a hacer concesiones mutuas. La clave es detenerse a analizar cuáles son nuestros intereses en esa negociación y, especialmente, cuáles son los intereses de la otra parte.  Aquí se debe atender a todo el torrente de información que podamos obtener de cuestiones, que no se les da importancia, como conversaciones informales, lenguaje corporal, comprobaciones imparciales de datos,…

El método de Harvard considera que la negociación debe centrarse en los intereses y la forma de que surjan es planteando la cuestión: “¿Por qué?” Esto obliga a cada parte a justificar sus puntos de vista. Este esfuerzo puede dar su fruto si de esta forma se apela, en última instancia, a los intereses que subyacen a las posiciones que se mantienen. Es más la negociación debe centrarse en esos intereses para llegar a ser un acuerdo inteligente.

En segunda instancia, Fisher y Ury proponen preguntar: “¿Por qué no?”. Aquí las partes deben justificar porque sus elecciones son mejores que las de la otra parte y en qué sentido. Deben desarrollar el poder de convicción de sus propuestas e intentar hacer ver que ventajas tienen. Esta pregunta también sirve para explorar los intereses de cada parte.

La negociación se produce porque existen unos intereses comunes, aunque también pueden haber unos intereses divergentes. Es importante, a la hora de emprender una negociación, conocer los verdaderos intereses de la otra parte. También es relevante a la hora de realizar una oferta, analizar qué le supone y si cumple con sus intereses. En ocasiones, la solución puede responder razonablemente a los intereses de ambas partes. Pero siempre al realizar una oferta, ha de estar presente la necesidad de salvar la cara de la otra parte. Es decir, ayudar a justificarle el resultado final.

Si los acuerdos son muy desproporcionados es posible que no sean estables en el tiempo. Esto supondría que realmente no responden a alguno de los intereses de una de las partes.

En esta regla del método de Harvard, Fisher y Ury aconsejan: “Haga una lista de intereses.” El enfoque habitual de las negociaciones suele situarse en la búsqueda de concesiones sobre una variable, por lo general monetaria. Pero se pierden de vista los intereses, que pueden ser diversos y que pueden requerir diferentes acomodaciones. Sería interesante explorar en las negociaciones los intereses subyacentes, hacerlos explícitos, porque en muchas ocasiones los intereses compartidos y divergentes puede mostrar que estamos ante una decisión interdependiente: para conseguir algo necesitamos a la otra parte y la otra parte nos necesita para conseguir algo, quizá algo distinto.

Los seres humanos tenemos intereses diversos y buscamos satisfacerlos mediante nuestro plan de vida. Las negociaciones, que pueden ser profesionales que también abarcan a la vida cotidiana, son una forma de encontrar acuerdos cooperativos con los demás y el éxito puede venir de saber explorar los intereses mutuos y divergentes. Es un camino para enfocar las negociaciones en los intereses y llegar a acuerdos inteligentes. 

 

Mire hacia delante, razone hacia atrás

arte estrategia foto
Estudiar decisiones del pasado ayuda a predecir comportamientos del futuro

 

¿Cómo tomar las mejores decisiones? En su obra El arte de la estrategia, Dixit y Nalebuff intentan seguir dando respuesta a esta cuestión en la línea de su obra anterior Pensar estratégicamente. Estos autores parten de considerar que, en la vida, casi todo puede ser considerado un juego. Con ilustrativos ejemplos de los negocios, la política, los deportes y la vida cotidiana, Dixit y Nalebuff consiguen un libro ameno sobre la ciencia y el arte de la estrategia, desde la perspectiva de la teoría de juegos, que definen como “la rama de las ciencias sociales que estudia la toma de decisiones estratégicas”.

En un pasaje, se refieren al ajedrez como un juego donde se muestra la ciencia y el arte de la estrategia. La ciencia tiene que ver con aspectos deductivos, lógicos y de aplicación de la racionalidad. El arte tiene que ver con determinadas habilidades, con un capacidad intuitiva, de creatividad y, como se verá, de desarrollo de la empatía. Los dos aspectos son complementarios y necesarios en una buena estrategia

Los juegos de estrategia se caracterizan, generalmente, por  la interdependencia de las decisiones de los jugadores. Este es un concepto clave que significa que nuestros resultados dependen de las decisiones de los demás y los resultados de los demás dependen de nuestras decisiones.  Estas interacciones pueden darse de forma simultanea o consecutiva.

La primera regla de la estrategia, según Dixit y Nalebuff, es: mire hacia delante, razone hacia atrás. Esto puede tener diversas traducciones, pero supone que el comportamiento, los motivos o los incentivos, en el pasado, de los jugadores ayudan a predecir sus acciones futuras y, en base a esta predicción, se debe situar la mejor decisión en cada momento.

Desde la metodología de la teoría de juegos, se desarrollan árboles de juego y árboles de decisión donde se sitúan a los jugadores ante todas sus posibles alternativas y, generalmente, se le asignan a cada una de éstas un valor según su peso en la decisión final. Esto permite ver las cosas con más claridad, ver los efectos de las diversas interacciones y prever la mejor respuesta.

Uno de los juegos que mencionan Dixit y Nalebuff es el juego del ultimátum. Aquí dos jugadores deben repartirse una cantidad de dinero, digamos 100 euros. Existe un proponente que realiza una oferta de reparto y un respondente que puede aceptar o no. Si están de acuerdo, ambos se llevarán la cantidad acordada, pero si el respondente no acepta, nadie se llevará nada. ¿Cómo solucionaría este caso?

Habría varias posible formas de solucionar este juego que dependen de cuestiones como los valores de los jugadores, sus diferencias culturales, las veces que se ha de jugar, su nivel de envidia, su miedo a perder… En general, de los experimentos realizados la mayoría quedaba en la franja de 40 o 50 para el respondente. Pero si fuera respondente, ¿aceptaría la oferta de 20 euros para Vd. y 80 para el proponente? ¿O preferiría que los dos perdieran?

Esto nos lleva a la cuestión de los motivos de cada jugador, lo que está vinculado con el tema más amplio de la naturaleza humana. Parecería que los presupuestos de la teoría de la elección racional para la noción de ser humano son la racionalidad y el egoísmo. Es interesante que Dixit y Nalebuff en El arte de la estrategia sostienen que la teoría de juegos, y su noción de ser humano, también está vinculada con al altruismo o la búsqueda de la justicia.

Una segunda regla estratégica relevante es: ponerse en el lugar del otro. Esto significa que la mejor forma de predecir el comportamiento futuro de un jugador es internalizar su punto de vista, su información, sus opiniones y sus valores. De ese ejercicio de ponerse en la piel del otro –putting in his/her shoes– se pueden aprender muchas cosas y obtener -algo más que- indicios de lo que serán sus acciones futuras.

Esta regla está vinculada con el concepto de empatía, que tiene un indudable trasfondo ético. He defendido la noción de ética de la alteridad como el aprendizaje moral que se produce de internalizar los valores de la diferencia. Esta visión se opone tanto al relativismo del todo vale y como a cualquier tipo de alterofobia (racismo, misoginia, xenofobia, antisemitismo, homofobia, edadismo,..) Se aprende de la diferencia, lo que no supone renunciar a los propios valores, sino más bien enriquecerlos.

La vida tiene constantes y múltiples interacciones. Aprendamos de los demás seres humanos y será más fácil anticipar el futuro.

 

¿Quién le pone el cascabel al gato?

El Estado de Naturaleza es una guerra de todos contra todos.
El Estado de Naturaleza es una guerra de todos contra todos.

 

En el inicio de Pensar estratégicamente, Dixit y Nalebuff explican unos cuentos relacionados con elementos estratégicos. En concreto, uno de ellos dice así “en el cuento infantil sobre quién le iba a poner el cascabel al gato, los ratones deciden que la vida sería mucho más fácil si el gato tuviera que llevar un cascabel al cuello. El problema era quién arriesgaría su vida para ponerle el cascabel.” Esto hace referencia a un famoso problema de acción colectica, que se conoce como dilema del prisionero. La primera versión de este problema aparece en una obra del siglo XVII que fue escrita por Thomas Hobbes y se llama Leviatán.

En este tratado el autor formula, por primera vez, la teoría del Contrato social como forma de justificar el Estado. Para ello imagina como sería una sociedad sin leyes y sin Estado y le llamó Estado de Naturaleza.

Los seres humanos son mutuamente vulnerables y tienen una relativa igualdad de facultades. Lo cual hace, según el relato hobbesiano, que compitan por determinados objetivos, se produzca la desconfianza y se llegue a la guerra. Hobbes sitúa en la naturaleza del hombre tres causas principales de disensión: la competencia –hace que los hombres invadan el terreno de otros para conseguir ganancias-,  la desconfianza –para lograr seguridad- y la gloria –para adquirir reputación-.

Aquí la famosa frase de que el hombre es un lobo para el hombre. Hobbes describe el Estado de Naturaleza como una guerra de todos contra todos donde “la vida del hombre es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.

La vida se compone de elecciones que tienen sus puntos a favor y en contra y, en este caso, se puede sintetizar en una dilema entre guerra y paz. Si se opta por la guerra, los seres humanos permanecen libres, a lo que aspiran naturalmente, y pueden ejercer el dominio sobre los demás. Si se opta por la paz,  se garantiza la propia conservación, el deseo de obtener las cosas necesarias para vivir cómodamente, y la esperanza de que, con su trabajo, pueda conseguirlas.

Pero para conseguir la paz, se necesita un poder común que haga cumplir los convenios y obedecer las leyes. Además de la guerra constante, lo que caracteriza al Estado de Naturaleza es la ausencia de un poder que haga cumplir los pactos y normas. Y aquí viene el dilema ¿quién le pone el cascabel al gato?

Existe una situación óptima que requiere la cooperación de ambas partes –paz- y una situación mediocre que supone la competición de ambas partes –guerra-. También existen situaciones intermedias donde uno coopera y otro compite donde una parte gana y otra pierde. El equilibrio se sitúa, en principio, en la situación mediocre –guerra-, pero si ambas parte llegasen a un acuerdo llegarían a un estado óptimo –paz- Pero para que el acuerdo sea estable debe haber garantías de que ninguna parte va a traicionar a la otra.

El resultado óptimo necesita del acuerdo estable entre las partes. Explicado de forma sintética, esta visión subyace a la lógica del Contrato Social. El Estado se justifica porque se garantiza de forma estable que se cumplan los convenios y se obedezcan las leyes. Ha de ser un Estado porque un grupo de personas o una multitud de personas no garantizan que alguien traicione el pacto o no quiera cumplirlo.

Es más que concordia o consentimiento, explica Hobbes “es una verdadera unidad de todos en una y la misma persona, unidad a la que se llega mediante un acuerdo de cada hombre con cada hombre, como si cada uno estuviera diciendo a otro: “Autorizo y concedo el derecho de gobernarme a mí mismo, dando esa autoridad a este hombre o a esta asamblea de hombres, con la condición de que tú también le concedas tu propio derecho de igual manera y les des esa autoridad en todas sus acciones. Una multitud así unida en una persona es lo que llamamos Estado, en latín Civitas”.  

Según el enfoque hobbesiano las funciones principales del Estado son garantizar la paz y la seguridad. Alguien podría sostener que nunca ha firmado un contrato parecido al formulado por Hobbes. La respuesta que se podría dar es que está disfrutando del resultado óptimo –paz- y que esto es preferible al resultado mediocre –guerra- donde es libre, pero sometido a una gran inseguridad y peligro. Mantener el resultado óptimo de paz requiere un acuerdo para tener un poder común –Estado- que haga cumplir los pactos y que se obedezcan las leyes. Hobbes fue el primero que puso el cascabel al gato, que dijo que era preferible la paz y la seguridad garantizadas por el Estado, que la libertad natural que aboca a la guerra de todos contra todos.

 

Modelo ético virtuoso

Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente.
Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente.

 

El último modelo que analizaré es el modelo ético virtuoso. Esta visión se compone de algunos principios. En primer lugar, para conocer la acción correcta en un caso se debe pensar cómo actuaría una persona virtuosa en ese caso. En segundo lugar, una persona virtuosa es aquella que posee virtudes. En tercer lugar, las virtudes son hábitos o disposiciones que forjan el carácter de los seres humanos y que muestran la excelencia de una determinada práctica.

Existe una confusión con el lenguaje de las virtudes desde el enfoque religioso y el enfoque ético. Las virtudes para la religión cristiana son fe, esperanza y caridad. Sin embargo, el enfoque de la ética de las virtudes es anterior al cristianismo y está identificado con la obra de Aristóteles. En Etica a Nicómaco, considera como virtudes la prudencia, el coraje, la justicia y la templanza.

Es relevante el componente educativo en la ética de las virtudes. Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente. O dicho de otra forma, repitiendo los hábitos que son virtuosos, nuestro carácter se convierte en virtuoso. De ahí que este modelo sea tan importante en la educación y que las virtudes, en términos generales, se pueden aprender.

Pero ¿qué es una virtud? Este modelo ético es más flexible que el modelo deontológico. El modelo ético virtuoso es más contextualista y pluralista. Cada uno puede encontrar cuales son sus modelos de excelencia –virtudes- e intentar actuar de acuerdo con ellos. Pero no todo puede ser una virtud, no es un modelo relativista. Existen comportamientos más cercanos a los vicios que a las virtudes y aunque existe un componente contextualista, existen algunos casos claros que no pueden ser virtudes. La maldad, el asesinato o la envidia no pueden nunca ser consideradas virtudes.

¿Cuáles son las virtudes de un estratega? Por lo visto hasta ahora, la virtudes se aprenden, comportándose virtuosamente y existe un elemento contextualista donde cada cuál encuentra sus modelos de excelencia, con algunos límites. Inspirándose en Aristóteles se puede considerar que existen, al menos, tres perspectivas interesantes sobre las virtudes para los estrategas: a) La ley del término medio; b) La importancia de la experiencia; c) La virtud de la prudencia como sabiduría práctica.

Una virtud es el término medio entre dos excesos o vicios, uno por defecto y otro por exceso. Esto básicamente es lo que sostiene la ley del término medio. Es una llamada a la moderación en las diversas acciones. El análisis que se puede realizar es que dados unos concretos objetivos, se debería determinar cuáles son las acciones virtuosas –dentro del término medio- y cuáles son acciones excesivas –por defecto o exceso-.

El enfoque de la ética de las virtudes da mucha importancia a la experiencia. Se aprende a ser virtuoso, se aprenden las virtudes de la estrategia. La mejor manera de aprender, desde unas bases adecuadas, es la experiencia. Es en la práctica donde cada uno encuentra sus modelos de excelencia, lo que permite ver que las virtudes dependen del contexto. La experiencia también permite valorar si realmente nos encontramos ante una virtud o un exceso.

De entre todas las virtudes, Aristóteles destaca la prudencia, donde considera que es un sinónimo de la sabiduría práctica. Este autor se refiere a la palabra phronesis para considerar que es la virtud central de los seres humanos. También para los estrategas la prudencia es una virtud central. La prudencia lleva a sopesar siempre todas las alternativas, a pensar los diferentes costes de oportunidad, promover métodos de comprobación imparcial, acudir a terceros o expertos y, especialmente, pensar bien -y no precipitarse- ante las diferentes operaciones.

Del modelo ético virtuoso se puede concluir: que las virtudes del estratega se pueden aprender; que uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente; que la experiencia nos enseña el camino; se ha de hacer un balance para encontrar virtudes y excesos y la virtudes están en la moderación y, finalmente, que la virtud central para los estrategas es la prudencia, que es la sabiduría práctica. El camino a la virtud es un aprendizaje hacia la excelencia a partir de la experiencia y la prudencia. ¿Nos atrevemos a caminar?

 

 

Modelo ético consecuencialista

El utilitarismo sostienela mayor felicidad para el mayor número.
El utilitarismo sostiene la mayor felicidad para el mayor número. 

 

Frente al modelo ético deontológico se sitúa el modelo ético consecuencialista. Este considera que el objetivo de la ética es conseguir las mejores consecuencias. Existen varios tipos de éticas consecuencialistas, la más conocida es el utilitarismo. Es famosa la formulación de que la ética debe buscar la mayor felicidad para el mayor número.

El utilitarismo afirma que se debe maximizar una variable, ya sea la felicidad, la utilidad, el placer o el bienestar. Surgió en el contexto anglosajón, en la época de la industrialización, donde había gran optimismo en aplicar los métodos de la Ciencias puras a las Ciencias sociales. El utilitarismo parte de que la ética se puede básicamente reducir a una variable, y su maximización, y que esa variable puede conocerse.  Existe algo así como una máquina de la felicidad que mide cómo de felices son las personas.

Esto puede sonar extraño, pero a un economista algo le debe sonar. El modelo de hombre en el que se basa la Teoría económica tradicional afirma que la racionalidad es la maximización de una variable. Ese modelo se conoce como homo economicus. Esta visión adopta como premisa indiscutida el utilitarismo y, en general, el enfoque consecuencialista.

¿No es la estrategia la correcta adecuación de medios y fines? Anticipar que consecuencias tendrán nuestras acciones es algo propio de toda estrategia. Pero la cuestión es si las consecuencias pueden ser el único criterio para la toma de decisiones. Imaginemos un caso donde tenemos detenido a terrorista, que sabe dónde va a explotar una bomba en un lugar céntrico dentro de dos horas. La pregunta desde el consecuencialismo sería ¿es lícito torturar a este terrorista para evitar que explote la bomba? He planteado muchas veces a mis estudiantes este caso, explicado en un Manual del Etica. Las respuestas están bastante divididas entre estudiantes más deontológicos o más consecuencialistas.

Como la máquina de la felicidad no existe, los economistas inspirados en el utilitarismo, a veces suelen considerar la variable a maximizar, el dinero. Este planteamiento puede ser contrastado desde una visión ética más robusta que afirme que los bienes humanos son plurales y complejos. Un ejemplo de esta argumentación lo ofrece Sandel en su libro Lo que el dinero no pueden comprar, donde da ejemplos de los límites morales del mercado. Las relaciones de amistad y amor no se reducen nunca, o así debería ser, a términos monetarios. Pero más allá, ¿es lícito vender un riñón? ¿es lícito ser madre de alquiler? ¿todo se puede comprar y vender? ¿se puede contaminar a cambio de dinero? ¿es lícito comprar la residencia o la nacionalidad?

Este fenómeno que alude Sandel se denomina técnicamente inconmensurabilidad en sentido débil y significa que no se pueden reducir los valores a una sola variable. En general, los casos aluden a reducir todo a términos monetarios. Los valores son más plurales y los seres humanos más complejos.

Desde el punto de vista de la estrategia, quizá habría que hacer una evaluación más completa de los fines. Concebir un plan para maximizar una variable puede hacer perder de vista otros bienes implicados. El acuerdo puede surgir precisamente porque las partes tengan intereses distintos. Pero es necesario explorar esos intereses.

Anticipar las consecuencias de las acciones es algo que marca la prudencia. La estrategia busca la victoria, pero ésta no siempre viene de maximizar una única variable. La vida es más plural y compleja.

 

Modelo ético deontológico

 

Dentológico es el enfoque ético que se basa en deberes
Dentológico es el enfoque ético que se basa en deberes

 

Antes de adentrarnos en contenidos más estratégicos, voy a dedicar una serie de post a diversos modelos éticos. Estos modelos sirven para juzgar nuestras acciones y también pueden inspirar diversas estrategias. El primer modelo ético es el deontológico.

Primero es necesario deslindar su significado frente a alguna confusión que se podría dar. Existen dos significados para la palabra deontología. El primero tiene que ver con la ética profesional, con el conjunto de valores y normas que regulan el ejercicio de una profesión y que a veces se recogen en un código deontológico, como el caso de médicos, abogados, periodistas… El segundo está relacionado con un enfoque ético que básicamente se basa en deberes.

Me ocuparé en este post de este segundo significado. El modelo ético deontológico, que se basa en deberes, se suele contraponer al modelo ético consecuencialista, que se basa en las consecuencias. Más propiamente el modelo deontológico se basa en que el individuo debe actuar según el principio o valor correcto.

El paradigma del modelo ético deontológico es la filosofía de Inmanuel Kant y se suele ejemplificar en las formulaciones del imperativo categórico. De esta forma, se afirma: ”compórtate de tal forma que tu máxima de actuación se convierta en ley universal”.  Este parece un principio moral importante, sin embargo algunos sostienen que está vacío.  Con la suficiente habilidad, alguien puede convertir el ley universal, pretensiones poco aceptables. Veamos como funciona este mecanismo. Si alguien quiere utilizar el lenguaje del odio contra las minorías parece que esto no podría universalizarse. Sin embargo, si alguien defendiera políticas de discriminación positiva ¿podrían universalizarse? Alguien podría sostener que no realiza lenguaje del odio, sino que el principio a universalizar es la libertad de expresión de personas con orgullo propio.

Detrás del imperativo categórico se esconde la regla de oro de la Humanidad, que tiene trascendencia estratégica, que sostendría “trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”. Es una regla que se basa en la reciprocidad, pero a diferencia del ojo por ojo, no es una regla de respuesta ante un ataque, sino que anticipa una actitud cooperativa, que implica ponerse en el lugar del otro. Algunos estudios señalan que está actitud cooperativa a largo plazo es la que da mejores resultados.

Otra formulación del imperativo categórico es “trata a todo ser humano siempre como un fin en si mismo, nunca como un medio”. Esto muestra como el modelo ético deontológico es una ética de máximos. Otros conectan esta visión con la noción de dignidad humana. Desde la estrategia, se podría decir que ésta es una encomiable declaración de principios, pero que las relaciones humanas se mueven entre la cooperación y la competición. La estrategia debería potenciar los elementos cooperativos y disminuir los elementos competitivos, para conseguir unos objetivos determinados.

Este modelo ético deontológico es legalista, rigorista, anterior a la experiencia, racional, de aplicación universal. Existen dos máximas que defiende este modelo que tienen especial trascendencia estratégica. La primera es que se deben siempre cumplir las promesas. En EEUU, algunos periodistas van a prisión por no revelar sus fuentes en juicio. Su promesa de confidencialidad es más fuerte que el deber jurídico de declarar. Cumplir las promesas es un buen principio ético y la sociedad se basa en gran medida en la expectativa de que se van a cumplir las promesas. Las objeciones podrían venir del modelo ético maquiavélico, donde no siempre la mejor solución es cumplirla palabra dada. El modelo deontológico sostiene que siempre se deben cumplir los compromisos, independientemente de las circunstancias. La estrategia debe prevenir de no ser explotado por quienes  afirman compromisos y luego no los quieren cumplir.

La otra máxima del modelo ético deontológico con interés estratégico es que siempre se debe decir la verdad. Primero, habría que distinguir entre no decir toda la verdad y mentir. Segundo, el uso estratégico de las amenazas supone que éstas deben ser creíbles para producir su efecto. Lo que sostiene el modelo ético deontológico es que siempre se debe decir la verdad aunque ésta perjudique al emisor. En esos casos, la mejor estrategia es el silencio. O como decía Wittgenstein “de lo que no se puede hablar, es mejor callarse”.

El modelo ético deontológico es una propuesta exigente moralmente, podría calificarse de rigorista. Se basa en principios de validez universal anteriores a la experiencia. Puede funcionar como un mecanismo para hacer sólidos y creíbles los compromisos y las amenazas. Sin embargo, la estrategia aprende de la experiencia. Así, pueden existir situaciones especiales donde se pueda hacer una excepción a los principios generales, siempre que estén adecuadamente justificadas.

Los principios y valores son una guía de acción que, en ocasiones, marcan los límites donde no se debe transitar. La ética de los deberes debería permitir una aplicación flexible, no de forma absoluta. No estoy seguro que esta flexibilidad se encuentre en el espíritu de Kant, pero se acerca más a la vida.

 

Etica y Economía: tan lejos, tan cerca

Los orígenes ético y técnico de la Economía
Los orígenes ético y técnico de la Economía

 

El Premio Nobel de Economía Amartya Sen se planteó en una serie de conferencias una tesis inusitada: “mantendré que la naturaleza de la economía moderna se ha visto empobrecida sustancialmente por el distanciamiento entre la economía y la ética”(Sen, Sobre ética y economía).

En su explicación, Sen sitúa dos orígenes para la Economía. El primero es el enfoque ético. Aparece en la obra Etica a Nicómaco de Aristóteles. Allí se dice que todo arte o investigación parecen tender hacia un bien. El fin de la medicina es la salud, el de la estrategia es la victoria y el de la economía es la riqueza. Pero para Aristóteles el fin supremo es la política que regula qué ciencias son necesarias en las ciudades. La estrategia, la economía y la retórica están subordinadas a la política. El fin de la política incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre (Aristóteles, Etica Nicomaquea, Libro I).

De esta forma, la Economía también debería ofrecer respuestas a la cuestión ‘¿cómo hay que vivir?’ ‘¿que es lo bueno para el hombre?’. Según este enfoque, la Economía es una cuestión de fines, con repercusión ética, y está subordinada a la política, que también es una cuestión de fines con repercusión ética.

El otro origen de la economía es técnico. Se interesa por temas logísticos, por adecuar los medios a los fines. Los fines parecen claros y no merecen discusión. Este segundo enfoque no entra en cuestiones éticas, que considera un ámbito ajeno. Considera la Economía una cuestión únicamente de eficiencia.

Otro de los objetos de interés de Sen en estas conferencias es la noción de racionalidad que habitualmente se utiliza en Economía. Con diversos argumentos, Sen critica las habituales comprensiones de racionalidad como consistencia y de racionalidad como maximización del propio interés.

Esto me permite reflexionar sobre el concepto de racionalidad y estrategia. Un comportamiento es racional si se produce una correcta adecuación entre medios y fines. Si expresa su preferencia de mejorar sus conocimientos de alemán y para tal fin se dirige a Japón, podemos deducir que su comportamiento no adecua bien medios y fines. Si finalmente decide ir a Munich su comportamiento habrá sido racional porque es consistente. Pero esta racionalidad no discute sobre los fines, sólo sobre su consistencia con los medios.

La estrategia, que algunos consideran un arte, está vinculada con el desarrollo del mejor plan para conseguir unos objetivos. Se deben escoger los medios idóneos para alcanzar los fines determinados. La racionalidad estratégica se vincula con la victoria, como decía Aristóteles pensado en la acepción militar del strategos, pero la batalla la elegimos nosotros. La ética puede juzgar los fines y los medios y la racionalidad la adecuación de los medios de los fines.

Imagine que quiero crear una residencia para niños abandonados en la India –fin loable- y para ello de he desarrollar la mejor estrategia. Si para conseguir ese objetivo, alguien me propone asesinar a mi vecino que guarda gran cantidad de dinero en su casa, este sería un medio ilícito para conseguir un fin loable. Y finalmente, dados los valores implicados, se puede concluir que no es racional asesinar a un vecino como medio para un fin solidario o caritativo. Pero imaginemos que el fin sea asesinar a un vecino –fin despreciable- y el medio acariciarle suavemente con un algodón. Parece que para ese fin inmoral el medio no parece el más adecuado. La estrategia es el arte de encontrar los mejores medios para los fines y la ética puede juzgar tanto los medios como los fines. El fin de la estrategia es la victoria y el fin de la ética es el bien del hombre.

La racionalidad como maximización del autointerés parece un presupuesto indiscutido de la Economía, pero no debe ser necesariamente así. Los seres humanos no somos ángeles, no somos demonios.Tenemos un altruismo limitado. No es cierto que siempre se persiga el propio interés. Existen personas dispuestas a sacrificar su interés, especialmente hacia aquello hacia lo que se desarrolla vínculos de lealtad, solidaridad o amor.

Esto traducido a la estrategia de los negocios quiere decir que el beneficio del accionista no es el único objetivo de las empresas, sino que se puede desarrollar una estrategia de responsabilidad social que incluya buenas prácticas. Estas buenas prácticas pueden ser un programa de innovación éticamente responsable; campañas solidarias a nivel local o global; una política de recursos humanos coherente con la gestión de la igualdad y la diversidad; una política de marketing que incluya políticas de mecenazgo a organizaciones educativas, culturales o de interés social o una política transversal de respeto del medio ambiente.

Quizá Aristóteles suene muy lejano, pero la estrategia -que busca la victoria- también puede tener buenas repercusiones éticas.