Basilio de Cesarea, exhortación a los jóvenes

Esta obra tiene un contenido pedagógico para las jóvenes generaciones

 

Basilio fue un pensador y Obispo de Cesarea en el siglo IV d. C. Tiene importantes reconocimientos en la Iglesias ortodoxa, católica y luterana. Es también conocido como Basilio el Magno. Sus obras suelen tener una temática generalmente religiosa. Es un autor que supone una síntesis de Oriente y Occidente y de la cultura clásica y el cristianismo. 

Una de sus obras se titula A los jóvenes. Cómo sacar provecho de la literatura griega . Fue escrita en el 370 d. C. Su título en latín es Oratio ad adolescentes. La intención del autor es explicar algunas ideas de literatura griega -que él consideraba pagana-en aquello que conduzca a la virtud. En sus primeras líneas, Basilio explica su intención una vez había alcanzado cierta edad, de poder con esta obra aconsejar a las nuevas generaciones. Tiene un obvio objetivo pedagógico. Este ensayo destaca por el dominio de las fuentes de la cultura clásica.

En A los jóvenes, Basilio de Cesarea afirma que “no aplaudiremos a los poetas si representan a personajes que insultan o se burlan, o son amantes carnales o están borrachos, o cuando restrinjan la felicidad a un mesa repleta o a cantos disolutos” (A los jóvenes, IV, 4).

Que los artistas muestren lo que es la vida, con su variedad, es algo normal, pero si se está educando a jóvenes para el futuro ¿cabe algún límite a la creación artística? ¿Se puede ser paternalista en cuestiones artísticas? Habitualmente se afirman ciertos límites para los menores de edad y es la responsabilidad de artista que su obra pueda ser  realmente educativa. De los temas mencionados por Basilio, la que debería ser el acicate artístico, debería ser que la felicidad no se limite a una mesa repleta. Salir de la felicidad del consumismo y hacer pensar por sí mismo.

En otro momento, Basilio afirma “en cuanto a los oradores, su habilidad para engañar no la imitaremos. Pues ni en juicios ni en otras actividades no nos conviene la mentira: que hemos elegido el camino recto y verdadero de la vida y no promover juicios está prescrito por ley.” (A los jóvenes, IV, 7).

Esta es una adhesión moral a favor del deber de decir la verdad y contra el engaño. Su vinculación con los oradores está conectado con el enfoque de los sofistas, sabios profesionales que educaban a los ciudadanos para vencer en los debates públicos. Cabe dos comentarios sobre este tema. Uno es el componente cultural del valor de decir la verdad: ya que no es lo mismo mentir en la cultura anglosajona que es considerado una grave ofensa que, en la cultura latina, que es algo bastante más relativizado. La segunda cuestión es el vínculo, desde la Grecia clásica, de la política y los trucos o engaños como muestran el caso de los demagogos, que han renacido en la forma de variados populismos.

Más adelante, en otro pasaje, se puede leer, “no, no hay cosa de la que más deba huir alguien sensato que de vivir pendiente del qué dirán y de tener en cuenta el parecer de la mayoría, y no hacer de la recta razón la guía de la vida: en consecuencia, aunque haya que contradecir a toda la humanidad, tener mala fama y correr peligros en favor del bien, no elegirá remover nada de lo que se juzgue correcto” (A los jóvenes, IX, 27)

Entre los jóvenes es especialmente importante el qué dirán y la opinión de los demás. Hay quién guía su vida basándose en apariencias y ostentar signos externos, pero con poca vivencia interior. Este consejo de Basilio se ha de entender en su conjunto: uno ha de llegar a conocer qué es lo correcto y entonces actuar en consecuencia. Y es en este segundo paso, donde no debe importar la opinión de los demás. Para saber orientarse y encontrar qué es lo bueno cabe consultar a los demás, especialmente a los más cercanos.

Llegar a saber qué es lo correcto es un proceso interior, en el que ayudan especialmente los ejemplos de otras personas.

En A los jóvenes, Basilio afirma “es que, hacer públicamente espléndidos elogios de la virtud y extenderse en largos discursos sobre ella, pero en privado valorar el placer antes que la templanza y el poseer antes que la justicia, eso yo al menos diría que es similar a lo que hacen los que interpretan obras en la escena: muchas veces se meten en el papel de reyes y príncipes, sin ser ni reyes ni príncipes, y acaso sin ser totalmente libres” (A los jóvenes, VI,4).

La hipocresía es esa capacidad de decir un cosa y actuar al contrario. A algunos políticos se les critica por incoherencias entre sus declaraciones públicas y sus acciones privadas. Basilio es incisivo en la crítica ya que se refiere a los exigentes moralistas que no practican sus palabras en acciones. Sin embargo, Elster ha defendido el poder civilizatorio de la hipocresía ya que las interacciones sociales requieren que cierto cemento que puede consistir en ocultar ciertas impresiones.

Más adelante, en este ensayo se afirma, “desde el momento en que el excesivo cuidado del cuerpo es perjudicial para el propio cuerpo y un obstáculo para el alma, cae rendido ante él y ser su esclavo es una locura evidente. En cambio, si nuestra preocupación consistiera en mirarlo con desdén, difícilmente nos entusiasmaría ninguna otra cosa humana” (los jóvenes, IX, 17).

Para los jóvenes el culto al cuerpo se ha convertido en más que una moda y especialmente para los/las que no se incluyen en los modelos estándar supone una especie de estigma. Lo que Basilio propone es considerar el cuerpo desde la moderación, tampoco ignorarlo, o desdeñarlo. Darle su papel, pero no caer en el exceso de atención.

En la parte final, se puede leer que “sería vergonzoso dejar escapar el momento presente y más tarde, antes o después, llamar entre gritos y lamentos al pasado, cuando ya de nada sirva afligirnos” (A los jóvenes, X, 7).

El mayor tesoro de los jóvenes es que tienen la vida por delante y pueden aprender del pasado. Tienen un presente donde prepararse y un futuro por explorar. Algunos consideran que la Humanidad vive un progreso moral. Quizá es una idea discutible, pero es cierto que los jóvenes pueden comprender adecuadamente el legado de generaciones inmediatamente anteriores y trazar una senda donde no repetir errores. Aunque siempre los jóvenes pueden equivocarse y entonces habrá que volver a leer a Basilio de Cesarea.

 

Punto ciego, dinámica del “pensamiento colectivo”

 

El objetivo del "pensamiento colectivo" consiste en minimizar la ansiedad y elevar la autoestima.
El objetivo del “pensamiento colectivo” consiste en minimizar la ansiedad y elevar la autoestima.

 

En su obra Punto ciego, psicología de autoengaño, Daniel Goleman analiza las lagunas de información –puntos ciegos– que desarrollamos como individuos y como grupos. El objetivo de estas lagunas es evitar la ansiedad. En su análisis utiliza ejemplos de la psicología y hace referencia a las ideas de Sigmund Freud, como la de la existencia del inconsciente.

En palabras de Goleman su objetivo es “descubrir como nos damos cuenta o evitamos darnos cuenta de las cosas. O dicho de otro modo, como fragmentamos nuestra conciencia, perdemos parte de nuestra atención y creamos una laguna.” Su análisis incide en los aspectos individuales y también tiene su aplicación en las dimensiones como grupo. Este último punto es particularmente interesante: cómo selecciona información un grupo y qué mecanismos se dan para prevenir la ansiedad a nivel colectivo.

La primera afirmación de Goleman al respecto es que existe un inconsciente colectivo. El yo de grupo, al igual que el yo individual, presenta dos facetas: una participa de la conciencia compartida, mientras que la otra descansa en una especie de inconsciente común, un dominio colectivo que jamás se articula ni se reconoce abiertamente, pero no por ello deja de tener influencia sobre cada uno de los miembros del grupo.

Desde esta perspectiva, Robert Bales, un experto en grupos, ha observado cómo los miembros de un grupo llegan a compartir la misma fantasía sobre la vida, de modo que lo que dice una persona tiene un significado inconsciente para los demás. Por ello puede hablarse de un doble sistema de comunicación: uno manifiesto, que tiene que ver con el funcionamiento ostensible del grupo y otro, encubierto, que se fundamenta en las ansiedades no expresadas –aunque comunes- del grupo.

La siguiente afirmación de Goleman es que las ilusiones colectivas compartidas como los engaños a los que se somete el yo individual cumplen con la misma función: aplacar la ansiedad. Un ejemplo es lo que Irving Janis denomina “pensamiento colectivo”. Este se dio en las decisiones del gobierno norteamericano  sobre Bahía Cochinos o el caso Watergate. En ambos casos, el pequeño grupo encargado de tomar las decisiones conspiró tácitamente para ignorar una información crucial que no concordaba con el punto de vista del colectivo.

El objetivo del “pensamiento colectivo” consiste en minimizar la ansiedad y conservar la autoestima. Se refiere a las operaciones que emplea la mente del grupo para conservar la ilusión de “familia feliz”. Cada miembro del grupo se siente compelido a evitar las criticas que pudieran dar lugar a enfrentamientos que podrían destruir la unidad del grupo.

En estas situaciones, se detecta la presencia, en una u otra medida, de un extraño intercambio entre la conservación de sensación de camaradería y la disposición a afrontar los hechos y expresar los puntos de vista que desafían los esquemas clave compartidos por el yo del grupo. El primer mártir del pensamiento colectivo es la capacidad de crítica de sus integrantes. La lealtad al grupo requiere que sus miembros no manifiesten cuestiones embarazosas, ataquen los argumentos más débiles o traten de rebatir los razonamientos que parecen contradecirse con los hechos.

En el caso de Bahía Cochinos, sobre la decisión del gobierno del Presidente Kennedy de atacar la isla de Cuba, el resultado fue una concatenación de errores fatales que llevaron al consenso de que la invasión era una excelente idea. Aunque algún miembro individual conociera información que pudiera desmentir las suposiciones compartidas del grupo, la conciencia colectiva permanecía completamente ajena a todas esas cosas. En este sentido, la información que queda al margen de la conciencia del grupo constituye el equivalente de la mente inconsciente del individuo. Así, se dan una serie de factores que apuntalan el pensamiento colectivo:

La ilusión de invulnerabilidad: esta es la sensación de que todos lo planes van a ser coronados por el éxito. No se da margen al error, al fallo o la hipótesis contraria. Las dimensiones, en términos de historial o de prestigio, del grupo llevan a predicciones necesariamente optimistas.

La ilusión de unanimidad: esta visión supone que la pertenencia al grupo supone compartir determinados puntos de vista o valores, que son incuestionables. Los grupos tienen dinámicas para evitar tensiones y mantener una línea oficial. Todo grupo tiene que realizar una adecuada gestión del pluralismo interno y ésta redunda en su legitimidad hacia el exterior.

Supresión dudas personales: Se daría algo así como una autocensura, cuando algún individuo se aparta de la versión oficial del colectivo. La dinámica de los grupos lleva a generar adhesiones y complicidades a costa del espíritu crítico.

Guardaespaldas mentales: Estos son personas que asumen la función de eliminar la información que no se ajusta a los esquemas en curso. Conservan la ilusión de unanimidad a costa de la consideración objetiva de datos disponibles.

Ceguera moral: En ocasiones, esta dinámica de los grupos lleva a legitimar determinadas acciones que son moralmente controvertidas. Esto es debido a la premisa implícita de los colectivos que afirma que “somos justos y buenos”.  Es un sentimiento irracional, pero muy fuerte, de considerar al propio grupo como el que define la norma de lo humano. Lo que se conoce como etnocentrismo.

Estereotipos: Estos serían como una lente desenfocada con la que un grupo considera a otro. Las identidades definen sus alteridades y caracterizan esa diferencia a partir de sus miedos y ansiedades o del exotismo que evocan.

La síntesis es que la disensión y pensamiento crítico constituyen eficaces antídotos contra las mentiras compartidas. En las sociedades abiertas, deben favorecerse la libertad de expresión y el pluralismo. Los grupos deberían favorecer las dinámicas que fortalezcan su unidad simultáneamente a proteger su pluralismo interno y la capacidad de análisis y crítica. Esta doble dirección en la dinámica de los grupos puede garantizar mejor su futuro, sin unanimidades aparentes, en una forma realmente motivadora para sus integrantes.

 

Creencias, resultados y “efecto halo”

El efecto halo parte de la necesidad de dar sentido a la información.
El efecto halo parte de la necesidad de dar sentido a la información, pero está dentro de las falacias narrativas.

 

En su obra Pensar rápido, pensar despacio, el Profesor Daniel Kahneman expone otros fenómenos donde se ve la influencia de la Psicología en la Economía. Las percepciones, las imágenes y los pensamientos están más expuestos a influencias externas de lo que podría parecer. En este post, analizaré cuatro de estos fenómenos: la regresión a la media, el sesgo de retrospección, el sesgo de resultado y el efecto halo.

En los experimentos de Kanheman había llegado a una primera conclusión que afirmaba que las recompensas por los avances son más eficaces que los castigos por los errores. Explicando esta idea a unos militares que hacían de instructores de vuelo llegó a una conclusión más elaborada que sostenía que “a la mala ejecución, seguía normalmente una mejora y a la buena ejecución un empeoramiento, sin que el elogio o la reprimenda tuvieran aquí nada que ver.” La clave está en que los comportamientos son, en gran medida, aleatorios pero estadísticamente a un mal resultado le suele seguir uno mejor y a un buen resultado le suele seguir uno peor. Este fenómeno se llama regresión a la media.

La conclusión de Kahneman es un poco desalentadora ya que afirma que “el feedback que la vida nos somete es perverso. Como tendemos a ser agradables con los demás cuando nos complacen, y desagradables cuando no lo hacen, somos estadísticamente castigados por ser amables y recompensados por ser desagradables.” Esto merece dos reflexiones en el ámbito estratégico.

La primera idea es la que hace referencia a cómo se valoran de forma distinta los cambios. Si alguien, con la peor fama, comete una buena acción en un tema importante, será sin duda ensalzado como un suceso extraordinario. Si alguien, que se comporta bien con los demás, comete un fallo grave esto será algo imperdonable. En comparación la diferencia de background no se valora y es relevante especialmente la acción en cuestión. Lo que es particularmente injusto con quien normalmente se comporta bien con los demás.

La segunda idea en el ámbito de las interacciones entre los seres humanos es que ser agradables con los demás es un comportamiento mejor encaminado a conseguir las metas propuestas. Aunque el feedback no siempre sea el deseable. Pero de las respuestas posibles a nuestras acciones, las habrá buenas y malas, lo aconsejable es mantener el rumbo fijo a nuestros objetivos y sumar más que restar.

Otro de los fenómenos que ha estudiado Kahneman es cómo explicar los cambios de creencias ante nuevos hechos o ideas. En concreto, cómo se describen en el presente las creencias del pasado. De esta forma, Kahneman sostiene que “la mente inventa relatos sobre el pasado. Se comporta como órgano destinado a dotarlo de sentido. Cuando sucede algo que no hemos predicho, inmediatamente ajustamos nuestra visión del mundo para dar en él acomodo a la sorpresa.” Esto es lo que se denomina sesgo de retrospección.

Los cambios de creencias comportan que el sujeto incorpore nuevos valores desde los que analiza la realidad. La dificultad es entonces realizar una adecuada descripción de sus anteriores creencias. En este sentido, Kahneman sostiene que “una limitación general de la mente humana es su insuficiente capacidad para reconocer estados pasados de conocimiento o creencias que han cambiado. Una vez que adoptamos una nueva visión del mundo (o de una parte de él), inmediatamente perdemos buena parte de nuestra capacidad de recordar lo que solíamos creer antes que nuestro pensamiento cambiara”.

Desde las nociones de la estrategia se puede reflexionar que esto es una ventaja si se pretende cambiar las creencias de alguien y, de forma inversa, se deberían tener algunas prevenciones para cambiar nuestras creencias. En el segundo caso, sería difícil poder recuperar las creencias iniciales y eso podría ser un problema.

El pasado, presente y futuro tienen sus fenómenos asociados a las nociones de creencias y percepciones. De esta forma, explica Kahneman que “tendemos a culpabilizar a quienes deciden por buenas unas decisiones que tuvieron mal resultado y a no reconocerles medidas acertadas que solo parecen obvias después de aplicadas.” Esto es lo que se conoce como sesgo del resultado.

Esto puede hacer cierto aquello de que siempre se aplaude al ganador. El resultado final sirve para juzgar la idoneidad de las acciones, que fueron tomadas en un horizonte de incerteza y riesgo. El panorama cuando decidimos es muy distinto del panorama cuando se dan los resultados. El ejemplo que utiliza el autor para ilustrar este punto es el 11-S, cuando afirma “estamos dispuestos a creer que los funcionarios que no supieron prevenirlo fueron negligentes o estuvieron ciegos.”

Un fenómeno asociado al sesgo del resultado es el efecto halo. Está inspirado en el libro The Halo Effect de Philip Rosenzweig en el que se analizan obras de emprendedores y narran historias de éxito empresarial.

El efecto halo consiste en asociar al éxito, buenas cualidades del individuo y al fracaso, malas cualidades del individuo. Según este efecto, existe una armonía entre éxito y cualidades. En este sentido, Kahneman sostiene que “es probable que se diga del director de una compañía exitosa que es flexible, metódico y decidido. Imaginemos que ha transcurrido un año y las cosas han ido a peor. El mismo ejecutivo será entonces confuso, rígido y autoritario.”

Este efecto halo podría vincularse a la dinámica de los medios de comunicación. En el fondo, hace referencia a una noción más profunda que está implícita en estos ejemplos que propone Kahneman, el de la falacia narrativa. Se parte de la necesidad de dar sentido a las creencias, opiniones e historias. Lo que se pone en duda es que los hechos y la información que se manejen sea fiable en todos los casos. Es más, puede darse que las mismas creencias susciten reacciones distintas en el mismo sujeto y que se reinterprete la idoneidad de la acciones únicamente por su resultado.

Reescribir las historias, renegar de valores anteriores, halagar a los exitosos y criticar a los perdedores… Quizá el territorio de las percepciones y las creencias en los seres humanos sea particularmente sensible y está situado más en el ámbito de las ilusiones. Tenemos necesidad de dar sentido a lo que percibimos, pero el problema es que la vida es más compleja y llena de matices de lo que puede parecer. Ese es el encanto de vivir.

Fouché, el camaleón maquiavélico

Fouché tiene talento político para ser siempre  del partido del vencedor.
Fouché tiene talento político para ser siempre del partido del vencedor. 

 

Uno de los ejemplos históricos de una cierta forma de concebir la política próxima a la lectura maquiavélica de Maquiavelo, es la trayectoria de Joseph Fouché (1759-1820). Como suele ocurrir con los personajes controvertidos, no siempre ha tenido buena prensa, pero el talento político de Fouché es indudable. Aunque habría que ver de que tipo de política se trata.

He defendido en un artículo académico una política basada en virtudes cívicas, como afirman las propuestas republicanas. El enfoque de Fouché habla de política en otro sentido, de las tácticas y las estrategias, que tienen como objetivo implícito conservar los resortes del poder, estando en la sombra y anticipando lo que pueda suceder en el futuro. A este personaje histórico, Stefan Zweig le dedicó un interesante libro titulado  Fouché, el genio tenebroso donde explica los sucesos de su vida y su particular forma de concebir la política.

A continuación se ofrecerán una serie de reglas -con trasfondo estratégico- inspiradas en la narración sobre Fouché que realizó Zweig.

Control de las emociones y las pasiones

Sobre el genio tenebroso, Zweig apunta que “esta sangre fría, imperturbable,  constituye la verdadera fuerza de Fouché. Los nervios no le dominan, los sentimientos no le seducen, toda su pasión se carga y se descarga tras el muro impenetrable de su frente. Deja jugar sus fuerzas y acecha despierto las faltas de los demás.

En esta imperturbable frialdad de su temperamento radica el verdadero genio de Fouché.”

El tema de las emociones es clave en las diversas interacciones y, en ocasiones, no es tenido en cuenta desde la perspectiva adecuada. La estrategia de Fouché es ser imperturbable a sus propias emociones y saber extraer rédito de los sentimientos de los demás. El consejo estratégico es tener en cuenta como juega el aspecto emocional en toda interacción.

El verdadero poder es estar oculto

En su narración, Zweig relata que “este aguardar en la oscuridad es la actitud de José Fouché, durante toda su vida. No ser nunca el objeto visible del Poder y sujetarlo, sin embargo, por completo; tirar de todos los hilos eludiendo siempre la responsabilidad.

Aunque anhela el Poder, la mayor cantidad posible de Poder, se conforma con la conciencia de su posición: no necesita sus emblemas ni su investidura. Fouché tiene un amor propio desmesurado; pero no ansia de gloria; es ambicioso sin vanidad.

Así pues, Fouché no ansía gloria y vanidad ni aparecer muy visible ante la opinión pública, sin  embargo quiere dominar los verdaderos resortes del poder. Quiere mandar, sin que parezca que lo hace. Y si alguien busca un culpable, nunca será él. El consejo estratégico es que una cosa son las palabras y los grandes discursos y otra los hechos y las decisiones relevantes. Algunos consideraran que el poder está en las palabras, mientras otros pensaran que el poder está en quien toma realmente las decisiones 

Siempre con el vencedor

Zweig afirma de Fouché que “le importa una sola cosa: estar siempre con el vencedor, nunca con el vencido. En la rapidez de rayo de este cambio, en el cinismo sin medida de su transmutación, muestra una dosis de osadía que involuntariamente anonada y causa admiración.” Y, en otro lugar, añade “para eso está ligado demasiado fuerte, demasiado fielmente, a su norma de vida: no decidirse nunca definitivamente mientras no esté decidida la victoria.”

Su definición política es estar con el partido del vencedor. Su supervivencia política es indudable y fue ministro en el Directorio, en el Consulado con Napoleón, en el Imperio con Napoleón y en el reinado de Luis XVIII. Además previamente estuvo con los girondinos y, luego, con los jacobinos. Precisamente su final político tiene que ver con esta etapa jacobina ya que fue acusado de instigar la muerte en la guillotina del rey Luis XVI, hermano del rey que le había nombrado ministro.

El problema de esta estrategia de Fouché es un ejercicio deliberado, desarrollado en el tiempo, de cinismo, cuyo atisbo ideológico más definitorio es mantenerse en el poder. Que tuviera éxito en sus estrategias muestra hasta que punto el poder es permeable a los ejercicios de cinismo.

El poder de la información

Para poder describir el poder de Fouché sobre Napoleón, Zweig afirma que “es un poder adquirido por laboriosidad, habilidad y observación sistemáticas, un poder calculado. Fouché sabe mucho, sabe demasiado. Conoce, gracias a las comunicaciones del Emperador, y aun en contra de la imperial voluntad, todos los secretos imperiales y tiene así en jaque, por estar informado de manera perfecta, casi mágica, al Imperio entero y también a su señor.”

Fouché es el fundador del espionaje moderno y ocupó varias veces el Ministerio de la Policía. Su poder radica en la red de confidentes e informadores que le suministran informaciones antes que a nadie. Esta red está construida de tal forma que él es la pieza clave que unifica todos los hilos. De esta forma, puede adelantarse a los acontecimientos, como en su calculada pasividad ante el golpe de Estado de Napoleón, quien al acceder al poder le recompensa manteniéndolo en el Ministerio de la Policía.

La erótica del poder

En una de las veces que dejó un cargo público, Zweig se refiere a Fouché en estos términos: “¡Oh, semblante de Medusa del Poder! Quien fijó la vista una vez en su faz, jamás la puede apartar de ella, queda encantado y hechizado. Quien disfrutó una vez del placer embriagador de dominar y mandar no puede ya renunciar a él.”

Hace unos años tuvo éxito la expresión la erótica del poder para denominar al atractivo especial que sólo sentían aquellas personas que habían tenido responsabilidad en tomar decisiones públicas relevantes. Fouché sentía la erótica del poder con gran pasión, mente fría, sin aparecer ante los focos, siempre en el partido del vencedor, sin escrúpulos morales por traicionar, con tal de mantenerse en el poder. Es una visión de la política que hoy en día tiene algún seguidor aventajado. Por suerte, existen otras formas de política.