Averroes, en versión latinizada o Ibn Rusd, en árabe, nació en Córdoba en 1126 y murió en Marrakech en 1198. Destaca en los campos del Derecho, la Filosofía y la Medicina y, también, tuvo estudios de literatura y astronomía. Es conocido como “el Comentador”, por sus comentarios a las obras de Aristóteles.
En los comentarios a Sobre el alma de Aristóteles, afirma Andrés Martínez Lorca en la Introducción, Averroes no sabía griego y utilizó dos traducciones árabes, que tenían diferencias con el texto aristotélico original. Esto ha llevado a De Libera a sostener que Averrores intentó aclarar “un texto imperfecto con un texto deplorable”. Un caso significativo es la aparente distinción aristotélica de tres intelectos que trasmite Averroes, cuando como es sabido, el Estagirita solo habló de dos intelectos. Esta contaminación procede de Alejandro de Afrodisia.
En unos de los tres comentarios a Sobre el alma, Averroes escribe “solamente es posible que estos universales no se apoyen en sus sujetos en el caso que fueran existentes en acto fuera del alma, tal como lo concibió Platón. Y es una de las cosas evidentes el que estos universales no tienen existencia fuera del alma, según lo hemos dicho, más de sus individuos” (Compendio del libro Sobre el alma de Aristóteles, VIII. 117).
La noción de los universales de Averroes, que explicita este párrafo, fue muy influyente en la escolástica cristiana medieval ¿Existen universales fuera de los individuos? ¿Fuera de su alma? Para Platón la ideas, como Bien, Belleza o Justicia, tienen una existencia objetiva. Esto lo explica a través del Mito de la Caverna. Sin embargo, desde la influencia aristotélica, Averroes plantea que los universales no existen fuera del alma. Y eso plantea interesantes cuestiones como: ¿cada individuo contiene los (mismos) universales? ¿Cuál es la relación entre lo particular y lo universal?
En otro fragmento del mismo Compendio, Averroes sostiene que “de ahí que parezca claro en el asunto de los inteligibles el que esto están ligados a dos sujetos: uno eterno, y es aquel cuya relación es la relación de la materia prima a las formas sensitivas; y el segundo es generable y corruptible, es decir, las forma imaginativas, que son bajo cierto aspecto un sujeto y, bajo otro, un motor. Y el entendimiento que está en hábito son los inteligibles que se han actualizado en él, ya que se han transformado, en el sentido de que el hombre con ellos puede concebir siempre que quiera” (Compendio del libro Sobre el alma de Aristóteles, VIII, 127).
Podemos recodar que la segunda acepción de inteligible en el diccionario de la Real Academia cuando lo define como “es materia de puro conocimiento, sin intervención de los sentidos”. Uno de los misterios del alma humana, al que estamos generalmente acostumbrados, es que cada individuo tenga una capacidad de conceptualizar parecida, que puede ser verificada en el uso del lenguaje, mientras ha podido tener experiencias vitales muy diferentes con su interlocutor. Lo que plantea Averroes es que las ideas y su compresión tienen una dimensión eterna y otra, generable y corruptible.
En el Comentario medio, Averrores afirma que “Él –Aristóteles- dice: son las imágenes las que en el alma, se realizan para el intelecto como los sensibles para el sentido, es decir, que del mismo modo que el sentido legisla para los sensibles, así el intelecto legisla para las imágenes. Por esto, no puede existir representación o juicio por el intelecto sin la imaginación. El juicio afirmativo o negativo del intelecto especulativo corresponde al juicio según el bien y el mal del intelecto práctico. Y por esto la búsqueda o la huida se realizan durante uno de estos dos juicios” (Comentario medio al libro Sobre el alma de Aristóteles, III, 3, 32).
La visión de que existe un intelecto especulativo que se basa en imágenes con un juicio afirmativo o negativo, mientras existe un intelecto práctico realiza un juicio sobre el bien y el mal. El intelecto especulativo incluye la imaginación. Esto plantea la cuestión de si podemos pensar con imágenes. Si es posible el pensamiento crítico desde las imágenes o siempre es necesario el lenguaje natural para expresar pensamientos. La cuestión radica en que las imágenes tienen su propio lenguaje y, en ocasiones, no estamos educados para poder descifrar sus técnicas. Esto es particularmente claro con algunos medios audiovisuales actuales.
En el Gran comentario, Averroes sostiene que “Aristóteles entiende aquí por intelectola facultad de alma que se llama intelecto en sentido estricto, y no la facultad que se llama intelecto en sentido amplio, o sea, lo que se llama en lengua griega la facultad imaginativa, sino la facultad por la cual distinguimos las cosas especulativas y deliberamos sobre las acciones futuras.” (Gran comentario al libro Sobre el alma de Aristóteles, III, 5).
El intelecto, en sentido amplio, incluye la imaginación. El intelecto, en sentido estricto, comprende la inteligencia especulativa o teórica y la inteligencia práctica. Especular es, según la Real Academia, “reflexionar en un plano exclusivamente teórico”. El proceso deliberativo que lleva a tomar decisiones en la vida forma parte de la inteligencia práctica. Según Aristóteles, ésta debía ser regulada por la phronesis o prudencia. Es la guía de la racionalidad práctica, de la toma de decisiones. Ésta tiene sus propias reglas, distintas de las de la inteligencia especulativa o teórica. Es deseable la conexión entre ambas formas de inteligencia.
En el Gran comentario, Averrores manifiesta que “el problema de cómo lo inteligibles especulativos son generables y corruptibles mientras que el que los produce y los recibe es eterno, y qué necesidad hay de introducir un intelecto agente uno receptivo si no hay algo engendrado, esa cuestión no se plantearía si no hubiese aquí algo que es causa de que existan inteligibles especulativos engendrados. Pero ya que estos inteligibles están constituidos de dos cosas, una de ellas es engendrada y otra inengendrada, lo que se ha dicho sobre esto es conforme al curso natural” (Gran comentario al libro Sobre el alma de Aristoteles, III, 5).
Sobre la controversia entre universalismo y particularismo, cabe mencionar el enfoque que sostiene que las lenguas pueden determinar las formas de conceptualizar y, en definitiva, el pensamiento. Siguiendo a Aristóteles, habría unos elementos inegendrados, que serían eternos, como la parte universal del alma. Con esa base, se podrían hablar diversas lenguas y sería posible la comunicación humana. Desde una apelación exclusivamente particular, los individuos difícilmente podrían comunicarse o interactuar mutuamente.
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