Inteligencia social, comportarse sabiamente con los demás

El rapport se muestra en cualquier relación afectuosa, comprometida y amable.
El rapport se muestra en cualquier relación afectuosa, comprometida y amable.

 

Después de su éxito titulado Inteligencia emocional, Daniel Goleman ha explorado nuevas temáticas y propone una nueva perspectiva con su obra Inteligencia social.

En 1920, justo después de la primera burbuja de entusiasmo por los test de inteligencia, el psicólogo Edward Thorndike creó la original formulación de “Inteligencia social”. Éste la definió como “la habilidad de comprender y gestionar hombres y mujeres”, Goleman añade que son capacidades que todos necesitamos para vivir bien en el mundo.

Pero alguien podría sostener que ese enfoque puede llevar a la manipulación en las relaciones humanas. Goleman niega que eso sea inteligencia social porque únicamente valora lo que sirve a una persona a expensas de las demás. Convendría, por tanto, considerar la “inteligencia social” en un sentido más amplio, como un aptitud que no sólo implica el conocimiento del funcionamiento de las relaciones, sino comportarse también inteligentemente en ellas.

La base científica de su enfoque tiene que ver con experimentos de cómo funciona la amígdala o las neuronas en las diversas interacciones sociales, en lo que se conoce como cerebro social. Esto también comprende la suma de los pensamientos y sentimientos que tenemos acerca de las personas con las que nos relacionamos. Los datos más novedosos y reveladores al respecto indican que el “cerebro social”  tal que sea el único sistema biológico de nuestro cuerpo que nos conecta con los demás.

Su análisis hace hincapié en cómo funciona el rapport, que sería una conexión especial quesolo existe entre seres humanos y se halla presente en cualquier relación afectuosa, comprometida y amable. Pueden ser momentos fugaces que permiten que las decisiones que toman las personas implicadas sean más creativas y eficaces.

Para favorecer esa conexión del rapport, conviene prestar atención a los elementos en que está compuesta la conciencia social que, según Goleman, son:

Empatía primordial: Esta consiste en sentir lo que sienten los demás, en saber interpretar adecuadamente las señales emocionales no verbales. Detectar las expresiones fugaces que nos permiten vislumbrar emociones ajenas. Muchas veces se dicen cosas, que el lenguaje no verbal niega o refuerza. Analizar con perspicacia los detalles de las expresiones faciales, de las manos y de posiciones corporales nos pueden hablar más directamente de las emociones de un hablante que la literalidad de su propio discurso.

Sintonía: Implica escuchar de manera totalmente receptiva, poder conectar con los demás. Las personas duchas en esta habilidad saben dejar a un lado sus preocupaciones y escuchar de manera atenta y completa. Esta habilidad es algo ciertamente poco común. Las personas suelen complacerse cuándo son escuchadas, pero, en la mayoría de las ocasiones, no escuchan. Esta disposición supone, además de escuchar, ver los puntos de conexión con los demás y estar atento a sus preocupaciones y necesidades.

Exactitud empática: Supone comprender los pensamientos, sentimientos e intenciones de los demás. Se asienta en la empatía primordial, pero también tiene en cuenta la compresión explícita de lo que las otras personas piensan o sienten. La compresión más explícita de los motivos subyacentes de los demás puede ser de vital importancia.

Las relaciones con los demás suelen presentarse en un escenario de cooperación/competición. Conocer y comprender los motivos y emociones de los otros pueden ser un primer paso para encontrar puntos comunes y poder llegar a acuerdos. En eso, es interesante la técnica de ponerse en el lugar del otro. Y también la enseñanza ética de la Regla de Oro de la Humanidad.

Cognición social: Es el conocimiento del modo en que realmente funciona el mundo social. Las habilidades sociales es algo que cultivamos desde pequeños. En la forma como en el patio del recreo se hacen amistades o se establecen alianzas. O en el fenómeno del bullying, cómo se destruyen lazos basados en la fuerza de reputaciones grupales. Estas habilidades son aprendizajes de cómo funcionan los individuos en los grupos y cuáles son la dinámicas grupales que se establecen.

En el análisis de Goleman también se alude a los elementos de la aptitud social que son los siguientes:

Sincronía: Implica relacionarse fácilmente a nivel no verbal. Nos relacionamos con los demás y es relevante saber sintonizar diversos gestos corporales y de lenguaje no verbal. Falta de sincronía puede obstaculizar nuestra competencia social.

Presentación de uno mismo: Es una cualidad presentarse adecuadamente ante los demás. Esta exposición debe saber combinar los aspectos cooperativos y dejar explícitas las reglas del  escenario competitivo. Es bueno mostrar los aspectos de la propia marca personal. Cómo cada uno ejerce su carisma. Aquello que lo caracteriza fielmente y lo convierte en un experto.

Influencia: Supone dar forma adecuada a las interacciones sociales. Se relaciona con el uso del tacto y del autocontrol. La forma más adecuada de conseguir algunos planes no es mostrar nuestros deseos de forma explícita y burda, sino más bien explorar la vía para que los demás también los hagan suyos.

Interés por los demás: Consiste en interesarse por las necesidades de los demás y actuar en consecuencia. Vivimos en una cultura que favorece las visiones egocéntricas y utilitaristas. Para estos enfoques, los demás son meros medios para conseguir objetivos. Pero existen otras visiones que se preocupan por los demás y se implican en soluciones. Estas últimas llevan a ejercer una noción de responsabilidad.

Para unas y otras, la lección es que los seres humanos somos limitados, frágiles e inseguros  y, en algún momento de la vida, somos realmente conscientes de estas características demasiado humanas y, entonces, es cuándo giramos la cabeza para saber quiénes se interesan de verdad por nosotros. La inteligencia social nos muestra el camino de abordar las interacciones sociales de una forma sabia y, entonces, saber situar el foco en los demás.

 

Las cualidades de un líder resonante

El líder resonante sintoniza con los sentimientos de las personas
El líder resonante sintoniza con los sentimientos de las personas

 

Los temas vinculados con el liderazgo han recibido un interés creciente. Daniel Goleman, Richard Boyatzis y Annie McKee en su obra “El líder resonante crea más” aplican los principios de la inteligencia emocional a las cualidades necesarias para ser un líder con éxito.

La idea básica es que un buen líder tiene que saber gestionar las emociones adecuadamente y, en su visión, esa es su principal tarea. Debería funcionar como un imán emocional -que disipa la bruma de las emociones tóxicas y canaliza las emociones del grupo en una dirección positiva-.

Los estados de ánimo positivos demuestran ser especialmente importantes en el ámbito del trabajo en equipo. En este sentido, la capacidad del líder para inducir un estado de ánimo positivo y cooperativo resulta fundamental para determinar el éxito del grupo. Cuando, por el contrario, los problemas emocionales socavan la atención del grupo y la alejan de la tarea común, el rendimiento se ve notablemente disminuido. Es algo fácilmente comprobable que las personas trabajan mejor cuanto mejor se sienten.

Estos autores describen al liderazgo disonante como el que se halla tan desconectado de los sentimientos del grupo, que moviliza sus emociones negativas y lo sume en una espiral descendiente, que comienza en la frustración y termina abocando en el resentimiento el temor y la rabia. Mientras el liderazgo resonante sintoniza con los sentimientos de las personas y los encauza en una dirección emocionalmente positiva.

Los lideres emocionalmente inteligentes alientan en sus subordinados cierto grado de bienestar que les lleva a compartir ideas, aprender los unos de los otros, asumir decisiones grupales y permitir, en suma, que las cosas funcionen. Goleman, Boyatzis y Mackee añaden “no queremos decir que las tareas principales de un líder sean las de generar excitación, optimismo y pasión por el trabajo, sino alentar un clima de cooperación y confianza que sólo es posible mediante la inteligencia emocional.”

Habría una visión que disocia el desarrollo profesional de los sentimientos. Cuando, en ocasiones, algunos problemas profesionales están precisamente causados por elementos emocionales mal resueltos. Reconocer que existen aspectos emocionales implicados es el primer paso para encontrar una buena solución. Ser un buen líder significa gestionar bien las emociones. De tal forma que, en cada situación, pueda alcanzarse lo mejor de cada ser humano, desde su convencimiento y en coherencia con sus mejores emociones. Para conseguir este objetivo, es necesario realizar un mapa de los elementos de la inteligencia emocional como proponen Goleman, Boyatzis y Mackee:

La conciencia de uno mismo

 La autoconciencia consiste en la comprensión profunda de nuestras emociones, así como también de las propias fortalezas, limitaciones, valores y motivaciones. Es importante conocer las propias emociones si esto puede condicionar nuestro comportamiento y nuestra visión de los demás.

El lema “conócete a ti mismo”, que estaba en el templo de Apolo en Delfos, incide en el primer nivel para la acción futura y las posibles estrategias. Conocer bien las propias emociones y saber comprender las emociones ajenas. En ocasiones, se dan problemas por conflictos emocionales que no se reconocen a primera vista.

También es relevante, como segundo paso, valorar los elementos de confianza en uno mismo y en las propias capacidades. No dejarse caer por la soberbia, pero saber valorar adecuadamente las propias capacidades. En Teoría de la Negociación, es útil hablar en términos de Zona de Posible Acuerdo –ZOPA-, que  se establece entre los dos BATNA –Mejor Alternativa a No Negociar, por sus siglas en inglés- de las partes. Si alguien puede conseguir algo sin intervención de la otra parte, seguramente no acudirá en su busca. En la medida que alguien es necesario para determinado objetivo, se incrementa su relevancia estratégica y negocial.

Autogestión

El autocontrol emocional comprende la capacidad de manejar adecuadamente las emociones e impulsos conflictivos. El tercer nivel es saber gestionar las emociones implicadas en un entorno organizativo, ya sea en escenarios de cooperación, de conflicto o mixtos. Especialmente relevante es afrontar la emociones negativas y los conflictos, reconociendo su influencia en un determinado momento y moderando sus efectos.

La transparencia implica sinceridad, integridad y responsabilidad. Las estrategias a corto plazo podrían buscar ventajas en la mentira y la falta de honradez, según un modelo ético maquiavélico. A medio y largo plazo, las estrategias más exitosas se basan en valores sólidos y madurados, que impliquen actuar íntegramente y con responsabilidad. Esta visión está cerca del modelo ético deontológico y del modelo ético virtuoso.

Competencia social

La empatía se relaciona con la capacidad de experimentar las emociones de los demás, comprender su punto de vista e interesarnos activamente por las cosas que les preocupan. No somos “islas remotas”, vivimos en sociedad y para conseguir determinados objetivos la intervención de los demás es necesaria. Desde una visión egoísta o desde la perspectiva altruista, ponerse en el lugar del otro es un ejercicio recomendable de aprendizaje ético. Y también estratégico, ya que  podemos conseguir determinados objetivos propuestos precisamente con la intervención de los demás.

Gestión de las relaciones

El liderazgo inspirado implica la capacidad de esbozar visiones claras y convincentes que resulten altamente motivadoras.  Es lo que se espera de un buen líder: que sea una buena brújula en la dirección correcta, eliminando cabalmente tensiones emocionales y generando sinergias positivas con todos los participantes en los planes de una organización.

 

Las virtudes de la atención plena: mindfulness

La atención plena es un ejercicio de autoconciencia contra distracciones.
La atención plena es un ejercicio de autoconciencia contra distracciones.

 

En su obra titulada “Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia”, Daniel Goleman desarrolla una serie de elogios a la atención plena o mindfulness. La cual estaría dentro de las prácticas de autoconciencia a través de diversos ejercicios de meditación. La línea de fondo es que estos ejercicios y prácticas  refuerzan la capacidad de autogestión y de afrontar diversos temas de la vida profesional o personal.

Sobre el ejercicio de la atención plena

 Una de las cosas más importantes en la vida es saber distinguir lo importante de lo accesorio. Los asuntos cotidianos tienden a confundir y a distraer la atención. Las diversas prácticas de meditación tienen por objeto centrar la atención en un elemento y luchar contra las distracciones. Como afirma Goleman, “la enseñanza universal de la meditación insiste en que cuando nuestra mente divague –y nos demos cuenta de ello- la llevemos de nuevo al punto focal y la mantengamos ahí. Y cuando vuelva a distraerse, volvamos a hacer lo mismo. Y así una y otra vez”.

El ejercicio de la meditación tendría como objetivo luchar contra las distracciones y poder centrarse en lo importante. Y esta práctica recuerda a la estructura de las virtudes. Actuando virtuosamente, uno se convierte en virtuoso. La práctica puede modelar el carácter. Así, afirma el autor “el fortalecimiento del músculo de la atención depende de su ejercicio”.

Las diversas formas de meditación consiguen tener la mente concentrada con ejercicios de respiración o con la repetición de un mantra. Meditar se convierte en una forma de vinculación del cuerpo y el alma. Algunas religiones tradicionales han propuesto formas de meditación con un determinado contenido espiritual, que se vinculaba con ciertas prácticas que también se trasladan al territorio de la atención. El mindfulness realiza una adaptación de ciertos principios budistas.

En otro pasaje de Focus se puede leer: “el adiestramiento mental en el mindfulness desarrolla la capacidad de centrarnos, de forma ecuánime y no reactiva, en el presente observando nuestra experiencia instante tras instante. La práctica consiste en abandonar nuestros pensamientos sobre una cosa y, sin perdernos ningún aspecto concreto de esa corriente de pensamiento, abrir nuestra mente a todo lo que aparezca en el flujo de nuestra conciencia.”

Esto significa que la capacidad de centrar la atención (plena) en el presente, permite generar importantes sinergias. Un ejercicio de focalizarse, unos instantes, en el presente, desde una perspectiva distinta –fruto del ejercicio meditativo- permitirá afrontar de forma más adecuada pasado, presente y futuro. Son las virtudes de la meditación que pueden ayudar a consolidar y enfocar un proyecto vital. 

El poder del autocontrol

Una de las partes más sugestivas del libro Focus hace referencia a un experimento: “los resultados de este estudio claramente ponen de manifiesto que los niños que más autocontrol habían mostrado durante la infancia eran también los que al entrar en la treintena mejor se desenvolvían.” El autocontrol tiene que ver con la demora en las gratificaciones. Saber esperar un premio merecido o comerse enseguida una golosina. Se han dado diversos experimentos que ponen de manifesto la relevancia del autocontrol.

De esta forma, Goleman afirma “el autocontrol infantil demostró ser, por lo que respecta al éxito financiero, un predictor más fuerte que el CI o la clase social de la familia de origen. El autocontrol no solo constituye un predictor del resultado académico, sino también del ajuste emocional, las habilidades interpersonales, la sensación de seguridad y la adaptabilidad.”

Desde la visión de Aristóteles, se afirma que la virtud está en el medio entre dos vicios uno por defecto y otro por exceso. El autocontrol supone educar a los niños en la moderación, pero no como una imposición sino como algo que surja de su interior. Quizá no haya algo tan difícil de hacer entender a un niño y puede ser clave en su futuro. Educar para tomar decisiones por sí mismo que serán mejores que una gratificación instantánea.

Niveles de empatía

La autoconciencia tiene su reverso en la empatía, donde Goleman distingue tres niveles: Empatía cognitiva que permite asumir la perspectiva de otras personas, entender su estado mental y gestionar al mismo tiempo, nuestras emociones, mientras valoramos las suyas. Empatía emocional nos permite conectar con otras personas hasta el punto de sentir lo mismo que están sintiendo y experimentar en nuestro cuerpo, un eco de cualquier alegría o tristeza que estén experimentando. Preocupación empática va todavía más allá y nos lleva a ocuparnos de los demás y ayudarlos, en caso que sea necesario.

Las perspectiva de las otras personas es relevante para el éxito de nuestros proyectos.  Desde un enfoque egoísta,  tener información de los demás y conocer sus puntos de vista e, incluso, ponerse en su lugar son consejos útiles para llevar a buen puerto los diversos planes. Desde una visión altruista y solidaria, además de conocer e internalizar los puntos de vista y situaciones de los demás se requiere una implicación con acciones concretas hacia ellos. La preocupación empática sería una manifestación de solidaridad y compromiso, pero también sería una forma alternativa de gestionar los asuntos, que puede suponer mejores resultados a medio y largo plazo.

Aprender a meditar focalizados en el presente, luchando contra las diversas distracciones, es una forma de elegir prioridades a través del ejercicio de autoconciencia. Desarrollar la empatía nos permite pasar la atención del “yo” a los “otros” y aportar soluciones inteligentes y creativas que incorporen, en la medida de lo posible, las varias perspectivas implicadas.

Aprender de las emociones para tomar las mejores decisiones

La autoconciencia emocional y la empatía son virtudes que mejoran con la práctica
La autoconciencia emocional y la empatía son virtudes que mejoran con la práctica

 

En la obra Inteligencia emocional de Daniel Goleman se analizan diversas facetas del comportamiento humano, desde el prisma de las emociones, la racionalidad y la vida práctica. Tal y como afirma “si el desarrollo del carácter constituye uno de los fundamentos de las sociedades democráticas, la inteligencia emocional es uno de los armazones básicos del carácter. La piedra de toque del carácter es la autodisciplina –la vida virtuosa- que, como han señalado tantos filósofos des de Aristóteles, se basa en el autocontrol.”

Desde los clásicos, búsqueda de la virtud y la forja de un carácter han sido objetivos declarados de la ética. La novedad reside en vincular este tema con la adecuada gestión de las emociones. A continuación se analizará Curriculum de Self-Science que proponen Stone y Dillehunt en Self-Science. The science is me, con comentarios según la perspectiva de Estrategia Minerva Blog. 

Conciencia de uno mismo: Comprender los propios sentimientos y percatarse de aquellos que estén implícitos o no sean declarados, es relevante para contextualizar determinadas reacciones particulares. La autoconciencia emocional es una habilidad que debería practicarse ya que, como la gimnasia, mejora con el ejercicio y, aunque suene paradójico, conocerse mejor uno mismo puede predisponer para conocer mejor a los demás y desarrollar la empatía. Esta debería ser uno de los objetivo que provoque mayores beneficios a las virtudes de esta autoconciencia emocional. En el extremo opuesto estaría alguna forma de solipsismo, que como afirma la Real Academia, es una “forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo”. Conocerse mejor ayuda a conocer a los demás.

Toma de decisiones personales: La estrategia busca desarrollar los mejores planes de acción con determinados objetivos. Es el arte y la ciencia de adecuar los (más eficaces) medios a los fines (elegidos). La ética valora con términos morales tales como bueno, malo, justo o injusto, estos medios y –sobretodo- estos fines. La vida, día a día, es una constante toma decisiones que se ocupan de temas de diversa relevancia. Pero seguramente, en toda vida, existen unas pocas decisiones –sobre fines y medios- que definen un proyecto vital. Esas decisiones vitales deberían tomarse con la oportuna reflexión y la mejor información. Esto incluye poder calibrar adecuadamente las consecuencias de cada acción. Desde esta perspectiva, es relevante analizar si elemento que decanta la decisión proviene de sentimientos o de pensamientos y saber darles el contexto adecuado.

Dominar los sentimientos: Una de las claves de la inteligencia emocional es, después de conocer las propias emociones, la gestión adecuada de las emociones. Lo que se ha dado en llamar el autocontrol emocional. Esta perspectiva significa que las emociones no deben dominarnos, sino que debemos aprender de las emociones y, en especial, hacer frente a las emociones cuando ponen en peligro determinados objetivos valiosos. El miedo, la ansiedad, la ira o la tristeza son sentimientos que pueden hacer trastocar determinados planes y se deberían poder modular de forma que se alejen de zonas conflictivas.

Manejar el estrés: Poder afrontar las situaciones de crisis, con la mejor preparación, debería ser uno de los elementos distintivos de la inteligencia emocional. La gestión adecuada del conflicto, las presiones y las tensiones debería partir de un análisis de las emociones vinculadas, que muchas veces están implícitas. Una vez explicitadas en el análisis, se debería establecer mecanismos para transformar el sentido de esas emociones. En otro orden de cosas, es relevante saber relajarse en situaciones estresantes.

Empatía: Conocer los sentimientos de los demás y emocionarse con el sufrimiento ajeno son elementos relevantes para tomar las mejores decisiones. Aprender de los sentimientos ajenos puede ser una gran educación sentimental. Esta empatía nos puede llevar a desarrollar nuevas emociones y, en algunos casos, a un plan de acción. La solidaridad surge de la empatía, pero también, a partir algunos sentimientos de los demás, se puede aprender el camino por donde no transitar.

Apertura: No siempre es prudente confiar tus sentimientos a cualquiera. De hecho, se debe determinar cuidadosamente cuándo uno puede hablar de los sentimientos más profundos.

Autoaceptación: Toda persona es un conjunto de cualidades y defectos. Es relevante que cada uno pueda tener una imagen positiva de uno mismo ya que esto funciona como un motor potenciador de las propias habilidades y destrezas. Pero no se debe exagerar por exceso o defecto. Se deben reconocer las propias fortalezas y debilidades. Una clave interesante podrá residir en ver las ventajas de los puntos débiles y saber vivirlos como fortalezas.

Responsabilidad personal: Un elemento relevante es la coherencia entre los propios valores y las acciones y el otro, es aceptar los sentimientos y estados de ánimo. Para poder seguir un plan de vida se deben tomar las mejores decisiones con un panorama clarificado y perseverar en los compromisos.

Asertividad: Es importante saber afirmar las propias posiciones de una forma educada, pero a la vez con la suficiente intensidad. De esta forma, se ha de aprender a afirmar intereses y sentimientos sin ira, ni pasividad.

Dinámica de grupos: En las diferentes relaciones, especialmente las profesionales, se establecen jerarquías. En este contexto, es relevante saber cómo y cuándo mandar y cuándo obedecer. Hay que saber motivar para lograr unos objetivos e implicar a todos en la tarea común. Esta implicación global conseguirá mejores resultados. Si el papel es el de obedecer, este se ha de cumplir lealmente, aunque sólo en cuestiones realmente cruciales se pueden trasladar, en su caso, alguna sugerencia de mejora o alguna vía de acción alternativa.

Solución de conflictos: Actuar con juego limpio, que esto sea una nota distintiva de nuestro comportamiento. Cumpliendo los compromisos adquiridos y actuando con fair play. Se deben potenciar las situaciones donde la cooperación permite a todos ganar en algo que valoran. Lo que se conoce como negociaciones win/win. La gestión del conflicto debería ser una oportunidad para explorar las posibilidades de la cooperación, desde los valores y emociones de los implicados.

Inteligencia de las emociones

Según Daniel Goleman, razón y emoción se complementan.
Según Daniel Goleman, razón y emoción se complementan.

 

En la toma de decisiones existe un elemento relativo a las emociones implicadas que determinados enfoques olvidan o minusvaloran. Este es el punto de partida de Daniel Goleman en su ensayo titulado Inteligencia emocional, un auténtico bestseller lleno de novedosas ideas.

En vez de oponerse, razón y emoción se complementan. De esta forma, Goleman afirma “las emociones son importantes para el ejercicio de la razón. En la danza entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones instante tras instante, trabajando mano a mano con la mente racional y capacitando -o incapacitando- al pensamiento mismo. Y del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación.”

El punto de partida de este libro es explicar por qué las personas con grandes resultados en los Test de Inteligencia a veces no desarrollan su potencial, o incluso tienen más dificultades. La tesis de Goleman es que hay diversos tipos de inteligencia y uno de las más relevantes es la que se vincula con las emociones, aunque habitualmente no se hable de ella.

Esta inteligencia emocional se compone de diversas facetas, entre las que se encuentran:

1.- El conocimiento de las propias emociones: En el templo de Apolo en Delfos, se podía leer “Conócete a ti mismo”, era un lema popular en la Antigüedad. En ocasiones somos unos desconocidos ¡para nosotros mismos! Cuando decimos que debemos conocernos mejor, no es tanto la parte racional que suele estar más publicitada, sino especialmente cómo son nuestras emociones. En ocasiones, por educación o convencionalismos, no paramos atención a nuestras propias emociones.

2.- La capacidad de controlar las emociones: Tan relevante como conocer las propias emociones es poder controlarlas adecuadamente. En muchas ocasiones, la prudencia o la racionalidad estratégica piden no exteriorizar las emociones. Especialmente si de esta forma se impide un conflicto presente o futuro. La capacidad de controlar las propias emociones requiere de cierto entrenamiento, pero es algo dentro del proceso educativo habitual de los que vivimos en sociedad.

3.- La capacidad de motivarse uno mismo: Una vez se han conocido con cierto detalle las propias emociones, es relevante establecer un plan de acción, marcarse unos objetivos. Poder transformar los propios sentimientos en acciones concretas. Especialmente en las situaciones difíciles, es relevante encontrar dentro de uno mismo –en sus valores profundos- la forma de afrontar los asuntos. Si afrontamos la adversidad con fortaleza –resiliencia-, podemos salir reforzados en situaciones habituales. Desarrollar habilidades de resiliencia, puede forjar un carácter mejor adaptado a situaciones cambiantes.

4.- El reconocimiento de las emociones ajenas: Este es un elemento clave del enfoque de la inteligencia emocional. Después de la fase de introspección, está la fase de exploración de las emociones de los otros. En ocasiones, las decisiones de los demás tienen un componente emocional que se quiere obviar. Otras veces, los demás muestras sus emociones de tal forma, que buscan manipular o influir para conseguir unos objetivos particulares. Las emociones de los demás pueden tener poder explicativo de sus palabras y acciones.

5.- El control de las relaciones: Tenemos emociones y hemos de convivir en sociedad. Las relaciones personales, profesionales o familiares están vinculadas, implícita o explícitamente, con emociones. Por tanto, la gestión adecuada de las emociones debería ser algo cotidiano, donde se debería tender a reducir los conflictos y mejorar los puentes de cooperación. De hecho, las emociones pueden llevar a desatascar una situación complicada y éste es un aspecto a cuidar especialmente.

Una de las facetas implícitas en este enfoque de la inteligencia emocional es el desarrollo de la empatía. Esto suele comprenderse como la aptitud de ponerse en el lugar del otro, en inglés existe la expresión putting in the other’s shoes. Los individuos bajo este prisma debe desarrollar habilidades para interiorizar cómo piensa o siente el otro. Goleman sostiene que el desarrollo de la empatía comienza en la temprana infancia. En opinión de Hoffman, es la empatía hacia las posibles víctimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hayan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas. Esto tiene que ver con la Regla de Oro de la Humanidad, que establece no hagas a los demás, lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

El enfoque de la inteligencia emocional también tiene repercusiones en la dinámica de grupos. De esta forma, Goleman especifica tres puntos, que serán comentados según Estrategia Minerva Blog:

-La capacidad de expresar quejas en forma de críticas positivas: Es relevante tener en cuenta los sentimientos de los demás y mantener punto de vista discrepantes, pero de forma empática. Valorar positivamente los logros y plantear puntos débiles como una forma de mejorar.

-La creación de un clima que valore la diversidad y no sea una fuente de fricción: Los grupos suelen tener una dinámica endogámica donde las diferencias son vistas como un riesgo. Sin embargo, la estrategia más adecuada es valorar esa diversidad como un elemento positivo y desarrollar su potencialidad. Eso fortalecerá al grupo y podrá mostrarse como ejemplo de integración de diferencias.

 -El hecho de saber establecer redes eficaces: En una sociedad global es relevante estar conectado con otras personas o grupos, que puedan colaborar con tus objetivos. Según Castells, estamos en una sociedad-red. Debemos elegir cuidadosamente de qué redes formamos parte y así, daremos forma a nuestro plan de vida.