Se dan dos facetas simultáneamente en Isidoro de Sevilla. La primera como erudito y estudioso en una época de transición ente el Imperio Romano y la Edad Media y la segunda, como Arzobispo de Sevilla, Santo y Doctor de la Iglesia católica.
Su obra denominada Los tres libros de las “Sentencias” está escrita entre 612 y 615 d. C., y se comprende como un manual dogmático, moral y ascético. La Real Academia define ‘sentencia’ como “dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad”y ese era el sentido en que la se utiliza aquí el término. Este fue un libro muy leído durante la Edad Media. Tiene un trasfondo religioso unido con elementos de cultura clásica. Sus temas tienen que ver con asuntos de teología y otros de moralidad práctica. Está escrito en un estilo claro y conciso, propio del autor.
Hablando de las virtudes, Isidoro afirma: “como el hombre partiendo de los vicios mas insignificantes, poco a poco cae en los mayores, así apoyándose en pequeñas virtudes, progresivamente se dirigen a las que están en la cumbre”.
Esto esta vinculado con la tesis de la unidad de las virtudes. Los estudiosos del enfoque de las virtudes sostienen que una virtud nunca está sola y que se acompañan de otras virtudes. Y lo mismo pasa con los vicios. Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente y, por tanto, al iniciarse practicando una virtud puede se la puerta a otras virtudes. Se trata de educar el carácter con hábitos y disposiciones que sigan un modelo de excelencia.
Sobre la soberbia sostiene: “los que se enorgullecen por sus virtudes han de ser juzgados por a las mismas obras que practican como virtudes, porque realizan una obra buena con intención no recta. (…) de la soberbia surge la arrogancia, no la arrogancia de la soberbia. Pues, si no ha precedido el oculto engreimiento del alma no se hace ostensible la presuntuosa alabanza”.
La Real Academia define la soberbia “altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros”. Y también como “satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás”.
Existen determinadas profesiones, o incluso la cultura propia de determinadas organizaciones, que se abonan fácilmente a caer en la soberbia. Cabe distinguir entre la autoestima y la soberbia, mientras que la primera es una positiva valoración de las propias características, en la segunda se da un exceso vanidoso.
Isidoro de Sevilla recomendaba la humildad y la oponía a la soberbia. Somos seres humanos, frágiles y vulnerables, es una mejor estrategia en la vida ser humilde que ser arrogante y soberbio. Esta estrategia de la humildad nos acerca de la mejor manera a los demás.
De la avaricia afirma que “nunca puede saciarse, pues el avaro siempre tiene necesidad y cuanto más obtiene tanto más intenta conseguir, y no sólo se tortura por el deseo de acrecentar sus bienes, sino que sufre por el temor del perderlos.”
La Real Academia define avaricia como “afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. Es curioso imaginarse a personas con grandes fortunas que luchan por tener cada vez más, cuando sus necesidades básicas están de sobra cubiertas.
Ese afán por querer tener cada vez más puede ser avaricia. Caben dos comentarios. La moraleja de la “mano invisible” del mercado de Adam Smith le lleva a la conclusión “vicios privados, virtudes públicas”. Gracias al egoísmo del panadero podemos tener pan cada día. El segundo comentario hace referencia a la visión de Aranguren y su crítica del ciudadano como consumidor satisfecho. El consumismo y su creación de necesidades inexistentes resultan en quitar tono moral a la democracia y convertir a los ciudadanos en consumidores, siempre con necesidades nuevas por satisfacer.
En Sentencias, se puede leer “la envidia del bien ajeno castiga al propio culpable ya que el envidioso se consume por allí por donde el bueno adelanta.”
La Real Academia define envidia como “tristeza o pesar del bien ajeno”. Algunas personas que envidian tienen grandes sufrimientos. Cada logro de los demás supone aumentarlos. Su carácter es tal que pueden acabar por desear el mal ajeno, lo que de producirse quizá aliviaría su forma de sufrir.
Si se envidia no se tiene una visión equilibrada entre uno y los demás. Los envidiosos suelen ser personas competitivas en extremo. Es bueno alegrarse de los triunfos de los demás e, incluso, si la persona es cercana, cabe considerarlos como algo propio.
En otro pasaje, Isidoro de Sevilla afirma que “el veneno se oculta muchas veces revestido por la miel de las palabras, y el hipócrita simula bondad hasta que burla con el engaño.”
La hipocresía en extremo es un mal moral, pero moderadamente es algo necesario para la vida en sociedad. La buena educación afirma que hay situaciones donde es mejor no importunar a alguna persona con nuestras impresiones o pensamientos, porque parte de la educación se basa en la Regla de Oro: ¿nos gustaría que en esa situación, si tuviera que ver conmigo, simularan o fuesen sinceros? Sin embargo, en otras situaciones, especialmente con relaciones personales o laborales con fuerte implicación, fingir o ser hipócrita es un mal moral.
Precisamente sobre la amistad, se afirma en las Sentencias “en la adversidad se descubre en seguida al falso amigo; en la prosperidad es incierta la amistad, ni sabe uno si es la persona o su felicidad lo que ama”.
La amistad es una de las mejores cosas en la vida. Cabe afirmar que las amistades pueden basarse en la benevolencia o en el interés. Si las cosas van mal, las amistades por interés desaparecen y, entonces, se mantienen únicamente la amistades por benevolencia. Cultivar las amistades esperando encontrar la benevolencia recíproca es una buena forma de acercarse al ideal.
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