La mejor estrategia es prevenir las estratagemas

Un estratagema se define como astucia, fingimiento y engaño artificioso.
Una estratagema se define como astucia, fingimiento y engaño artificioso.

 

La estrategia tiene un origen militar donde se requerían una serie de destrezas y habilidades para organizar las operaciones que tenían como objetivo la victoria de los ejércitos. Actualmente se habla de estrategia para un sinfín de temáticas, que poco tienen que ver –aparentemente- con el antecedente militar. Quizá guardan en común que la necesidad de ser estratégico viene del coste, a veces inasumible, de perder. Dicho de otra forma, la estrategia surge porque se buscan los mejores, y más idóneos, medios que garanticen el objetivo final, ya sea la victoria militar o el éxito en los negocios, la política o en la vida.

En los anteriores posts, he analizado cuatro modelos éticos asociados a la estrategia: deontológico, consecuencialista, maquiavélico y virtuoso. Es el momento de hacer un pequeño balance. Para ello me ayudaré de la distinción entre estrategia y estratagema. Sobre el primer término, hay varias posibles definiciones según la especialidad (militar, negocios, política, teoría de juegos,…) Adoptaré una definición que pueda servir a efectos explicativos. Estrategia es un arte y una ciencia en elaborar un plan y elegir los medios idóneos para alcanzar las metas propuestas.

En cambio, la Real Academia define estratagema como, en su primera acepción, “ardid de guerra” y, en su segunda acepción, “astucia, fingimiento y engaño artificioso”. Como se ve, también la estratagema tiene un origen militar. El término “ardid”, es definido por la Real Academia  como “artificio, medio empleado hábil y mañosamente para el logro de algún intento”.

Una posible conclusión parece que, según estas definiciones, el artificio hábil y mañosamente empleado estás más justificado en la guerra que en otros ámbitos. Dicho de otra forma, la estratagema en contexto militar es un ardid y fuera de ese contexto, es un engaño artificioso.  La respuesta puede venir de que el objetivo de la guerra es la victoria, pero si no se tiene éxito, ocurre la derrota militar y sus nefastas consecuencias. También porque en términos militares se suelen hablar de enemigos y se plantean escenarios, de lo que en Economía llaman, suma cero: lo que ellos pierden, nosotros lo ganamos y al revés.

La vida es más rica en matices que una guerra. Las personas se sitúan en escenarios de cooperación y conflictos y desarrollan su planes de vida para desarrollar sus objetivos profesionales o personales. En ese sentido, ya comenté en un post anterior, que todos somos filósofos –nos hacemos preguntas, situamos nuestro alfa y nuestro omega- y que nos iría mejor si todos fuéramos estrategas. ¿Qué papel juegan las estratagemas?

Aquí se verá la funcionalidad de los modelos éticos analizados en posts anteriores.  El estratega deontológico condena el uso de estratagemas porque tienen un componente de engaño. Las dos máximas del modelo deontológico son decir siempre la verdad y mantener las promesas. Quizá alguien podría encontrar una delgada línea para encontrar un ardid que cumpla con estas dos máximas y que conduzca al éxito.

El estratega consecuencialista  valora las acciones por los resultados o por la maximización de una variable elegida –bienestar, utilidad, dinero, felicidad…- Según este modelo, las estratagemas serán válidas según las consecuencias que produzcan. La cuestión clave es si un engaño artificioso puede ser estable en el tiempo. Cabría distinguir entre interacciones que se producen una vez o en una duración de tiempo más prolongada o son para toda la vida. El uso de estratagemas no perdura en el tiempo porque aumento el riesgo de ser descubiertos y, entonces, ya no producirían las consecuencias deseadas.

El estratega maquiavélico es un especialista en estratagemas, pero el maquiavelismo auténtico consiste precisamente en que no se note. Su visión es un arte de la simulación y el disimulo que tiene como regla máxima el deseo de éxito. Los medios serán adecuados si consiguen los fines que se propone. El estratega maquiavélico hace uso abundante de la astucia y el fingimiento para conseguir sus objetivos. Sin embargo, al igual que el consecuencialista, el paso del tiempo aumenta el riesgo de que puedan ser descubiertos su verdadero proceder e intenciones.

El estratega virtuoso tiene una posición ambivalente con las estratagemas. Puede desarrollar habilidades y disposiciones que forjen su carácter que tengan que ver con el fingimiento o la astucia, pero con los límites conocidos. Según la ley de término medio, la virtud está en la moderación, nunca en el exceso. Además según está visión no todo puede recibir el nombre de virtud, es una visión pluralista, pero no relativista.

En resumen, el estratega deontológico condena las estratagemas; el estratega consecuencialista valora las estratagemas según las consecuencias que produzcan, con temor a ser descubierto a lo largo de tiempo; el estratega maquiavélico utiliza habitualmente las estratagemas mientras simula no hacerlo; el estratega virtuoso puede utilizar estratagemas, de forma moderada, pero siempre que puedan considerarse virtudes.

Después de estas reflexiones, se puede decir que la mejor estrategia es estar prevenido ante las estratagemas.

 

Modelo ético virtuoso

Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente.
Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente.

 

El último modelo que analizaré es el modelo ético virtuoso. Esta visión se compone de algunos principios. En primer lugar, para conocer la acción correcta en un caso se debe pensar cómo actuaría una persona virtuosa en ese caso. En segundo lugar, una persona virtuosa es aquella que posee virtudes. En tercer lugar, las virtudes son hábitos o disposiciones que forjan el carácter de los seres humanos y que muestran la excelencia de una determinada práctica.

Existe una confusión con el lenguaje de las virtudes desde el enfoque religioso y el enfoque ético. Las virtudes para la religión cristiana son fe, esperanza y caridad. Sin embargo, el enfoque de la ética de las virtudes es anterior al cristianismo y está identificado con la obra de Aristóteles. En Etica a Nicómaco, considera como virtudes la prudencia, el coraje, la justicia y la templanza.

Es relevante el componente educativo en la ética de las virtudes. Uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente. O dicho de otra forma, repitiendo los hábitos que son virtuosos, nuestro carácter se convierte en virtuoso. De ahí que este modelo sea tan importante en la educación y que las virtudes, en términos generales, se pueden aprender.

Pero ¿qué es una virtud? Este modelo ético es más flexible que el modelo deontológico. El modelo ético virtuoso es más contextualista y pluralista. Cada uno puede encontrar cuales son sus modelos de excelencia –virtudes- e intentar actuar de acuerdo con ellos. Pero no todo puede ser una virtud, no es un modelo relativista. Existen comportamientos más cercanos a los vicios que a las virtudes y aunque existe un componente contextualista, existen algunos casos claros que no pueden ser virtudes. La maldad, el asesinato o la envidia no pueden nunca ser consideradas virtudes.

¿Cuáles son las virtudes de un estratega? Por lo visto hasta ahora, la virtudes se aprenden, comportándose virtuosamente y existe un elemento contextualista donde cada cuál encuentra sus modelos de excelencia, con algunos límites. Inspirándose en Aristóteles se puede considerar que existen, al menos, tres perspectivas interesantes sobre las virtudes para los estrategas: a) La ley del término medio; b) La importancia de la experiencia; c) La virtud de la prudencia como sabiduría práctica.

Una virtud es el término medio entre dos excesos o vicios, uno por defecto y otro por exceso. Esto básicamente es lo que sostiene la ley del término medio. Es una llamada a la moderación en las diversas acciones. El análisis que se puede realizar es que dados unos concretos objetivos, se debería determinar cuáles son las acciones virtuosas –dentro del término medio- y cuáles son acciones excesivas –por defecto o exceso-.

El enfoque de la ética de las virtudes da mucha importancia a la experiencia. Se aprende a ser virtuoso, se aprenden las virtudes de la estrategia. La mejor manera de aprender, desde unas bases adecuadas, es la experiencia. Es en la práctica donde cada uno encuentra sus modelos de excelencia, lo que permite ver que las virtudes dependen del contexto. La experiencia también permite valorar si realmente nos encontramos ante una virtud o un exceso.

De entre todas las virtudes, Aristóteles destaca la prudencia, donde considera que es un sinónimo de la sabiduría práctica. Este autor se refiere a la palabra phronesis para considerar que es la virtud central de los seres humanos. También para los estrategas la prudencia es una virtud central. La prudencia lleva a sopesar siempre todas las alternativas, a pensar los diferentes costes de oportunidad, promover métodos de comprobación imparcial, acudir a terceros o expertos y, especialmente, pensar bien -y no precipitarse- ante las diferentes operaciones.

Del modelo ético virtuoso se puede concluir: que las virtudes del estratega se pueden aprender; que uno se convierte en virtuoso, actuando virtuosamente; que la experiencia nos enseña el camino; se ha de hacer un balance para encontrar virtudes y excesos y la virtudes están en la moderación y, finalmente, que la virtud central para los estrategas es la prudencia, que es la sabiduría práctica. El camino a la virtud es un aprendizaje hacia la excelencia a partir de la experiencia y la prudencia. ¿Nos atrevemos a caminar?

 

 

Modelo ético maquiavélico

La regla fundamental de Maquiavelo es el deseo de éxito
La regla fundamental de Maquiavelo es el deseo de éxito

 

El siguiente es el modelo ético maquiavélico. Es una versión extrema y particular del modelo ético consecuencialista. Está inspirado en la obra de Nicolás de Maquiavelo. Es curioso como de un pensador ha surgido un término maquiavelismo que la Real Academia define como “modo de proceder con astucia, doblez y perfidia”.  Maquiavelo no ha tenido demasiada buena prensa, pero el método ético maquiavélico es más común de lo que parece.

El lema más conocido de Maquiavelo es el fin justifica los medios pero esta atribución no es del todo adecuada porque esa frase no aparece en ninguna de sus obras.  Sin embargo, en El Príncipe, afirma:“(…) y en las acciones de todos los hombres, y máxime en las de los príncipes, cuando no hay tribunal al que reclamar, se juzga por los resultados. Haga, pues, el príncipe lo necesario para vencer y mantener el Estado, y los medios que utilice siempre serán considerados honrados y serán alabados por todos.” (Maquiavelo, El príncipe, XVIII).

El modelo ético maquiavélico afirma, como regla fundamental, el deseo de éxito y, en ese contexto, los fines elegidos son más importantes que los medios. Pero eso no significa que automáticamente el comportamiento deba ser inmoral. El Príncipe es un tratado sobre la naturaleza humana donde podemos aprender que el príncipe si quiere conseguir el éxito tiene que simular y disimular, pero finalmente actuar de acuerdo con la regla que le lleve al éxito.

Esto puede suponer una adhesión aparente a los valores, pero finalmente actuar de acuerdo con el pragmatismo. En uno de los pasajes más conocidos, Maquiavelo se plantea por “de qué forma tiene que mantener su palabra un príncipe” y ofrece una respuesta que está en su línea: “un señor que actúe con prudencia no puede ni debe observar la palabra dada cuando vea que va a volverse en su contra y que ya no existen las razones que  motivaron su promesa. Y si todos los hombres fuesen buenos este precepto no sería justo; pero puesto que son malvados y no mantendrían su palabra contigo, tú no tienes por qué mantenerla con ellos. Y a un príncipe nunca le han faltado razones legítimas para excusar su inobservancia” (Maquiavelo, El príncipe, XVIII).

Desde el modelo ético deontológico se replicaría que se deben mantener siempre las promesas y se debe decir siempre la verdad.  Si analizamos el escenario según Maquiavelo, deben darse tres circunstancias que aconsejan no cumplir una promesa:  a) Se pueda volver en contra de quién la formuló; b) No existen las razones que la motivaron; c) Los hombres son malvados y no cumplirían su palabra contigo. El segundo motivo es el más fuerte y podría ser invocado si realmente  ya no existen los motivos que originaron la promesa. El primero debería haber sido previsto adecuadamente y sobre el tercero, se podrían encontrar ejemplos que afirmen lo contrario.

Existen varias interpretaciones sobre Maquiavelo. La versión maquiavélica de Maquiavelo nos sitúa a un autor diabólico, inmoral, anticristiano, que justifica cualquier acción para conseguir sus objetivos. La versión republicana de Maquiavelo afirma que era un patriota, que quería defender ante todo el Estado y consideraba que el Príncipe debía tener virtudes civiles y políticas y no religiosas.

Por este motivo algunos consideran que es el fundador de la Ciencia Política, porque considera que la política tiene sus propias reglas, distintas de la ética y la religión.

Desde la visión estratégica, Maquiavelo ofrece lecturas, dudas y reflexiones interesantes. Por ejemplo, encontramos este interesante consejo para estrategas: “hay que ser un zorro para conocer las trampas, y un león para amedrentar a los lobos” (Maquiavelo, El príncipe, XVIII). Pero quizá el elemento clave dentro de la estrategia es cómo actuar frente a alguien maquiavélico.  La primera y más difícil tarea será identificarlo por que como afirma Aranguren “un maquiavelismo confesado se anularía en cuanto tal: para ser eficaz tiene que se hipócrita y rendir tributo a la virtud” (Aranguren, José Luis, Ética y Política)

El estratega debe estar alerta y, por ejemplo, establecer mecanismos de comprobación imparcial de las diferentes operaciones. Se podría dar el caso de alguien buscando su éxito, fingiendo conformidad, no cumpliera su palabra. Se deben desarrollar estrategias para prevenir estas situaciones. Maquiavelo nos señala que si aprendemos de las cualidades del zorro y del león nos podemos acercar más al éxito.

 

 

Modelo ético deontológico

 

Dentológico es el enfoque ético que se basa en deberes
Dentológico es el enfoque ético que se basa en deberes

 

Antes de adentrarnos en contenidos más estratégicos, voy a dedicar una serie de post a diversos modelos éticos. Estos modelos sirven para juzgar nuestras acciones y también pueden inspirar diversas estrategias. El primer modelo ético es el deontológico.

Primero es necesario deslindar su significado frente a alguna confusión que se podría dar. Existen dos significados para la palabra deontología. El primero tiene que ver con la ética profesional, con el conjunto de valores y normas que regulan el ejercicio de una profesión y que a veces se recogen en un código deontológico, como el caso de médicos, abogados, periodistas… El segundo está relacionado con un enfoque ético que básicamente se basa en deberes.

Me ocuparé en este post de este segundo significado. El modelo ético deontológico, que se basa en deberes, se suele contraponer al modelo ético consecuencialista, que se basa en las consecuencias. Más propiamente el modelo deontológico se basa en que el individuo debe actuar según el principio o valor correcto.

El paradigma del modelo ético deontológico es la filosofía de Inmanuel Kant y se suele ejemplificar en las formulaciones del imperativo categórico. De esta forma, se afirma: ”compórtate de tal forma que tu máxima de actuación se convierta en ley universal”.  Este parece un principio moral importante, sin embargo algunos sostienen que está vacío.  Con la suficiente habilidad, alguien puede convertir el ley universal, pretensiones poco aceptables. Veamos como funciona este mecanismo. Si alguien quiere utilizar el lenguaje del odio contra las minorías parece que esto no podría universalizarse. Sin embargo, si alguien defendiera políticas de discriminación positiva ¿podrían universalizarse? Alguien podría sostener que no realiza lenguaje del odio, sino que el principio a universalizar es la libertad de expresión de personas con orgullo propio.

Detrás del imperativo categórico se esconde la regla de oro de la Humanidad, que tiene trascendencia estratégica, que sostendría “trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”. Es una regla que se basa en la reciprocidad, pero a diferencia del ojo por ojo, no es una regla de respuesta ante un ataque, sino que anticipa una actitud cooperativa, que implica ponerse en el lugar del otro. Algunos estudios señalan que está actitud cooperativa a largo plazo es la que da mejores resultados.

Otra formulación del imperativo categórico es “trata a todo ser humano siempre como un fin en si mismo, nunca como un medio”. Esto muestra como el modelo ético deontológico es una ética de máximos. Otros conectan esta visión con la noción de dignidad humana. Desde la estrategia, se podría decir que ésta es una encomiable declaración de principios, pero que las relaciones humanas se mueven entre la cooperación y la competición. La estrategia debería potenciar los elementos cooperativos y disminuir los elementos competitivos, para conseguir unos objetivos determinados.

Este modelo ético deontológico es legalista, rigorista, anterior a la experiencia, racional, de aplicación universal. Existen dos máximas que defiende este modelo que tienen especial trascendencia estratégica. La primera es que se deben siempre cumplir las promesas. En EEUU, algunos periodistas van a prisión por no revelar sus fuentes en juicio. Su promesa de confidencialidad es más fuerte que el deber jurídico de declarar. Cumplir las promesas es un buen principio ético y la sociedad se basa en gran medida en la expectativa de que se van a cumplir las promesas. Las objeciones podrían venir del modelo ético maquiavélico, donde no siempre la mejor solución es cumplirla palabra dada. El modelo deontológico sostiene que siempre se deben cumplir los compromisos, independientemente de las circunstancias. La estrategia debe prevenir de no ser explotado por quienes  afirman compromisos y luego no los quieren cumplir.

La otra máxima del modelo ético deontológico con interés estratégico es que siempre se debe decir la verdad. Primero, habría que distinguir entre no decir toda la verdad y mentir. Segundo, el uso estratégico de las amenazas supone que éstas deben ser creíbles para producir su efecto. Lo que sostiene el modelo ético deontológico es que siempre se debe decir la verdad aunque ésta perjudique al emisor. En esos casos, la mejor estrategia es el silencio. O como decía Wittgenstein “de lo que no se puede hablar, es mejor callarse”.

El modelo ético deontológico es una propuesta exigente moralmente, podría calificarse de rigorista. Se basa en principios de validez universal anteriores a la experiencia. Puede funcionar como un mecanismo para hacer sólidos y creíbles los compromisos y las amenazas. Sin embargo, la estrategia aprende de la experiencia. Así, pueden existir situaciones especiales donde se pueda hacer una excepción a los principios generales, siempre que estén adecuadamente justificadas.

Los principios y valores son una guía de acción que, en ocasiones, marcan los límites donde no se debe transitar. La ética de los deberes debería permitir una aplicación flexible, no de forma absoluta. No estoy seguro que esta flexibilidad se encuentre en el espíritu de Kant, pero se acerca más a la vida.

 

Etica y Economía: tan lejos, tan cerca

Los orígenes ético y técnico de la Economía
Los orígenes ético y técnico de la Economía

 

El Premio Nobel de Economía Amartya Sen se planteó en una serie de conferencias una tesis inusitada: “mantendré que la naturaleza de la economía moderna se ha visto empobrecida sustancialmente por el distanciamiento entre la economía y la ética”(Sen, Sobre ética y economía).

En su explicación, Sen sitúa dos orígenes para la Economía. El primero es el enfoque ético. Aparece en la obra Etica a Nicómaco de Aristóteles. Allí se dice que todo arte o investigación parecen tender hacia un bien. El fin de la medicina es la salud, el de la estrategia es la victoria y el de la economía es la riqueza. Pero para Aristóteles el fin supremo es la política que regula qué ciencias son necesarias en las ciudades. La estrategia, la economía y la retórica están subordinadas a la política. El fin de la política incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre (Aristóteles, Etica Nicomaquea, Libro I).

De esta forma, la Economía también debería ofrecer respuestas a la cuestión ‘¿cómo hay que vivir?’ ‘¿que es lo bueno para el hombre?’. Según este enfoque, la Economía es una cuestión de fines, con repercusión ética, y está subordinada a la política, que también es una cuestión de fines con repercusión ética.

El otro origen de la economía es técnico. Se interesa por temas logísticos, por adecuar los medios a los fines. Los fines parecen claros y no merecen discusión. Este segundo enfoque no entra en cuestiones éticas, que considera un ámbito ajeno. Considera la Economía una cuestión únicamente de eficiencia.

Otro de los objetos de interés de Sen en estas conferencias es la noción de racionalidad que habitualmente se utiliza en Economía. Con diversos argumentos, Sen critica las habituales comprensiones de racionalidad como consistencia y de racionalidad como maximización del propio interés.

Esto me permite reflexionar sobre el concepto de racionalidad y estrategia. Un comportamiento es racional si se produce una correcta adecuación entre medios y fines. Si expresa su preferencia de mejorar sus conocimientos de alemán y para tal fin se dirige a Japón, podemos deducir que su comportamiento no adecua bien medios y fines. Si finalmente decide ir a Munich su comportamiento habrá sido racional porque es consistente. Pero esta racionalidad no discute sobre los fines, sólo sobre su consistencia con los medios.

La estrategia, que algunos consideran un arte, está vinculada con el desarrollo del mejor plan para conseguir unos objetivos. Se deben escoger los medios idóneos para alcanzar los fines determinados. La racionalidad estratégica se vincula con la victoria, como decía Aristóteles pensado en la acepción militar del strategos, pero la batalla la elegimos nosotros. La ética puede juzgar los fines y los medios y la racionalidad la adecuación de los medios de los fines.

Imagine que quiero crear una residencia para niños abandonados en la India –fin loable- y para ello de he desarrollar la mejor estrategia. Si para conseguir ese objetivo, alguien me propone asesinar a mi vecino que guarda gran cantidad de dinero en su casa, este sería un medio ilícito para conseguir un fin loable. Y finalmente, dados los valores implicados, se puede concluir que no es racional asesinar a un vecino como medio para un fin solidario o caritativo. Pero imaginemos que el fin sea asesinar a un vecino –fin despreciable- y el medio acariciarle suavemente con un algodón. Parece que para ese fin inmoral el medio no parece el más adecuado. La estrategia es el arte de encontrar los mejores medios para los fines y la ética puede juzgar tanto los medios como los fines. El fin de la estrategia es la victoria y el fin de la ética es el bien del hombre.

La racionalidad como maximización del autointerés parece un presupuesto indiscutido de la Economía, pero no debe ser necesariamente así. Los seres humanos no somos ángeles, no somos demonios.Tenemos un altruismo limitado. No es cierto que siempre se persiga el propio interés. Existen personas dispuestas a sacrificar su interés, especialmente hacia aquello hacia lo que se desarrolla vínculos de lealtad, solidaridad o amor.

Esto traducido a la estrategia de los negocios quiere decir que el beneficio del accionista no es el único objetivo de las empresas, sino que se puede desarrollar una estrategia de responsabilidad social que incluya buenas prácticas. Estas buenas prácticas pueden ser un programa de innovación éticamente responsable; campañas solidarias a nivel local o global; una política de recursos humanos coherente con la gestión de la igualdad y la diversidad; una política de marketing que incluya políticas de mecenazgo a organizaciones educativas, culturales o de interés social o una política transversal de respeto del medio ambiente.

Quizá Aristóteles suene muy lejano, pero la estrategia -que busca la victoria- también puede tener buenas repercusiones éticas.

 

Por qué leer a los clásicos

"Un clásico es un libro que nunca termina de decir que lo que tiene que decir" I. Calvino
“Un clásico es un libro que nunca termina de decir que lo que tiene que decir” I. Calvino

 

En un delicioso ensayo, el escritor Italo Calvino se plantea “Por qué leer a los clásicos”. Vivimos tiempos donde parece que prime la novedad y se olviden algunas cosas. En este ensayo, el escritor italiano reivindica el valor de los textos clásicos. En este sentido, afirma “Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).”

No cualquier libro es un clásico. Pero acercarse a un clásico es aprender o quizá identificar qué parte del conocimiento o del bagaje de cada cual estaba ya en aquel libro tan famoso. Así, Calvino afirma “los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad”. Aproximarse a un texto clásico no es un ejercicio de adhesión acrítica, más bien es un reconocimiento y puede servir como toma de posición. En este sentido, el autor italiano sostiene “Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.”

Analizaremos a continuación dos célebres máximas que han pasado a la Historia de las Ideas como clásicas, aplicadas al contexto de la estrategia. La primera se debe a Thomas Hobbes en su obra Leviatán. Quien no ha escuchado que “el hombre es un lobo para el hombre”. Esto describe la circunstancias del Estado de naturaleza, una situación donde no hay Estado, ni Derecho, ni pactos, ni promesas…Es una guerra de todos contra todos. ¿Nos gustaría vivir allí? Parece que la convivencia con la amenaza de un conflicto constante no genera estabilidad, ni confianza. En esa situación, los seres humanos acceden a pactar y renuncian a su libertad natural a cambio de unas condiciones. Aquí ya aparecen algunas nociones estratégicas como que el pacto surge para evitar el conflicto o que las condiciones del pacto social dependerán del coste de oportunidad – o sea, de cómo sea la situación para los individuos en la situación alternativa del Estado de Naturaleza-.  En el caso de Hobbes, el Estado de Naturaleza, es un guerra constante entre lobos, los seres humanos pactan renunciar a su libertad natural, a cambio de la paz y la seguridad. Sin embargo, existen otras versiones del Contrato Social donde las condiciones son diferentes, como es el caso de Locke –donde el Pacto implica la noción de derechos individuales- y Rousseau –que considera que hombre es bueno por naturaleza y el Pacto implica someterse a la voluntad general-.

La segunda máxima se debe a Aristóteles en su obra Política afirma que “el hombre es un animal político”. Eso significaba que el ser humano en un animal de la polis, se interpreta como que es un ser social. Sólo en el contexto de la sociedad, el hombre puede desarrollar plenamente sus capacidades. Esta máxima permite lecturas más o menos descontextualizadas. Voy a ofrecer una que se vincula con cuestiones de estrategia. Como animal político, el ser humano se mueve en situación de cooperación y/o conflicto. La mayoría de escenarios combinan elementos cooperativos y competitivos. El elemento clave es la interdependencia. Habría varias definiciones para este concepto, pero el fenómeno es conocido. Dependemos de los demás para nuestros objetivos y los demás dependen de nosotros para sus objetivos. El uso estratégico de la interdependencia es el poder de convicción de cada cuál para alcanzar sus objetivos de la forma más compatible posible con los objetivos de los demás. Lo cual dependerá de los diversos escenarios cooperativos/conflictivos y para cada situación se deberá desarrollar una estrategia específica.

Para terminar, una reflexión de Italo Calvino: “es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.”

 

Todos somos filósofos, pero ¿somos todos estrategas?

Andamios para las ideas.

Todos somos filósofos. Esta afirmación le puede sorprender un poco.  No es algo que se diga habitualmente. Tampoco parece hablarse mucho de Filosofía. En la superficie.

Habría que distinguir entre la Filosofía académica y la Filosofía como forma de vida. La primera se concibe habitualmente como un territorio complejo solo para estudiosos. La segunda nos dice que “todos somos filósofos”. La actitud esencialmente filosófica es preguntarse el porqué de las cosas. La curiosidad y la inquietud en el campo de las ideas. Todos, en mayor o menor medida, tenemos esa curiosidad. Todos llegamos a unas certezas, a un alfa y un omega, a una brújula para ir por la vida. Eso es después de que la mayoría nos hayamos hecho muchas preguntas. Por eso, en cierta forma, aunque no lo sepamos, todos somos filósofos.

Pero ahora viene la segunda parte, ¿somos todos estrategas? Comúnmente asociar estrategia al comportamiento de las personas tiene connotaciones morales negativas. Pero si analizamos un poco esto no tiene por qué ser así. Estrategia alude a una correcta adecuación entre medios y fines. El strategos era el líder del ejército de la polis en la Antigua Grecia. La primera acepción de estrategia tiene que ver con la guerra y la paz. De la estrategia militar ha pasado a la Teoría de Juegos y de allí a la estrategia de los negocios o la estrategia de la política.

La estrategia tiene que ver con definir objetivos, tener un plan, se explica por la interdependencia de las conductas de las partes implicadas, alude a escenarios de cooperación y/o conflicto. La historia de la ideas contiene reflexiones relevantes sobre estrategia que pueden ser útiles para los negocios, la política y la vida. Esperamos ir desarrollando estas ideas. Bienvenidos/as a Estrategia Minerva!