Tommaso Campanella, La Ciudad del Sol

Tommaso Campanella (Stilo, Italia, 1568-París, 1639). Filósofo de Italia. En 1586, ingresó en un convento dominico, donde cursó sus estudios en Filosofía. Con el impacto de las obras de la filosofía naturalista de Telesio, Campanella se trasladó al terreno de los críticos con la doctrina de Aristóteles, tal como la escolástica la exponía en ese momento.

En 1599, dirigió una insurrección rural con el objetivo de establecer una república teocrática, por lo que fue sometido a varios juicios eclesiásticos y condenado a prisión perpetua, de la que finalmente fue liberado en 1634 por Urbano VIII. Campanella estuvo 27 años encarcelado, periodo en el que redactó su célebre obra La Ciudad del Sol, donde plasmó su anhelo de un régimen comunista utópico. Los ideales comunistas de Campanella surgieron bajo el fuerte influjo de Platón.

A continuación, se comentarán fragmentos de la obra La Ciudad del Sol de Tomasso Campanella, al estilo de Estrategia Minerva Blog. 

Ventajas del trabajo colectivo

“Afirman además que la pobreza dura hace a los hombres viles, astutos, mentirosos, ladrones, insidiosos, proscritos, mendaces, falsos testigos, etc., en tanto que la riqueza los vuelve insolentes, soberbios, ignorantes, traidores, presuntuosos en la ignorancia, falsos, jactanciosos, insensibles, injuriosos, etc. Sostienen que, por el contrario, el régimen comunitario hace a todos a la vez ricos y pobres: ricos porque tienen todas las cosas, pobres porque no poseen nada; al mismo tiempo, no sirven ellos a las cosas, sino éstas a ellos” (Tommaso Campanella, La Ciudad del Sol).

En la concepción platónica de sociedad, los guardianes no deben poseer “tierra propia, casas y dinero” (Platón, República, 471a) ya que los males son mayores. Frente a este enfoque, Aristóteles, en su obra Política, defiende la propiedad privada a partir de algunos argumentos. El primero es la generosidad, ya que “hacer favores, ayudar a los amigos, huéspedes o compañeros es cosa más agradable y esto solo se hace si la propiedad es privada” (Aristóteles, Política, 1263b9). También plantea la mayor conflictividad de la propiedad en común y que, si realmente fuera una buena solución, no hubiera pasado tan desapercibida.

Discusión acerca de la comunidad de mujeres 

“He visto que entre los Solares las mujeres son comunes tanto para el servicio como para el lecho, pero no siempre ni a la manera de las bestias, que someten a cualquier hembra que les sale al paso, sino solo por mor de y con vistas a la procreación” (Tommaso Campanella, La Ciudad del Sol).

Este es uno de los puntos más polémicos del enfoque de Platón: cómo (no) concibe la familia. Por ejemplo, afirma que los hijos de los guardianes han de ser criados y educados por el Estado y tiene una posición ambivalente sobre la situación de la mujer. Desde otros presupuestos, Aristóteles defiende la familia y critica la aproximación platónica, ya que “cada ciudadano tendrá mil hijos, y estos no como propios de cada uno, sino que cualquiera es por igual hijo de cualquiera; así que todos se despreocupan igualmente” (Aristóteles, Política, 1262a).

Hospitalidad

“Durante tres días los mantienen a expensas públicas, les lavan en primer lugar los pies, les enseñan la ciudad y toda su reglamentación, los admiten en el Consejo y en la mesa pública. Incluso hay varones delegados para el cuidado y protección de los huéspedes. No obstante, en el caso en que quieran hacerse ciudadanos de la República del Sol, los ponen a prueba durante un mes en el campo y durante otro en la ciudad; luego deciden y los acogen con determinadas ceremonias y juramentos, etc.” (Tommaso Campanella, La Ciudad del Sol).

Este es un precedente de la noción de hospitalidad que Kant invocó siglos después. En la actualidad, parece que nociones elementales que están en el fundamento de los derechos humanos deban ser puestas en cuestión y se conviertan en temas diana del debate político, a nivel local y global. Uno de esos asuntos de particular relevancia es cómo las sociedades acogen/integran/acomodan a sus inmigrantes. Aquí vemos como en la utopía del siglo XVI, Campanella aportaba un mecanismo inclusivo para adquirir la ciudadanía. ¿Sigue hoy sonando como una utopía?

De nuevo con más detalles sobre la elección de magistrados, el gobierno y el Consejo.

“No se sirven de sorteos, excepto cuando están completamente inseguros de qué partido tomar.

 Los funcionarios cambian de acuerdo con la voluntad del pueblo, pero los cuatro superiores nunca lo hacen, a no ser que ellos mismos, tras deliberar entre sí, cedan la dignidad a quien sepan más sabio que ellos, más inteligente y más puro. Hasta tal punto son dóciles y honrados que se retiran de buena gana ante quien es más sabio que ellos y aprenden de él. Pero esto es algo que ocurre raramente” (Tommaso Campanella, La Ciudad del Sol).

Dejar las elecciones más difíciles al azar de un sorteo no parece lo más adecuado. Aunque las actuales tendencias abogan por dejar algunas decisiones a los algoritmos de la IA, que tienen sesgos, estereotipos, y no son necesariamente neutrales en términos de derechos humanos.

Es encomiablemente “utópico”, en esta Ciudad del Sol, que los máximos dirigentes decidan ellos mismos cuando dejar el puesto y “se retiran de buena gana ante quien es más sabio que ellos y aprenden de él”. Parece calcado de los tiempos actuales…

Leyes y juicio 

“Sus leyes son pocas, breves y claras, escritas todas en una tabla de bronce colgada a las puertas del templo, concretamente en las columnas” (Tommaso Campanella, La Ciudad del Sol).

Y la utopía en el mundo jurídico es que las leyes sean “pocas, breves y claras”. Esto ayudaría a aproximar el Derecho y las decisiones judiciales a las personas no expertas. La grandeza del método jurídico es que permite abordar diversas estrategias de las partes en un proceso y permitirá justificar la decisión final mediante argumentos jurídicos. El Derecho se concibe como una actividad interpretativa, donde se hace relevante el poder de convicción de cada cual.

La Ciudad del Sol, de Tommaso Campanella, busca criticar su presente y su futuro con la fuerza de una utopía, unas ideas que no se podían encontrar en ningún lugar, pero desarrollaban su poder de convicción, como el horizonte ante el que asomarse (o no) frente al espejo. 

Manual del perfecto parlamentario

Continuamos con la serie dedicada a los manuales. En esta ocasión, al Manual del perfecto parlamentario de Mario Merlino. Es una obra de marcado tono humorístico, que fue escrita en una época de cambios políticos. En ese contexto, era destacable la labor divulgativa en favor de una cultura política del parlamentarismo. 

Mario-Jorge Merlino Tornini (1948-2009), Argentina/España, fue un escritor y traductor literario de obras escritas en lengua portuguesa, italiana e inglesa (fundamentalmente). Estudió en la Universidad de Bahía Blanca y tuvo un programa de radio con su amigo César Aria. Tradujo, entre otros autores, a Jorge Amado, Clarice Lispector, Lygia Bojunga Nunes o Ana María Machado. En 2004 recibió el Premio Nacional a la mejor traducción por Auto de los condenados, de António Lobo Antunes.

El Manual de perfecto parlamentarifue escrito por Mario Merlino y publicado por la editorial Altalena en 1981. Serán comentados fragmentos de este libro al estilo de Estrategia Minerva Blog.

“El parlamentario es un profesional raro, se dice, ‘profesional de un trabajo mal organizado’. Es un becario de la cosa pública. Un italiano, Giovanni Sartori, habla de la profesionalización de la política. Desde el punto de vista caracterológico, destaca que el parlamentario (ese político profesional) debe ser apto para maniobrar -manipulative skills- y que este hecho (¡mal intencionado Sartori!) implica oportunismo y falta de principios” (Mario Merlino, Manual del perfecto parlamentario).

El parlamentario debe tener habilidades manipulativas y esto implica oportunismo y falta de principios, según se plantea en este Manual. Cabría distinguir entre la técnica y los objetivos. La buena estrategia implica utilizar los mejores medios para conseguir los objetivos propuestos; se trata de una cuestión meramente de eficacia. Entre estos medios pueden encontrarse tácticas y estratagemas. Las metas de los parlamentarios pueden tener que ver con la justicia o la ética pública. Aunque desde Maquiavelo, suele atribuirse que el objetivo de algunos políticos es principalmente mantenerse en el poder, en lo que se convierten en profesionales.   

“El Parlamento, como institución fundamental de la democracia, y como su etimología lo indica, es el lugar donde se habla y parlotea. No siempre se ha pensado en la importancia de lo que significa instituir el poder del habla. Claro, usted dirá que muchas veces se habla más de la cuenta, o las palabras son pretextos para aplazar soluciones, y lo bueno, si, breve, dos veces bueno, OK. Pero además de eso, el Parlamento, bien entendido, es el espacio propicio para confrontar opiniones, discutir o poner dinámicamente en posiciones diversas sobre problemas también diversos” (Mario Merlino, Manual del perfecto parlamentario).

Carl Schmitt, en la década de 1930, criticó el parlamento democrático como una formalidad vacía, mostrando como alternativa la autocracia. Periódicamente, se critica al parlamento, que es perfectible. Es el lugar para la negociación y el acuerdo. 

Además de la competición por el voto en cada periodo electoral, los parlamentarios tienen la responsabilidad de que su tarea sea cercana a los intereses de los ciudadanos y tengan una rendición de cuentas adecuada. El ideal sería que los debates parlamentarios fueran complementados con mecanismos deliberativos que implicaran, de alguna forma, a la población. 

“No hay manera hoy de que la ideología de la gente de un bando se modifique o se mejore con la del otro. Las controversias de los sectarios son aparatosas y siempre falsas. Cada ideología, que generalmente es un conjunto de lugares comunes, se defiende cerrándose como una ostra” (Pío Baroja).

Del ‘fin de las ideologías’ -Bell- o el ‘fin de la Historia’ -Fukuyama-, se está pasando a una etapa de un aparente renacer de los conflictos, que suelen basarse en temas vinculados a las identidades, más que en explicaciones socioeconómicas. Lo políticamente correcto y la cultura de la cancelación son ejemplos actuales de las políticas de la identidad. Aquí parecen haberse invertido los papeles: la izquierda, en otro tiempo utópica, busca regular, prohibir e intervenir, mientras la derecha, asociada tradicionalmente al conservadurismo, se ha convertido en libertaria y, en cierta forma, anarquista. Parece que la dinámica de sectarismo y la polarización interesa a algunos sectores políticos, pero hace que la ciudadanía, en especial los jóvenes, no se interese por la política.  

“Esto de la izquierda, el centro y las derechas, para qué vamos a engañarnos, surgió como un problema de disposición geométrica y, sin duda, en función de las posibilidades arquitectónicas del espacio parlamentario. La democracia parlamentaria inglesa, la más antigua, da un ejemplo del vínculo entre ubicación física y la opción ideológica. Los tories,partidarios fervientes de la monarquía, ocupaban escaños dispuestos a la derecha del presidente. Los whigs, en cambio, se situaban a la izquierda. Los franceses fijan el “cliché parlamentario” de la situación en la derecha, centro e izquierda, equivalente respectivamente a los girondinos montañeses y jacobinos. Son los tiempos de la Revolución” (Mario Merlino, Manual del perfecto parlamentario).

Izquierda y derecha son términos de geometría parlamentaria, desde sus inicios.  Bobbio, ante la desorientación de la caída del Muro de Berlín, escribió Izquierda y Derecha y centró la distinción en los enfoques diversos frente a la desigualdad. Es decir, si se justifica la redistribución de recursos para los menos aventajados, ya sea por la lotería genética o por circunstancias sociales. Es relevante que haya consensos sociales amplios -y políticos- sobre la implementación de los derechos humanos, especialmente cuando se trata de derechos sociales o derechos de las minorías. Algunos contenidos de la ética pública, en los países europeos, han ido incorporando estos consensos, mientras que, en otras partes del mundo, como China o Estados Unidos, se tienen perspectivas distintas. 

“Crisis: es una palabra que produce temor porque se la usa siempre en sentido negativo: qué crisis, hay crisis económica, social, de ideas, de valores, moral, religiosa y hasta conyugal. 

Un buen parlamentario deberá reivindicar el poder fecundante (con perdón) de las CRISIS. No hay que olvidar que la crisis está unida a la crítica. Poner en crisis significa, fundamentalmente, buscar nuevas formas para resolver problemas, o sea, resolver, si se quiere, las crisis tan abundantes en esta época” (Mario Merlino, Manual del perfecto parlamentario).

En las etapas de crisis se constata la existencia de auténticos líderes. El Parlamento puede ser una instancia donde proveer soluciones frente a las crisis. En el origen de la etimología del término krisis en griego, significaba “decisión”, “juicio” o «punto de inflexión». Las crisis han de verse como oportunidades para mejorar y salir reforzados. Algunos consideran que estamos en una crisis permanente; con más razón, el Parlamento puede ser el lugar idóneo donde buscar soluciones y tomar decisiones en favor del bien común. 

Francisco Suárez, sobre la causa justa 

Francisco Suárez es considerado como el máximo exponente de la Filosofía escolástica del siglo XVI en España. Nació en Granada en 1548 y falleció en Lisboa en 1617. Fue filósofo, teólogo y jurista. Jesuita (1564), estudió en Salamanca y enseñó Teología en Segovia (1571), Valladolid (1576) y Roma (1580). Fue Catedrático de Teología en las Universidades de Alcalá (1585) y Salamanca (1593), en 1597 marchó a Coimbra, donde tuvo que doctorarse de nuevo en Teología para poder ejercer como profesor. Entre sus obras, destaca la obra Disputaciones metafísicas, que tuvo mucho éxito en su época, con base en autores clásicos y escolásticos. 

A continuación, se comentará la teoría de la causa justa de la guerra de Francisco Suárez, como se refleja en su ensayo Guerra, intervención, paz internacionalal estilo de Estrategia Minerva Blog. 

¿Cuáles son los títulos justos de guerra según la razón natural?

“Ninguna guerra puede ser justa si no existe una causa legítima y necesaria. La conclusión es cierta y evidente. Ahora esta causa justa y suficiente razón de guerra es una grave injuria ya consumada que ni puede ser vengada, ni reparada de otra manera” (Francisco Suárez, Guerra, intervención, paz internacional, IV.1).

Recuerda Bobbio, que las posiciones que tienden a justificar todas las guerras se denominan belicistas, las que tienden a no justificar ninguna se incluyen en el pacifismo activo y las intermedias que aprueban unas y condenan otras, son las teorías de la guerra justa. Precisamente, el enfoque de Suárez es precisar los supuestos en los que una guerra sería justa.  

En este contexto, afirma Bobbio, dos principios fundamentales: “la certeza de los criterios de juicio y de la imparcialidadde quien debe juzgar”. Y este autor concluye que en la declaración y realización de una guerra no se respeta ninguno de los dos principios (Norberto Bobbio, El problema de la guerra y las vías de la paz).

La doctrina de Francisco Suárez sobre la guerra es que esta solo es justa como ultima ratio, cuando otros recursos de compensación, resarcimiento o restauración no son accesibles frente a una grave injuria. Es interesante pensar cuando Clausewitz, gran teórico de la estrategia, dijo que “la guerra es una mera continuación de la política por otros medios”. La estrategia y la negociación han de ser elementos que minimicen las consecuencias negativas de las guerras. O de otra forma, la guerra, como mal resultado, puede ayudar a las partes a moverse estratégicamente para ser evitada.

“No es suficiente en la causa cualquiera para justificar la guerra, sino solamente la causa que es grave y proporcionada a los daños de la guerra. Sería contra la razón natural inferir daños gravísimos por una injuria leve. Tampoco el juez puede castigar toda clase de delitos, sino solamente aquellos que atentan contra la paz general y el bien del Estado” (Francisco Suárez, Guerra, intervención, paz internacional, IV.2).

Está asociado a la prudencia, y a un principio de justicia, que la causa justa de la guerra debe ser grave y proporcionada a sus daños. Sin embargo, esto no siempre es así.  

“Varias clases de injurias son causa de guerra justa; estas pueden ser agrupadas en tres capítulos. Primero, cuando el príncipe se apodera de las propiedades de otro y no quiere restituirlas. Segundo, cuando sin causa razonable niega los derechos comunes de gentes, tales como el derecho de tránsito por la vía pública y el comercio internacional. Tercero, una grave injuria en la reputación o el honor. También son causa suficiente de guerra estas injurias, cuando son inferidas al propio soberano o sus súbditos, pues el príncipe es el guardián del Estado y de los ciudadanos” (Francisco Suárez, Guerra, intervención, paz internacional, IV.3).

Traduciendo a un lenguaje más actual, el primer supuesto sería el de disputas territoriales entre dos Estados por un territorio en concreto, donde se mezclan cuestiones como soberanía, integridad territorial, etc. Es una fuente clásica de conflictos, que puede llevarse por vía diplomática, aunque a veces acaba en guerra.

El segundo supuesto sería una vulneración grave de derechos humanos, aquí habría cuestiones como si el tema de la injerencia en asuntos internos, si la democracia se puede exportar o la jurisdicción universal. Se podría plantear que existe el sistema universal, regional y estatal de protección de los derechos humanos, que tienen muchos mecanismos de solución de conflictos, aunque al final puede que una guerra defensiva para proteger derechos humanos pueda estar justificada.

El tercer caso sobre la lesión grave en la reputación o el honor, actualmente, no sería motivo de la causa justa de una guerra, ya que existen otros mecanismos de protección.  En cambio, las redes sociales han popularizado la cultura de la cancelación, donde se denigra a personas, por sus acciones u opiniones consideradas políticamente incorrectas. 

“La guerra del pueblo contra su soberano no es intrínsecamente mala, aunque ella sea agresiva; deben cumplirse, sin embargo, las otras condiciones de la guerra justa para que esta sea honesta. Solamente tiene lugar esta conclusión en el caso de que el príncipe sea un tirano; puede ocurrir de estas dos maneras: primera si el príncipe es tirano en cuanto a su dominio y poder; segunda, si solamente es tirano en cuanto a la manera de gobernar” (Francisco Suárez, Guerra, intervención, paz internacional, VIII.2).

Esta distinción de Suárez sería un precedente de las nociones que estableció Max Weber como legitimidad de origen y legitimidad en ejercicio al abordar el análisis del poder. Estas palabras sobre las condiciones de la guerra justa contra el tirano siguen la tradición medieval de justificación del tiranicidio, pero dan más amplia cobertura al incluir esta lucha dentro de los tipos de guerra justa.

En primer lugar, el tirano es, aclara Suárez, el “que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad.” En segundo lugar, el tirano es el “que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario.”

La guerra justa sería un mecanismo para la protección contra el abuso de poder.  Pero ¿es la guerra el mejor mecanismo para tal fin? El constitucionalismo tuvo ese mismo objetivo y es un sistema que busca contrapesar a los diferentes poderes, que se controlan mutuamente. Sin embargo, se dan concepciones de la separación de poderes en sociedades democráticas, sobre quién ha de tener la última palabra en las cuestiones más controvertidas y sobre si todos los temas son susceptibles de someterse a votación. 

Como dijo Foucault “la política es la continuación de la guerra por otros medios”, Aquí se contradice, o quizá, se complementa a Clausewitz. Es preocupante la creciente polarización política. Carl Schmitt sostenía que la política consistía en beneficiar a tus amigos y perjudicar a tus enemigos. Esto se conoce como la dialéctica amigo/enemigo. Considerar enemigos a los adversarios políticos, es el primer paso a la fuerte polarización, al conflicto civil, a la desunión. Esperemos que la política encuentre los mejores medios y estrategias para un mejor futuro y pocas, o ninguna, situación de causa justa para una guerra.

Breviario para políticos

Continuamos con la serie dedicada a los manuales. En esta ocasión dedicada al Breviario para políticos, publicado en 1684, atribuido al Cardenal Mazarino, o a alguien de su entorno más cercano. Julio Mazarino nació en Pescina, Italia, en  1602 y murió en Vincennes, Francia, en 1661. Fue un cardenal italiano, sin haber sido ordenado sacerdote, al servicio de la monarquía francesa que ejerció el poder en los primeros años del reinado de Luis XIV. Fue político, diplomático, militar, consejero de Luis XIV y responsable -como primer ministro- de poner las bases para convertir a Francia en una gran potencia europea.

Para los interesados en la política y la estrategia, y algo mitómanos, es destacable que el personaje histórico que apoyó y convirtió al Cardenal Mazarino en un hombre de Estado, fue el famoso Cardenal Richelieu, a quien sustituyó en el cargo.  De ambos se presume la astucia y la sagacidad, así como la eficacia y la razonabilidad en el ejercicio del buen gobierno. Este Breviario para políticos tiene influencias del enfoque pragmático y de realismo político de Maquiavelo.

A continuación, se comentarán pasajes del Breviario para políticos del cardenal Mazarino al estilo de Estrategia Minerva Blog. Es destacable que se sigue la edición de esta obra que ha realizado María Blanco titulada La política del disimulo. Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarinode la Editorial Rosamerónque incluye en ensayo de la editora.

Obtener estimación y fama 

“Nunca olvides que cualquiera es susceptible de propagar rumores sobre ti si en su presencia te has comportado -o has hablado- de forma demasiado libre o grosera. En este asunto no te fíes de sirviente o de paje. La gente se fija en un incidente aislado para generalizar; lo aprovechan para propagar tu mala fama” (Cardenal Mazarino, Breviario para políticos). 

Es un gran consejo tener presente la prudencia al hablar y no fiarse de quién puede estar escuchando. Los propagadores de rumores/señores de la moral pueden usar pasadas confidencias para destrozar tu imagen. Puede que tu reputación pública se base en un bulo mil veces repetido. Según la Real Academia, un bulo es una “noticia falsa propagada con algún fin”. Más vale utilizar la vía de la prudencia y dejar los bulos y los rumores para otros. 

“Finge modestia, candor, amabilidad y perfecta ecuanimidad. Agradece, felicita, muéstrate disponible, incluso hacia aquellos que nada han hecho para merecerlo” (Cardenal Mazarino, Breviario para políticos). 

Si alguna vez tienes una responsabilidad, es importante ejercerla desde la moderación, la ecuanimidad y la voluntad de servicio público. Tu carácter ha de acomodarse a las circunstancias y cultivar, además de la prudencia, las virtudes aristotélicas de la templanza, la justicia y el coraje.

“Abstente de intervenir en discusiones en las que se enfrenten puntos de vista opuestos, a menos que estés absolutamente seguro de tener la razón y de poder probarlo” (Cardenal Mazarino, Breviario para políticos). 

Se dan dos tendencias perniciosas: el guerracivilismo/faccionalismo que busca dividir a la sociedad en bandos irreconciliables y el querer-tener-razón-en-todo. Es relevante si se tiene una posición de autoridad, hacer compatible el disenso y la unidad.

Obtener el favor del otro 

“Evita fácilmente promesas y conceder demasiados permisos. Muéstrate difícil de engañar y circunspecto al dar tu opinión. Pero una vez dada no la cambies” (Cardenal Mazarino, Breviario para políticos). 

Lo ideal es convertirse en alguien fiable, que tenga crédito, que sea fuente de legitimidad. Esto se aleja del enfoque maquiavélico, donde el príncipe siempre encontraría una excusa para no cumplir la palabra dada. Disiento de Mazarino sobre que no se debe cambiar nunca de opinión. En algunas situaciones, de sabios es rectificar.

Evitar el odio 

“Si en algún momento te relevan de tus funciones, manifiesta públicamente tu satisfacción, incluso tu agradecimiento hacia quién te ha devuelto la quietud y el reposo a los que tanto aspirabas. Busca los argumentos más convincentes para los que te están escuchando: así evitarás que a la desgracia se añada el sarcasmo” (Cardenal Mazarino, Breviario para políticos). 

Es relevante que en esta vida hacer las cosas con elegancia y fair play, aunque no sea algo de moda o se estile. Si se acaban tus responsabilidades públicas, es bueno mirar hacia el futuro y no guardar rencores del pasado. Debería haber un arte y ciencia para dimisionarios y cesantes, que incluyera, además de las buenas formas, obviar siempre la crítica, especialmente a los superiores, y facilitar el camino a los que hayan de venir.

Adquirir sabiduría 

“En la mayor parte de las circunstancias, más vale quedarse quieto, escuchar los consejos de otro y meditarlos mucho tiempo. No sobreestimes el alcance ni de tus palabras, ni de tus acciones y no te encargues de asuntos que no representan para ti utilidad alguna ni en este momento ni más tarde. Tampoco te inmiscuyas en asuntos ajenos” (Cardenal Mazarino,Breviario para políticos). 

Hubo un político español, que tuvo responsabilidades en diferentes niveles de la Administración pública, que hizo famosa su estrategia para gestionar los temas, sobre todo los más complejos, y su secreto consistía en dejar pasar el tiempo. Por increíble que pudiera parecer, muchos asuntos encontraban así una solución antes de volver a ser considerados de nuevo. 

Es otro gran consejo, el de no inmiscuirse en asuntos ajenos, porque existe una tendencia muy latina, de solucionar la vida de los demás, basándose en los propios prejuicios y estereotipos. 

Desde el Barroco, a partir de la experiencia de unos de los núcleos de mayor poder político de la época, el cardenal Mazarino aconseja, en síntesis: ser prudente al hablar y no confiar en quién puede estar escuchando; fingir modestia, amabilidad y ecuanimidad; ejercer cualquier responsabilidad con moderación y voluntad de servicio público; y abstenerse de intervenir en discusiones con puntos de vista opuestos a menos que se esté seguro de tener la razón y poder probarlo. Y, por último, recomienda escuchar los consejos de otros, meditar mucho tiempo y no inmiscuirse en asuntos ajenos.

La mejor lectura que puede hacer de este enfoque de Mazarino es que puede ser adecuado para la política y también para otros ámbitos de la vida.

Montaigne, sobre la barbarie

Michel Eyquem, señor de Montaigne, nació en Périgueux, Francia, en 1533 y murió en Burdeos, Francia, en 1592. Fue un escritor cuya obra fundamental son los Ensayos (1580 y 1588). Antes de escribirlos, hizo varios viajes que nutrieron de materiales a sus escritos. Los ensayos tienen diversos temas como la religión, la política o la filosofía. Su enfoque busca luchar contra los prejuicios y dogmatismos y fomentar la apertura de mentes y la lucidez intelectual. Estos ensayos pueden ser contemplados como una invitación a dialogar, criticar y pensar.

A continuación, se comentarán fragmentos de los Ensayos de Montaigne según el estilo de Estrategia Minerva Blog.

“Disculparía nuestro pueblo por no tener más patrón ni regla de perfección que sus propios hábitos y costumbres; pues es vicio general no solo del vulgo, sino de casi todos los hombres el limitarse a tener puesta la mirada en el ámbito en el que han nacido” (Cap. XLIX ”De las costumbres antiguas” en Montaigne, Ensayos).

Esto está vinculado con la fortaleza de los localismos, que otorgan ese inusitado peso moral al lugar donde se ha nacido. En concreto, en este pasaje de Montaigne se alude al etnocentrismo, que William Graham Sumner en su libro Folkways(1906) define como «el nombre técnico de esta visión de las cosas en la que el propio grupo es el centro de todo, y todos los demás se escalan y califican con referencia a él.»

El etnocentrismo concibe que los valores del grupo marcan la norma de lo humano y fuera del grupo, se dan diferencias como estigmas. El lecho de Procusto frente la heterodoxia al conjugar el binomio identidad/alteridad.

“Nada bárbaro o salvaje hay en aquella nación, según lo que me han contado, sino que cada cual considera bárbaro lo que no pertenece a sus costumbres. Ciertamente, parece que no tenemos más punto de vista sobre la verdad y la razón que el modelo y la idea de las opiniones y los usos del país en el que estamos. Allí está siempre la religión perfecta, el gobierno perfecto, la práctica perfecta y acabada de todo” (Cap. XXXI “De los caníbales” en Montaigne, Ensayos).

Lo interesante aquí es distinguir entre moral crítica -la moralidad racional, correcta o justificada- y moral social -los valores morales de la mayoría de la sociedad-, por un lado. Y el debate entre escepticismo/relativismo frente a universalismo, por otro. Y cabe plantearse que la crítica mordaz de las costumbres, opiniones y usos que realiza Montaigne es en contra de relativismo y en favor de alguna versión de moralidad crítica universalista compatible con un moderado escepticismo vital, que suele atribuirse al autor de los Ensayos.

“Estimo que hay mayor barbarie en el hecho de comer un hombre vivo que en comer lo muerto, en desgarrar con torturas y tormentos un cuerpo sensible aún, asarlo poco a poco, dárselo a los perros y a los cerdos para que lo muerdan y despedacen (cosa que no solo hemos leído, sino también visto recientemente, no entre viejos enemigos sino entre vecinos y conciudadanos y, lo que es peor, so pretexto de piedad y religión), que asarlo y comerlo después de muerto” (Cap. XXXI “De los caníbales” en Montaigne, Ensayos).

En la Antigüedad clásica, los griegos afirmaron que ellos eran civilizados y sus vecinos, bárbaros. Así empezó una dicotomía que posteriormente ha tenido diversas aplicaciones. Por ejemplo, tuvo un papel en la Controversia de Valladolid entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. 

En este caso, se plantea Montaigne quiénes son más bárbaros si los pueblos indígenas caníbales que encontró en sus viajes a Latinoamérica o los europeos que quemaban seres humanos vivos en la plaza pública a los condenados por la Inquisición. Aquí se hace difícil establecer gradualismos o ponderaciones a la barbarie.

“Bien podemos llamar los bárbaros, si consideramos las normas de la razón, más no si nos consideramos a nosotros mismos, que los superamos en toda clase de barbarie” (Cap. XXXI “De los caníbales” en Montaigne, Ensayos).

En su obra sobre la barbarie, Francisco Fernández Buey pone de relieve cómo acontecimientos históricos en el siglo XX protagonizados por Occidente han puesto de candente actualidad la noción de barbarie. Y, en este sentido, menciona los campos de exterminio en la Alemania nazi como Auschwitz, la represión del Gulag estaliniano y las bombas atómicas Hiroshima y Nagasaki.

No obstante, esta barbarie del siglo XX incorpora dos rasgos cualitativamente de más repulsión y malignidad: “el número de asesinatos sin compasión alguna, de forma inmisericorde y la frialdad y hasta la asepsia en que fueron llevados a cabo los actos de barbarie” (Francisco Fernández Buey, La barbarie. De ellos y de los nuestros).

“Dependen los milagros de la ignorancia en la que estemos de la naturaleza y no del ser de la naturaleza; el hábito adormece la vista de nuestro juicio. Los bárbaros no nos asombran más de lo que nosotros les asombramos a ellos, ni con más motivo: cosa que todos admitirían si supieran, después de repasar estos ejemplos, fijarse en los propios y compararlos sinceramente” (cap. XXIII “De la costumbre y de cómo no se cambia fácilmente una ley recibida” en Montaigne, Ensayos).

Nosotros y los Otros, la identidad y alteridad, las dinámicas de grupo, lleva a caracterizar a los diferentes como inferiores y desviados -con un estigma- y a los miembros del grupo como individuos normales. La paradoja es que, desde fuera del grupo, desde otro grupo, sus miembros también pueden ser calificados de diferentes, desviados e inferiores -con un estigma-. Es conveniente la sensatez, la moderación, el sentido común. Tener presentes cotidianamente valores como los derechos humanos o la Regla de Oro de la Humanidad.

En el ensayo, antes mencionado, sobre la barbarie, Fernández buey reflexiona que “la violencia y la crueldad de los otros es siempre fanatismo, fundamentalismo integrismo; violencia y la crueldad de los nuestros es la explicable pasión que siempre arrastra el ser humano” (Francisco Fernández Buey, La barbarie. De ellos y de los nuestros).

Puede ser una sugerente lectura contemporánea de Montaigne una nítida apelación contra el sectarismo y la polarización. Viajar, reflexionar, luchar contra los prejuicios, comprender las diferencias, apreciar a los seres humanos, apuntando a un horizonte ético.

Manual del perfecto político

Con este post, vamos a iniciar una serie dedicada a manuales, como un motivo para reflexionar sobre las dimensiones prácticas en determinados ámbitos.  Una de las acepciones de la voz “manual” en la Real Academia Española es «libro en que se compendia lo más sustancial de una materia».

Empezamos con el Manual del perfecto político. José de Cora Paradela, nacido en Lugo en 1951, es un destacado escritor y periodista español. A lo largo de su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, incluyendo agencias de noticias, periódicos, revistas, radio, cine y televisión.  En 1991, José de Cora publicó la obra Manual del perfecto político en la editorial Espasa Calpe, donde con humor e ironía gallega comenta aspectos de la actualidad con elementos más generales de reflexión. Algunos fragmentos de este libro serán comentados a continuación con el estilo de Estrategia Minerva. 

De cómo elegir a los colaboradores

“Si tiene posibilidad de ello, cada vez que acepte en su círculo de trabajo a un nuevo colaborador, estará ante una de las decisiones más importantes de su vida. De ahí que es conveniente no meter la pata, porque de la misma forma que una elección correcta puede ser una victoria anticipada, otra errónea sería equivalente a una derrota de antemano” (José de Cora, Manual del perfecto político). 

El mejor consejo para formar un equipo es rodearse de los mejores, aunque sean  mejores que el jefe, pero siempre que tengan como virtud la lealtad. Los equipos han de basarse en la calidad y , como condición para participar de los asuntos públicos, deben tener la lealtad a unos valores y personas.

De cómo la inteligencia no es imprescindible 

“Tiene la práctica política tal mejunje de componentes que sería de todo punto estúpido pensar que el hombre más inteligente es también el mejor dotado para su ejercicio. Indocumentados, acémilas y hasta oligofrénicos han ocupado los más altos cargos políticos sin desmerecer: de la misma forma que sabios e ilustrados cometieron tantas barbaridades que dirían ser obra de seres inferiores” (José de Cora, Manual del perfecto político). 

Hay diversos modos de inteligencia política. En la Historia de las Ideas se suele contrastar al Filósofo Rey de Platón, con las virtudes del buen príncipe cristiano de Erasmo de Rotterdam, con la hipocresía, sagacidad y fortaleza promocionadas por Maquiavelo. En la vida pública, se suelen distinguir a los políticos que saben mostrar inteligencia emocional hacia los ciudadanos y aquellos cuya máxima de actuación es mantenerse en el poder. 

De cómo ser sutil

“La dosificación de la sutileza, sabiendo cuándo debe usarse a chorro o distribuida a en un cuentagotas, es, querido príncipe, una enseñanza reservada la experiencia. Solo ella le informará sobre las dotes que le adornan en este apartado; pues la sutileza, como la estatura, se recibe sin intervención nuestra y únicamente mediante una complicada operación es posible modificar la cantidad de una y la longitud de la otra” (José de Cora, Manual del perfecto político).

 No estamos de acuerdo con José de Cora aquí.  Por un lado, la sutileza es encomiable para todo servidor público. Y debería serlo también para los políticos. No es necesario ofender y sí cuidar las formas, mejor hacer pensar en los temas de fondo. Además, y más relevante, la sutileza se pode aprender, no es innata. Es una virtud de la retórica que se puede adquirir y para la que es necesario ser entrenado. 

De cómo abreviar

“Las enseñanzas de Baltasar Gracián contra los planteamientos farragosos y a favor de la brevedad en las exposiciones son oro molido para un político con aspiraciones. Las frases que sobreviven a un autor y las que con mayor éxito calen en la opinión pública han de ser cortas y concentradas, como el café negro” (José de Cora, Manual del perfecto político). 

Se decía que había dos tipos de discursos: los largos y los buenos. Actualmente con las redes sociales estamos abocados a la brevedad, al titular, a resumir el pensamiento en 140 caracteres. Los políticos entran en esta dinámica y ofrecen ruedas de prensa, donde los periodistas “pescan” titulares. Brevedad, quizá sí, pero demos espacio a la reflexión serena, la deliberación, el intercambio fructífero de opiniones, persuadir y ser persuadido, en fin…una opinión pública.

De cómo provocar

“Uno de los aspectos de la personalidad de Evita Perón que más llamaba la atención de los políticos extranjeros que la conocían, era su gusto por provocar y escandalizar al interlocutor de turno sin otro fin que su satisfacción personal al ver los rostros de sorpresa que sus salidas ocasionaban” (José de Cora, Manual del perfecto político). 

Cabría plantearse aquí: provocar ¿para qué? Si lo único que se busca es llamar la atención, parecería ser otra forma de manipulación. Si la provocación tiene un objetivo positivo y promueve un debate “libre y desinhibido” sobre alguna materia, habitualmente lejos de los focos, podría justificarse para ese caso.  

De cómo aceptar las críticas 

“Si ha decidido zambullirse en las aguas de la administración pública, le convendrá tener presente algo tan elemental como el agua para el pez por muy bien que usted lo haga, por muchos quintales de inteligencia que le distingan del resto de administrados, por muchos éxitos que adornen su gestión siempre existirán personas que la critiquen, que no se sientan identificados con su forma de proceder y que lo pondrán a caldo, al margen por supuesto de sus enemigos políticos naturales, esos que se sientan con usted en el Parlamento” (José de Cora, Manual del perfecto político).

Se suele distinguir entre críticas destructivas -basadas en ataques negativos, que suelen incluir los personales- y críticas constructivas -donde se hacen propuestas de mejora-. Las segundas son las más interesantes y las primeras suelen aportar poco. 

Los políticos suelen distinguir entre los adversarios políticos y los compañeros de partido, siendo las relaciones con los últimos mucho más difíciles. Algo que en la época de la Transición, resumió Pío Cabanillas cuando dijo: ”¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”

De cómo comportarse ante el cese 

“El político que llega a ocupar un cargo público, como es el que le espera a usted si nada se le atraviesa en su camino, ha de saber conjugar estos tres verbos: cesar dimitir o marchar pues inexorablemente uno de ellos va a poner fin a su contacto directo con el poder” (José de Cora, Manual del perfecto político). 

Cuando un político cesa en su cargo público, deja de sonar su teléfono. Todos aquellos que le felicitaron por su nombramiento se evaporan y se comunican con él solo unos pocos cercanos. Buena oportunidad para leer la obra Etica a Nicomaco de Aristóteles, donde realiza la distinción de los amigos por afinidad y por interés.

De cómo mantener grandeza ante la derrota 

“Si ha decidido emprender el tortuoso camino de la política debe saber desde el primer momento que el fracaso no existe, salvo que abandone esa actividad por causas de fuerza mayor o por propia voluntad. Mientras esté en ella, la misma política le protegerá de cualquier duda sobre su condición de ganador o derrotado. Usted triunfa siempre porque el gerundio “estando” es sinónimo de “venciendo”. Estando en política basta y sobra” (José de Cora, Manual del perfecto político).

No nos gusta este planteamiento aquí de José de Cora.  Por desgracia parece abundar el político cuyo único objetivo es mantenerse en el poder. Y políticos cuya única experiencia laboral es la política. Una sociedad ha de saber encontrar mecanismos para elegir a los mejores para los puestos de responsabilidad pública. Y es un buen principio general que estas responsabilidades sean temporalmente limitadas. Es bueno saber irse de los asuntos públicos, ejercer una buena rendición de cuentas y ser premiado o castigado por la gestión de la cosa pública.

Domingo de Soto, sobre la Justicia y el Derecho

Domingo de Soto nació en Segovia en 1495 y murió en Salamanca en 1560. Fue un religioso dominico, teólogo, jurista y catedrático de Teología y Filosofía en la Universidad de Salamanca. Se formó en la Universidad de Alcalá, amplió estudios en la Universidad de París. Participó en el Concilio de Trento y fue confesor real del emperador Carlos V.  Formó parte de la Escuela de Salamanca, junto a Francisco de Vitoria, entre otros. Tuvo un papel en la controversia de Valladolid entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. 

A continuación, se comentarán fragmentos de la obra de Domingo de Soto. Sobre Tratado de la Justicia y el Derecho, al estilo de Estrategia Minerva 

“El efecto de la ley, que principalmente debe mirar el legislador, es hacer buenos a sus súbditos, por medio de la cual bondad consigan el fin humano, que es nuestra felicidad. Esta conclusión se deduce fácilmente de la decisión de la cuestión superior. Porque el fin de la ley es el bien común, en que consiste nuestra bienaventuranza: es así que nada la consigue sino por el ejercicio de las virtudes, que hacen bueno al que las tiene: tanto más cuando (como dice el Filósofo) la felicidad de este mundo está en la práctica de las virtudes: luego es efecto de la ley hacer a los hombres diligentes y probos” (Domingo de Soto, Tratado de la Justicia y el Derecho, C. 2º art. 1).

Las virtudes son hábitos y disposiciones morales que se vinculan con un modelo de excelencia, asociado a una práctica. Si se actúa virtuosamente -repitiendo estos hábitos-, uno se convierte en virtuoso. Esta es una ética que moldea el carácter. Y aquí habría dos enfoques. El primero que sostendría que no es tarea del gobierno imponer modelos de vida buena y se resalta la célebre distinción entre teorías de la justicia -ética pública- y concepciones del bien -ética privada-. El segundo, tiene varias versiones, la clásica aristotélica -que inspira a Domingo de Soto- y una versión más actualizada, que haría compatible la promoción estatal de las virtudes, con el respeto de la autonomía individual y el pluralismo de valores, en la línea que defiende Joseph Raz en Morality of freedom.

“Porque nuestra conclusión es que la ley hace a los hombres buenos, y este raciocinio solo saca que los hace buenos súbditos, lo que es menos. Porque Aristóteles distingue al buen ciudadano del hombre bueno. Un ciudadano se llama bueno si es buen súbdito, esto es, obediente al mandato de la ley; pero el hombre bueno tiene algo más de probidad. Porque, comoquiera que la ley civil permita muchas cosas impunemente, puede uno obedecer las leyes, y, sin embargo, ser malo a saber, avaro, fornicario, etcétera, como antes reaccionábamos. Luego no es bastante que la ley haga buenos súbditos para que haga a los hombres simplemente buenos” (Domingo de Soto, Tratado de la Justicia y el Derecho, C. 2º, art. 1).

Si el argumento de la exclusión de ideales y la neutralidad estatal suele defenderse habitualmente desde la perspectiva liberal, cabe plantearse ¿pueden imponerse por el Estado las virtudes cívicas? Parece que la república de los egoístas/atomistas no es suficiente para el cemento de la sociedad y la educación de estos valores cívicos tiene un papel destacado. Sin embargo, algunos autores, como Sandel, han destacado en justificar el papel de las virtudes cívicas para afianzar las sociedades democráticas. Otros siguen en el argumento de la neutralidad estatal.

“Aunque la razón humana pudiese ser una regla cierta de nuestras acciones, sería mucho mejor gobernada la República por la viva voz de los hombres que por las leyes escritas. Por tanto, siendo juez (como dice Aristóteles), la justicia animada, más fácilmente y con más congruencia, sacudiría a él que la ley sorda y muda. Porque, versando las acciones sobre el uso de cosas particulares, la ley humana no puede proveer a todo, y considerar todas las circunstancias singulares, como lo haría el juez con su prudencia” (Domingo de Soto, Tratado de la Justicia y el Derecho, C. 5ª, art. 1).

Aquí se sigue la influencia aristotélica en una especie de distopía particularista, una especie de triunfo de la tópica, la viva voz de los hombres en vez de leyes escritas. El mundo del Derecho es perfectible, pero tiene cualidades indudables. Es una característica del Estado de Derecho, que éste se rige por el gobierno de las leyes, no de los hombres. Fue un gran avance desde el Antiguo Régimen. El sistema jurídico se compone de leyes generales y abstractas. Se da un gran debate doctrinal sobre si las normas, ya sean reglas o principios, deben tener el antecedente abierto o cerrado. O, por otra parte, si frente a circunstancias no contempladas, éstas son condicionales derrotables. Es, entonces, cuando el juez, como experto y desde su experiencia, debe considerar la situación, como una pieza más del Estado de Derecho. 

“Si la república se rige mejor por un hombre bueno que por una buena ley. Y afirma que gobierna mejor la ley que el hombre. Lo cual repite también Aristóteles en otra obra. A saber: que es más fácil hallar uno o pocos legisladores prudentes que muchos jueces. Pues para dar leyes bastan pocos en un siglo: más para dictar sentencia se necesitan muchos más. Por otra parte, como las leyes se dan después de pensarlas mucho tiempo, y los juicios se resuelven muy brevemente, por eso es más fácil el error en éstos que en aquellas” (Domingo de Soto, Tratado de la Justicia y el Derecho, C. 5ª, art. 1).

En este caso, Domingo de Soto tiene una presunción hacia la tarea de los legisladores, como prudente y ampliamente reflexionada, frente a los errores de los múltiples jueces. Podría ser un enfoque general; sin embargo, en el ámbito iusfilosófico actual se ha dado un giro interpretativo -Alexy, Dworkin- donde la pregunta clave es cuáles son las soluciones para los casos difíciles y se aportan herramientas para responder correctamente a esta cuestión.  Ferrajoli desde su obra Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional daba argumentos del porqué, en ocasiones, los jueces debían defender el Estado de Derecho frente a las intromisiones del poder ejecutivo. 

“La ley debe redactarse en general, a saber, no debe mandar: Si tal o cual mata, o por tal motivo, o con tal circunstancia, sea castigado, si no en general: Todo el que matare. Porque no pueden incluirse en la ley estas circunstancias accidentales, sino después han de pesarse por la prudencia. A la verdad, así como en lo especulativo, según mandaba Platón, hay que pararse en las especies, pues acerca de los singulares, que son pasajeros, no hay ciencia, sino experiencia; así en la práctica no puede haber ley sobre lo particular, que sucede por casualidad, sino sola prudencia” (Domingo de Soto, Tratado de la Justicia y el Derecho, C. 6ª art. 1).

Las leyes deben ser generales y sobre las circunstancias particulares, mejor aplicar la prudencia, es decir, las virtudes, porque no es posible la ciencia. El renovado interés por la Virtue Jurisprudence, precisamente surge de plantearse cuál es el papel de las virtudes, como la templanza, la fortaleza, la humildad o la honestidad, en la labor de los encargados de aplicar el Derecho. Confiamos que la justicia consistiría en implementar ciertos hábitos, asociados a modelos de excelencia, a la hora de decidir casos judiciales. Así nos acercaríamos al ideal de que quienes aplican la justicia son jueces virtuosos. 

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Ponte en tu lugar: de la autocrítica a la autocomprensión

La mayoría de los libros sobre negociación suelen centrar sus enfoques en que la clave del éxito reside en conocer bien las intenciones, los verdaderos intereses y hasta cualquier detalle que aporte algo de información de la otra parte. Por eso, es crucial saber escuchar y desarrollar las técnicas de la inteligencia emocional como base de una buena estrategia. 

Sin embargo, no es menos cierto que conocer los propios valores y saber administrar adecuadamente tus reacciones son elementos esenciales de la estrategia negocial. Y, precisamente, a este giro hacia las propias expectativas y perspectivas, se dedica la obra titulada Obtenga el sí consigo mismo. Superar los obstáculos interiores para negociar con éxito de William Ury

Este autor es cofundador del Harvard Negotiation Project y, anteriormente, había escrito, junto con Roger Fisher, el manual de negociación, mundialmente famoso, titulado Obtenga el sí. El Arte de Negociar sin ceder. Al hilo de este famoso manual, reflexiona en su nueva obra, para centrarse en la perspectiva, expectativas y reacciones del agente y no de la otra parte, con la que interactúa para alcanzar sus objetivos.

Al fin y al cabo, la negociación es un ejercicio de influencia en el que se intenta cambiar la perspectiva de otra persona. El primer paso, explica Ury, conseguir este objetivo es comprender dónde surgen sus opiniones. Sin embargo, ponerse en el lugar de otra persona puede resultar muy difícil, especialmente en un conflicto o una negociación. En diferentes culturas y religiones, hay preceptos morales basados en la reciprocidad, el altruismo y la otredad, como la Regla de Oro de la Humanidad

Hay un movimiento previo crucial que, a menudo, se pasa por alto y que puede ayudarnos a aclarar, tanto lo que queremos nosotros como lo que quiere la otra persona. Ese movimiento consiste en ponerse primero en nuestro propio lugar. Escucharse a uno mismo puede revelar lo que realmente queremos al mismo tiempo que puede despejar nuestra mente, lo que nos permite escuchar a la otra persona y comprender qué es lo que realmente quiere.

Ponerte en tu lugar (“put yourself in your shoes”) puede sonar extraño a primera vista, porque, al fin y al cabo, ¿no estás ya en tu lugar? Pero hacerlo correctamente no es tan fácil como podría parecer, ya que nuestra tendencia natural es juzgarnos críticamente e ignorar o rechazar partes de nosotros mismos.

Hay tres acciones, según Ury, que pueden ayudarnos: en primer lugar, vernos a nosotros mismos desde el balcón; en segundo lugar, profundizar y escuchar con empatía nuestros sentimientos subyacentes y lo que realmente nos están diciendo, y en tercer lugar, profundizar aún más y descubrir nuestras necesidades.

Mírate desde el balcón

En sus clases y escritos, Ury enfatiza la idea de salir al balcón. El balcón es una metáfora de un lugar de perspectiva, tranquilidad, autocontrol y calma. Todos somos actores en el escenario de la vida, por lo que los balcones son lugares desde los que podemos ver toda la obra y desarrollarnos con mayor claridad para observarnos a nosotros mismos. Es importante salir al balcón en cualquier momento, especialmente antes, durante y después de una conversación o negociación problemática. Esto es realmente relevante para la mejor gestión de las emociones en las negociaciones.

Escuchar con empatía

La empatía y compasión (sympathy en inglés) siempre se confunden, pero son diferentes. La compasión es sentir lástima por la situación de una persona, pero no necesariamente comprenderla. Sin embargo, la empatía significa comprender lo que se siente al estar en esa situación.


Escucharse a uno mismo con empatía está a un nivel más profundo que observarse. Observar significa ver desde fuera, mientras que escuchar significa sentir desde dentro. Observar te ofrece visión distante, mientras escuchar te da una comprensión íntima.

A este respecto, Ury utiliza esta imagen: Cuando hago mi ejercicio diario cada mañana, me imagino sentado en una mesa de la cocina para comprender y luego utilizar la intensidad de estos sentimientos. Se exhiben cada pensamiento o emoción relacionado con la familia, como ansiedad, miedo o vergüenza. Les ofrezco un asiento ficticio y así he aprendido a dar la bienvenida a todos. Me gustaría tratarlos como si fueran mis viejos amigos o conocidos. Como una mesa llena en la cocina. Escucho el diálogo libre de pensamientos y sentimientos.

Esta imagen de la mesa de cocina implica que debemos saber escuchar nuestros sentimientos y darles un lugar, pero lo esencial es saber gestionar adecuadamente las emociones. Esto a veces significa hacer un balance donde se ponderan emociones y razones. 

Descubre tus necesidades

Plantea Ury que cada uno de nosotros puede interrogarse sobre lo no está bien para nosotros. Es decir, ¿en qué aspectos de nuestra vida no somos completamente felices o satisfechos? ¿Lo que importa es el trabajo, el dinero, la familia, las relaciones, la salud o el bienestar general? ¿Es normal experimentar sentimientos de ansiedad, miedo, ira o tristeza cuando tus necesidades no se satisfacen? ¿Qué es lo que más deseas? ¿Cuáles son tus principales motivaciones? Cuanto mejor comprendas tus necesidades, es más probable que puedas satisfacerlas. 

Tan sencillo y natural como suena, ponerte en tu lugar –en tus zapatos– para verte a ti mismo desde el balcón, escucharse a ti mismo con empatía y descubrir tus necesidades subyacentes son a menudo tareas difíciles. El camino de la autocrítica a la autocomprensión requiere esfuerzo constante. 


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Juan de Mariana, sobre la tiranía

Juan de Mariana fue un destacado teólogo jesuita, historiador, filólogo y filósofo político español. Nació en Talavera de la Reina (Toledo) en 1536 y murió en Toledo en 1624. Se formó en diversas universidades europeas, donde destaca la Universidad de Alcalá, en la que dio clases. Se hizo famoso con su obra «Historia General de España«.

En Filosofía política, destaca su obra Del Rey y de la institución realde la que Rogelio Fernández Delgado, en la web de la Real Academia de Historia, destaca que “no sólo es considerada como la más notable y atrevida obra de literatura política escrita en España, sino que incluso se la ha llegado a comparar con El Quijote, en el sentido de que lo que representa el libro de Cervantes para la literatura, el trabajo de Juan de Mariana lo es para la Teoría Política.” 

Se centrará el análisis en este post, con el estilo de Estrategia Minerva, sobre esta obra de Filosofía política de Juan de Mariana, en su caracterización de la tiranía y en la controvertida cuestión del tiranicidio. Lo cual sería el reverso de plantear cuáles son las virtudes que ha de tener un buen gobernante, un tema clásico.

Juan de Mariana parte de la célebre tipología de formas de gobierno, que formuló Aristóteles, donde la monarquía es el gobierno de uno en favor del bien común y la tiranía es el gobierno de uno en su propio beneficio. Y realiza una comparación entre estas formas de gobierno, en estos términos:

“Aun partiendo de buenos principios, cae en todo género de vicios, principalmente en la codicia, en la ferocidad y la avaricia. Es propio de un buen rey defender la inocencia, reprimir la maldad, salvar a los que peligran, procurar a la república la felicidad y todo género de bienes; más no del tirano, que hace consistir su mayor poder en poder entregarse desenfrenadamente a sus pasiones, que no cree indecorosa maldad alguna, que comete todo género de crímenes, destruye la hacienda de los poderosos, viola la castidad, mata a los buenos, y llega al fin de su vida sin que haya una sola acción vil a que no no se haya entregado. Es además el rey humilde, tratable, accesible, amigo de vivir bajo el mismo derecho que sus conciudadanos; y el tirano, desconfiado, medroso, amigo de aterrar con el aparato de su fuerza y su fortuna, con la severidad de las costumbres, con la crueldad de los juicios dictados por sus sangrientos tribunales” (Juan de Mariana, Del Rey y la institución real, cap. V).

El tirano comete acciones viles, maldades y delitos y cae en codicia, ferocidad y avaricia. Un buen rey defiende la inocencia, la felicidad, está en contra de la maldad y los peligros, es humilde, tratable, accesible y busca regirse por las mismas normas que sus conciudadanos. 

Aunque se dan ciertos anacronismos, cabe plantearse si algunos gobernantes actuales caen más bajo este perfil tiránico o el del rey bondadoso.

En concreto, sobre la polémica del tiranicidio, Juan de Mariana afirma “no por no poderse reunir los ciudadanos debe faltar en ellos el natural ardor por derribar la servidumbre, vengar las manifiestas e intolerables maldades del príncipe ni reprimir los conatos que tiendan a la ruina de los pueblos, tales como el de trastornar las religiones patrias y llamar al reino a nuestros enemigos. Nunca podré creer que haya obrado mal el que secundando los deseos públicos haya atentado en tales circunstancias contra la vida de su príncipe” (Juan de Mariana, Del Rey y la institución real, cap. VI).

En este párrafo, se justifica el tiranicidio. Existe una tradición en la Historia de las Ideas en este sentido, pero aquí ésta se manifiesta de forma explícita. Cabe plantear que el asesinato de una persona no puede ser la solución de problemas políticos, que tienen otros cauces más civilizados y no han de exigir estos sacrificios en vidas humanas. Lo que aquí subyace también es la noción de razón de Estado, que fue defendida por Maquiavelo, donde si el Estado está en peligro, se justificarían acciones ilegales o inmorales.  

Es relevante porque Tomás de Aquino se refiere a la lucha contra la tiranía, desde premisas más moderadas y asumiendo el principio del mal menorDe esta forma, afirma: “el régimen tiránico no es justo, ya que no se ordena al bien común, sino al bien particular de quien detenta el poder, como prueba Aristóteles en la Política. De ahí que la perturbación de ese régimen no tiene carácter de sedición, a no ser en el caso de que el régimen del tirano se vea alterado de una manera tan desordenada que la multitud tiranizada sufra mayor detrimento que con el régimen tiránico” (Tomás de Aquino, Suma Teológica II-II, c. 43).

Juan de Mariana insiste en la licitud del derecho de resistencia a la autoridad ilegítima, con estos términos: “mas cuando no queda ya esperanza, cuando estén puestas ya en peligro la santidad de la religión y la salud del reino ¿quién habrá tan falto de razón que no confiese que es lícito sacudir la tiranía con la fuerza del Derecho, con las leyes, con las armas?” (Juan de Mariana, Del Rey y la institución real, cap. VI).

Esto conecta con ideas de los pensadores ilustrados, donde el poder se basa en un pacto y si una parte -el gobernante- no lo cumple, la otra parte -el pueblo- tiene derecho a resistirse frente a ese gobernante y sus normas. En la formulación de Locke, la legitimidad del poder se basa en el consentimiento tácito del pueblo. Así, estas teorías del Contrato Social son condicionadas, ha de cumplirse el pacto, para conseguir la legitimidad. De otra forma, estaría justificado reaccionar ante la injusticia de la tiranía.

Sobre el deber de obedecer el Derecho por el gobernante, Juan de Mariana afirma “tenga sabido, por fin, el príncipe que las sacrosantas leyes en que descansa la salud pública han de ser solo estables si las sanciona él mismo con su ejemplo. Debe llevar una vida tal, que no consienta nunca que ni él ni otro puedan más que las leyes, pues estando contenido en ellas lo que es lícito y de derecho, es indispensable que el que las viole se aparte de la probidad y la justicia, cosa a nadie concedida, y mucho menos al rey, que debe emplear todo su poder en sancionar la equidad y en vindicar el crimen, teniendo siempre en ambas cosas puesto su entendimiento y su cuidado” (Juan de Mariana, Del Rey y la institución real, cap. IX).

El gobernante ha de cumplir las leyes que el mismo promueve. Más adelante, éste es considerado uno de los principios clave en los que se basa el Estado de Derecho. Más allá del ámbito meramente jurídico, a los gobernantes desde las actuales exigencias de la rendición de cuentas se les pide: ejemplaridad –son referentes o modelos de conducta para la sociedad- coherencia –armonía entre declaraciones públicas y comportamientos privados-.

De entrada, diga no

Los enfoques basados en negociaciones de resultados win-win, donde se busca un acuerdo beneficioso para todas las partes, han tenido gran predicamento. Sin embargo, en ocasiones, el arte y la ciencia de la negociación lleva por otros caminos. Este es el caso de Jim Camp, conocido por sus libros de temas negociales, por ser coach y tener fama de negociador temible. 

Su obra más famosa se titula De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca donde despliega una serie de principios, valores y técnicas que, de forma algo contra intuitiva frente a ciertos planteamientos dominantes, buscar situar las coordenadas de las negociaciones para buscar resultados eficaces y productivos.

A continuación, se comentarán algunas ideas de este libro de Jim Camp, desde la perspectiva de Estrategia Minerva Blog.

“En una negociación las decisiones son emocionales al cien por cien (…) Las negociaciones y hasta la toma de decisiones empiezan con emociones. Las emociones se desenfrenan, están en la raíz de nuestra decisión inicial, no son de fiar, puede ser incluso destructivas, pero no tienen la última palabra. Mi sistema las considera por lo que son y trabaja con ellas, no contra ellas. Mi sistema enseña a avanzar a partir de las emociones que nunca cierra el trato, hasta llegar a las decisionesque sí cierran el trato” (Jim Camp, De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca)

Las emociones en la negociación es un tema clásico. Camp afirma que, en Japón, donde la negociación es considerada un arte, se dice que se deben tomar las decisiones con el estómago, nunca con el corazón o con la cabeza.  Esto podría suponer un grave error: es bueno conocer que las emociones influyen en el escenario negocial, especialmente en la otra parte; pero suele producir nefastas consecuencias que el factor emocional sea un elemento decisivo. Lo prudente es moderar y dominar las propias emociones y analizar y conocer las ajenas.

 “Las negociaciones comienzan con un “no”, nada de “quizás” y mucho menos “sí”, sino con un firme y rotundo “no”. En cualquier negociación, esta es la palabra clave que quiero oír, todo lo anterior no son más que apariencias” (Jim Camp, De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca). 

Este es el elemento estrella de Jim Camp: empezar la negociación con un “no”. Otras posibilidades son una pérdida de tiempo o una forma de albergar ilusiones que no prosperan. Este “no” inicial es una puerta abierta a justificar las propias posiciones y a seguir las conversaciones. Se podría considerar un “no” constructivo. 

“Por miedo a romper la relación con el oponente en la negociación, el colega no quería mostrarse demasiado exigente. No quería herir sus sentimientos diciéndole: “Si no se firma el contrato, no habrá espectáculo.” Debido a su profundo deseo de aprobación, no podía ver el verdadero problema de la negociación” (Jim Camp, De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca). 

¿Cuántas veces nos vemos obligados a hacer concesiones para salvar la relación? Las negociaciones nos son territorios para buscar la aprobación personal, pero existen personas, con gran afán estratégico, donde conservar su relación en buenas condiciones, implica hacerle concesiones en la línea que marca. El consejo de Jim Camp es separar nítidamente el resultado de las negociaciones de la calidad de los vínculos personales.

“Cada lector puede pensar en un caso en que ha elegido una persona odiosa, pero eficaz en vez de alguien simpático, pero ineficaz ¿Qué tiene que ver la amistad con hacer buenos negocios o tomar buenas decisiones? Absolutamente nada. Y como veremos más adelante, siempre propongo y practico acuerdos respetuosos y amables con el adversario” (Jim Camp, De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca). 

Aquí vuelven las emociones vinculadas al particularismo de cómo nos relacionamos los seres humanos los unos con los otros. Lo que pone de manifiesto esta reflexión de Camp es que existen decisiones profesionales que se toman con base en vínculos de amistad más que a criterios objetivos. Humano, demasiado humano. Es deseable que en entornos profesionales se valoren los méritos de las personas, con independencia de las emociones que pudieran suscitar.

“Asuma la responsabilidad de las malas decisiones, aprenda de ellas, conozca el fracaso y siga adelante porque está a una sola decisión de recuperar el rumbo. Para asumir esta actitud y este enfoque se necesita una gran disciplina y mucha confianza en sí mismo, porque dar en el clavo es importante para todos nosotros. Es una necesidad poderosa y como todas las necesidades de ser superada” (Jim Camp, De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca). 

Es creciente el interés por la rendición de cuentas, lo cual puede significar: explicar las propias acciones, justificarlas y ser sancionado o premiado. Este es un ejercicio recomendable, especialmente si se trata de decisiones en el sector público. Desde el punto de vista estratégico, de un fracaso puede surgir una futura victoria. Para que esto sea posible es importante aprender de las circunstancias, los enfoques y las dinámicas que han posibilitado esta situación. Y salir reforzado de todo ello. La palabra crisis en griego significa “separar”, “juzgar”, “decidir”. Y una crisis ha de servir para mejorar los criterios de decisión a utilizar en el futuro.

“Si no puede aceptar un “no”, quemará muchos puentes y no hallará salida en muchas negociaciones. Nada –absolutamente nada– es tan importante en una negociación exitosa como poner de manifiesto desde el primer instante que “no” es una respuesta perfectamente aceptable en cualquier trato” (Jim Camp, De entrada, diga no. Las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca). 

El negociador temible, Jim Camp, insiste en empezar las negociaciones con un “no”, ya que: no busca salvar la relación, sabe manejar las emociones propias y ajenas, no se deja llevar por vínculos particularistas, promueve la eficacia, aprende de los fracasos y opera desde un “no” constructivo, para seguir negociando.